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Los alumnos de 17 años que retan a neurocientíficos e investigadores del cáncer: “Somos chicos normales”

Los estudiantes de Bachillerato del instituto público madrileño Las Musas presentan trabajos de alto nivel en el CSIC y celebran que el modelo educativo de su centro se expanda a otras comunidades

Instituto Las Musas
Grupo de alumnos del Instituto Las Musas en las instalaciones del CSIC. este jueves.DAVID EXPÓSITO
Elena Reina

El chico es una metralleta de datos que muy pocos entienden. Organoides tumorales, cultivo de células, desarrollo tridimensional, anclaje de matrigel, tumor cartilaginoso de un roedor. Lleva un pendiente en la oreja, un traje azul marino y mira al público como si hubiera nacido para descubrirles lo último en investigación sobre metástasis cerebral. Los asistentes lo miran fijamente, quién sabe si lo siguen todos o han dejado de prestar atención a sus palabras hace 20 minutos, exactamente cuando comenzó a hablar. En primera fila hay un hombre y una mujer, muy atentos, con las manos en la barbilla. Ese chico tiene 17 años, estudia segundo de Bachillerato en un instituto público de Madrid y cuando en su clase daban las partes de la célula, él ya maquinaba en sus horas libres cómo combatir el cáncer. “Somos chicos normales”, aseguran algunos de los que esta semana han presentado trabajos de alto nivel en el CSIC ante un jurado compuesto por investigadores y profesores del centro.

Pablo Santamaría estudia en un lugar excepcional. El instituto público Las Musas, en el barrio obrero de San Blas, podría haber sido cualquier otro instituto de ladrillo, pupitre y pizarra, pero a su director, José Antonio Expósito, se le metió en la cabeza una idea hace seis años: llevar la élite intelectual a la clase media y baja de una zona humilde. Y sin más presupuesto ni oportunidades que otro centro público de Madrid, Las Musas se ha convertido en un ejemplo de excelencia académica —aunque ninguna institución lo ha reconocido oficialmente todavía—, donde todos los estudiantes no solo plantan los codos para aprobar selectividad, sino que investigan el riesgo epidemiológico del virus de la hepatitis C, analizan la población de células macrogiliales retinianas en una rata con sepsis, estudian la física de los rayos cósmicos o profundizan en el descubrimiento de Bosón de Higgs. Estos son solo algunos de los más de 30 trabajos que han presentado los alumnos esta semana en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Esta semana, Las Musas ha firmado con otros centros de fuera de Madrid un convenio para constituir una asociación de institutos interesados en seguir este modelo educativo que surgió desde las aulas, sin que una autoridad lo haya impulsado con un programa oficial todavía. La Asociación por la Investigación en Educación Secundaria (AINVES) la integran desde esta semana, además del centro madrileño, el IES Miguel de Unamuno, en Vitoria (País Vasco); el IES Valle del Ebro, en Tudela (Navarra) y el IES El Picarral, en Zaragoza (Aragón). “Queríamos extender el proyecto a otros centros, para que no fuera algo exclusivo. Lo que tenemos en común es la pasión por incentivar la ciencia, la investigación. Porque es crucial tener una cantera de científicos y si esperamos a que lleguen a la universidad, ya llegamos tarde. Estos alumnos en la universidad, con el dominio del método que tienen, es que vuelan”, resume Expósito, director de Las Musas.

Al terminar la exposición de Santamaría, a uno de los que miraban fijamente las diapositivas, que estaba decidido a escrutar cada detalle de su método, se le saltaban las lágrimas. No había nada más que decir. Que un chico de 17 años, estudiante de un centro público, hubiera sido capaz de alcanzar ese nivel de conocimiento científico antes de llegar a la universidad era algo insólito. “Esto es mucho mejor que cualquier trabajo de final de grado. Por favor, no perdáis esa ilusión. Me encanta. Es una pasada vuestro trabajo”, le señaló el investigador Alberto Jiménez Schuhmacher, del grupo de Oncología Molecular en el laboratorio del Centro de Investigación Biomédica de Aragón, en Zaragoza. Jiménez Schuhmacher era uno de los miembros del tribunal que debe evaluar el trabajo de los alumnos, a los que guían durante dos años, junto a un tutor del centro.

Schuhmacher fue más allá, ya no solo se dirigía a Santamaría, sino al resto de sus compañeros. “Yo aprendí lo que era la palabra cáncer hasta los 20 años. En segundo de carrera. Mi abuelo había muerto de cáncer. Pero la palabra apoptosis ya ni te digo cuándo la aprendí. Es increíble”, precisó un segundo después de que el trabajo sobre los organoides de metástasis cerebral recibiera el aplauso del tribunal y también de decenas de compañeros del centro. No todos se integraron desde primero de Bachillerato en el proyecto de investigación, una opción voluntaria de quienes estudian en Las Musas, y también frente al resto de alumnos que están empezando con sus trabajos y tendrán que pasar por la tarima el año que viene.

Después de Santamaría, subió al estrado Lucía Sánchez para presentar su investigación, titulada El virus de la hepatitis C: retos asociados a su control epidémico. Igual que sucede con el resto de sus compañeros, cuesta imaginárselos en el recreo. Sánchez lo explica: “A ver, yo es que tengo amigos que también son muy frikis. Yo les cuento mis cosas, lo que voy avanzando. Y ellos me cuentan las suyas. Y todos hacemos como que nos escuchamos, aunque creo que realmente nadie lo hace”, bromea en una entrevista para este diario al terminar su presentación. Unos minutos antes, su director, Expósito, lo único que pudo mencionar sobre su trabajo fue: “Yo soy tu profesor de Literatura y ahora me sonrojo de haberte corregido alguna coma. Me dejas admirado y orgulloso”. “Yo todavía estoy en shock”, agrega una de las virólogas más reconocidas en España, Amelia Nieto, quien dirigió el único laboratorio del país dedicado a la investigación básica del virus de la gripe humana, en el Centro Nacional de Biotecnología (CSIC), en Madrid.

Abel Pino, otro de los que han presentado sus proyectos esta semana, construyó un ordenador cuando tenía 15 años. Está algo inquieto por perderse la presentación de otro de sus compañeros y pide que en la foto no falte nadie. Detrás de dos años de trabajo también hay muchas ganas y mucha pasión. Pino no estudió nada de los conocimientos de informática en un plan de estudios. Se cultivó viendo vídeos de YouTube hasta que entró en su proyecto. Hoy se ha puesto un traje, pero de calzado lleva unas zapatillas blancas: “A ver, somos chicos de barrio”. Por si alguien trata de tacharlo de bicho raro. Mientras diseñaba un estudio de la refrigeración por aire en ordenadores y cómo esta afecta a su rendimiento, también jugaba al fútbol. “Y a mí me gusta salir de fiesta con mis colegas”, interrumpe Santamaría.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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