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La lotería de la basura en Madrid: Almeida coloca en los barrios periféricos las 15 nuevas bases para limpiar la capital

Vecinos de las afueras protestan porque les toca recibir residuos del resto de la ciudad por una decisión que el Ayuntamiento les ha ocultado

Julia Velilla en Avenida Aviación 24, en el barrio de Cuatro Vientos, Madrid, tiene a menos de 100 metros las obras de uno los nuevos depósitos de basura, que se ven al fondo de la imagen.
Julia Velilla en Avenida Aviación 24, en el barrio de Cuatro Vientos, Madrid, tiene a menos de 100 metros las obras de uno los nuevos depósitos de basura, que se ven al fondo de la imagen.Claudio Álvarez
Fernando Peinado

La lotería de la basura le tocó a Julia Velilla, una agente inmobiliaria de 62 años, tres días antes del sorteo del Gordo, el 19 de diciembre. Esa mañana empezó a echar humo el grupo de WhatsApp de los vecinos de Cuatro Vientos, un barrio en el oeste de la periferia madrileña. Había comenzado una obra en el descampado donde suelen llevar de paseo a los perros, conocido por todos como el “pipicán”. ¿Qué construcción les habría tocado en suerte?

“Ojalá sea un gimnasio Altafit”, decía uno.

Pero no. Los obreros les dijeron que iban a levantar un “cantón de limpieza”, es decir, una de las bases donde los barrenderos municipales guardan sus camiones y, en algunos casos, también acumulan temporalmente la basura antes de llevarla al vertedero. El vecindario ya se olía lo peor porque, meses antes, el Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida había tratado de levantar una obra semejante a pocas manzanas hasta que la protesta ciudadana la paró. La lección era clara: había que alzarse. En cuestión de minutos, se organizaron en WhatsApp para invadir el solar y parar a los obreros, objetivo que cumplieron ese mismo mediodía. Pero al día siguiente, cuando repitieron su táctica, se personó la policía. Velilla cuenta que los agentes advirtieron a su marido y a otros vecinos de que les iban a poner una denuncia. Pero a estos parecía que les daba igual.

“¿Qué son 300 euros de multa para lo que vamos a perder por la devaluación de las viviendas?”, inquirió su esposo a los policías, buscando un desahogo. Finalmente, los vecinos se marcharon resignados y buscaron apoyo político, pero casi cuatro meses después, la obra sigue en curso a pesar de tres mociones aprobadas para reubicarlo, dos en la Junta del Distrito de Latina y otra en Cibeles. La izquierda y Vox votaron a favor; PP y CS, en contra.

Velilla y su marido ven desde el balcón de su loft cómo avanza la obra, a escasos 80 metros. En 2020, habían comprado su nuevo hogar por 200.000 euros. “Haces una inversión pensando en que estarás aquí mucho tiempo y te montan esto para amargarte la existencia”, lamenta ella.

Como esta pareja, muchos madrileños de la periferia se han llevado un disgusto en los últimos meses. El Ayuntamiento ha elegido 15 ubicaciones fuera de la M-30 para nuevos cantones, con el fin de facilitar el trabajo a las seis empresas ganadoras en 2021 de su contrato de Limpieza de los Espacios Públicos, el más elevado de todo el presupuesto municipal. Este contrato, que consiste en el barrido y baldeo de las calles (excluyendo la recogida de basura doméstica) fue presentado en noviembre de ese año por el alcalde como una solución al malestar por la suciedad, la principal queja de los madrileños, que este mayo están llamados a las urnas. Los cantones, que se suman a instalaciones ya existentes, deben servir a las concesionarias como vestuarios, aparcamientos, talleres, y en algunos casos están definidos en los pliegos como posible depósito de residuos hasta que otro vehículo de mayor carga los traslade al vertedero de Valdemingómez, en el sureste.

Pero la fanfarria que Almeida dio a la presentación del contrato, en un acto ante la prensa rodeado de barrenderos y camiones, contrasta con el oscurantismo sobre los cantones. El lugar de los 15 nuevos equipamientos era sabido desde marzo de 2021 por el Ayuntamiento y las empresas licitantes, pero la elección de las parcelas no fue notificada a los vecinos, que han conocido su mala fortuna en esta lotería de la basura conforme empezaban las obras.

Los noticieros en Madrid llevan meses mostrando revueltas vecinales: en la calle Aquitania (distrito San Blas), calle Morales (Carabanchel), junto al centro comercial Islazul (Carabanchel), avenida Trece Rosas (Ciudad Lineal), calles Timbales y Sinfonía (Latina). Algunas movilizaciones han tenido éxito, lo que ha supuesto que el Ayuntamiento buscara nuevos emplazamientos, molestando a otras zonas residenciales.

En otros casos, las obras no han empezado y los vecinos se han enterado durante la elaboración de este reportaje, como en el cantón proyectado en Avenida Monasterio de Suso y Yuso, en el barrio pudiente de Montecarmelo (Fuencarral). “Esto es lo de siempre. Te lo meten sin avisar”, responde enfadado el presidente de la asociación vecinal, Fernando Mardones, que se acuerda de un ejemplo de opacidad similar, cuando en 2006 quisieron construirles un crematorio municipal. Mardones ha dado la mala noticia a los vecinos de los pisos cercanos al solar del cantón. Han pedido una reunión con el concejal de Medio Ambiente, Borja Carabante (PP), para pedirle explicaciones.

Uno de los cantones en los que aún no han comenzando las obras, Madrid.
Uno de los cantones en los que aún no han comenzando las obras, Madrid. Claudio Álvarez

La Federación Regional de Asociaciones de Vecinos describe esta plaga de protestas como una situación extraordinaria. “En el pasado ha habido conflictos por cantones puntualmente, pero que haya tantos casos coincidentes en el tiempo no ha ocurrido nunca”, dice su responsable de Urbanismo, Vicente Pérez.

La falta de información es solo uno de los motivos de agravio. A los barrios les duele acarrear con los desperdicios de la almendra central, donde no se han hecho nuevos cantones por falta de espacio. También les indigna, como en el caso de Cuatro Vientos, Montecarmelo o el barrio cercano a Islazul, que las autoridades madrileñas no les pongan servicios públicos que necesitan y a cambio les “castiguen” con unos equipamientos que consideran más propios de polígonos industriales.

Vecindarios a medio hacer

Estos son vecinos que en las últimas dos décadas se han lanzado a la aventura de colonizar las nuevas fronteras de la ciudad, en barrios donde todo estaba a medio a hacer. Esperaban que las parcelas municipales vacías fueran ocupadas por centros de salud, colegios o paradas de Metro y no por estas instalaciones levantadas “con nocturnidad”.

El que fuera concejal de Urbanismo con Manuela Carmena, José Manuel Calvo, reconoce al equipo de Almeida la dificultad de conjugar los intereses de vecinos y empresas. Estas buscan trabajar cerca de los barrios que limpian para ahorrar combustible, por eso es inviable mandarlas a zonas remotas o a la ciudad consolidada, donde no queda espacio. “Es en las nuevas periferias donde surgen estos problemas”, dice Calvo, que añade que eso no exime de responsabilidad al concejal Carabante: “Ha hecho una chapuza por la improvisación, los cambios de ubicación y la elección de parcelas”.

El Ayuntamiento dice que la selección de las parcelas recayó en las áreas de Medio Ambiente y Desarrollo Urbano, esta última del concejal Mariano Fuentes (CS). Ambos departamentos buscaron terrenos con ciertos requisitos, dice una portavoz de Carabante: “Una de estas características, en algunos casos y debido a la escasa entidad de las instalaciones a construir, era cierta proximidad a las zonas de trabajo”.

“No todas las instalaciones de limpieza pueden estar en polígonos industriales, las de pequeña entidad tienen que estar próximas a las zonas de trabajo o los barrenderos perderán la jornada caminando y no barrerán las calles”, añade. “Hay gran cantidad de cantones de limpieza de este tipo integrados en la trama urbana que funcionan normalmente y sin incidencia alguna”.

El Ayuntamiento ha intentado calmar a los barrios prometiendo que el impacto será mínimo. El cantón de Cuatro Vientos, asegura la portavoz de Carabante, será “básicamente un aparcamiento”. Sin embargo, los vecinos tienen un escrito del concejal presidente del distrito, Alberto Serrano (CS), quien les ha notificado que estudian instalar en una parcela anexa un segundo cantón donde sí habrá “transferencia de residuos”.

Serrano, no obstante, mantiene que los vecinos exageran. Les ha dicho que él vive “encantado” junto a un cantón. ¿Y es verdad que los nuevos cantones no molestan? Para saberlo, lo mejor es visitar el de La Elipa, operativo desde enero. A este barrio, al este de la M-30, le ha tocado recibir la basura de los distritos de Centro, Chamberí y Tetuán.

Operarios descargan basura en el depósito temporal de la calle Santa Genoveva, en La Elipa.
Operarios descargan basura en el depósito temporal de la calle Santa Genoveva, en La Elipa.Claudio Álvarez

Pilar Pardo tiene el cantón a 50 metros. Desde la ventana del cuarto de su hija adolescente, Gabri, pueden ver la apisonadora azul que compacta la basura. En un vídeo que grabaron de madrugada se ve cómo el silencio es interrumpido por una tormenta de percusión metálica cuando el camión descarga la basura en el contenedor de la apisonadora. Parece, dice, una tortura impropia del mundo desarrollado. Como si fuera una medida de gracia, la empresa, el grupo alemán Prezero, ha dejado de machacarles de noche, después de semanas de protesta.

Una mañana reciente, Pardo, otra vecina y EL PAÍS accedieron al cantón, cuyos portones estaban abiertos de par en par. Ningún cartel informaba en la fachada blanca del recinto qué tipo de instalaciones iba a albergar. Una trabajadora saludó a los visitantes y se mostró comprensiva: “Os entiendo, porque de no oírse ni un alma a tener que soportar esto...”.

Pardo quería ver de cerca la apisonadora y los contenedores metálicos para comprobar si las autoridades les dicen la verdad. Llevan semanas negándoles que ahí entre basura orgánica, pero ellos no se lo creen porque los barrenderos deben limpiar todo lo que encuentren en la acera.

“Nos mienten. ¡Claro que hay basura orgánica!”, decía tomando fotos. El contenedor a sus pies desprendía un tufo molesto. Contenía latas, litronas, colchones, el palo de una escoba, tetrabriks, un cartón de pizza, mascarillas, frutas...

“¿Tú crees que este olor no llega a mi casa? En verano será insoportable”. Desde ahí, Pardo distinguía la ventana de su hija Gabri, donde la adolescente ha puesto un cartel: “Queremos dormir”.

Pilar Pardo toma fotos del depósito de basura que el Ayuntamiento de Madrid ha colocado frente a su vivienda, en uno de los bloques de pisos que aparecen al fondo.
Pilar Pardo toma fotos del depósito de basura que el Ayuntamiento de Madrid ha colocado frente a su vivienda, en uno de los bloques de pisos que aparecen al fondo.FERNANDO PEINADO

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Sobre la firma

Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).

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