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Luz roja encendida: el 92% de los médicos de familia de Madrid han sufrido o sufren agotamiento emocional

Un estudio del Colegio de Médicos y los datos del Servicio Madrileño de Salud coinciden en el diagnóstico. Los casos más graves de sanitarios llegados a consulta de valoración han aumentado un 400%

Medicos Madrid
En el centro, Gemma Tena, doctora del SAR de Mejorada del Campo, en la manifestación del pasado 28 de octubre en Madrid.ANDER CORTÁZAR (AMYTS)

Los datos de la salud mental de los médicos de familia madrileños son transparentes. Casi el 92% de los facultativos indican haber sufrido o sufrir agotamiento emocional, el 86% el síndrome de despersonalización (cuando se empieza a notar menos empatía por los compañeros y los pacientes) y el 73% una baja realización personal. Esos números hablan del conocido burnout o desgaste profesional y los acaba de publicar el Observatorio de Salud Mental del Colegio de Médicos de Madrid (Icomem), tras realizar una encuesta a los médicos de atención primaria y urgencias extrahospitalarias. No es un dato cualquiera. Es la radiografía de la salud mental de los doctores con los que cuenta la Comunidad de Madrid para ocupar los puestos de los centros sanitarios 24 horas, después poner en marcha un nuevo plan el 27 de octubre por el que el sindicato de médicos Amyts ha convocado una huelga indefinida que comenzará el próximo lunes. Y la razón por la que muchas de las bajas de los sanitarios se han disparado en la última semana, cuando de un día para otro han tenido que cambiar de horario, de centro y pasar de estar ya sobrepasados a quedarse solos atendiendo a los ciudadanos, cuando antes lo hacían en equipo.

“Perdona, igual me pongo a llorar mientras hablamos”, se excusa Gemma Tena, de 50 años, antigua médica de atención primaria en el centro de salud de Entrevías, en Madrid capital, y hasta la semana pasada en el Servicio de Atención Rural (SAR) de Mejorada del Campo. Ella está de baja desde hace unos días y diagnosticada con burnout desde 2019. Toma pastillas y sufre ansiedad. Y va a ser una de las doctoras investigadas “una a una” por el 57% de “las bajas sobrevenidas” que el Gobierno regional denuncia como parte de un boicot. Consigue no llorar mientras habla. Aunque le cuesta.

Ángel Luis Rodríguez, responsable de salud mental del sindicato Amyts y miembro del Observatorio de Salud Mental del Icomem, desgrana unos datos que hablan por sí solos. La situación es preocupante. “Vienen como consecuencia de unas condiciones laborales extenuantes, con una atención de absoluta sobrecarga de los médicos, que atienden entre 50 y 60 pacientes al día, en lugar de los 20-25 que recomiendan todos los organismos internacionales, y del efecto dominó que provoca las bajas de unos sobre otros, puesto que la sobrecarga inicial se incrementa cuando tienes que cubrir al compañero que no ha ido a trabajar”, explica el doctor. Lo llamativo, argumenta, es que los números siguen encendiendo la luz roja que ya se encendieron con la anterior encuesta, publicada en enero pasado, con unos números similares y que recogía el sentir de los médicos tras el pico de la pandemia. “No han mejorado nada y eso es lo llamativo”, aduce. “Se esperaba que fueran bajando y se mantienen igual de alto. Es muy preocupante”.

Los sanitarios pueden activar tres mecanismos para recibir ayuda psicológica o psiquiátrica en la Comunidad de Madrid. Por una parte, pueden ser atendidos en el Programa de Atención Integral al Profesional Sanitario Enfermo (PAIPSE), que, según un portavoz de la Consejería de Sanidad, incluye una atención integral con equipos multidisciplinares para todos los profesionales del Servicio Madrileño de Salud. También existe el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME), solo para doctores, que se ha visto obligado a contratar en el último año a tres profesionales más debido a la alta demanda, entre ellos el doctor Rodríguez. Y, por último, los facultativos también pueden acudir al Servicio de Salud Mental del sindicato médico Amyts. Los tres servicios están saturados, con una media de espera de tres meses.

De hecho, el portal de transparencia ha respondido a una pregunta de la diputada de Unidas Podemos, Vanesa Lillo, con otros datos recabados de PAIPSE bastante llamativos a los que ha tenido acceso EL PAÍS: en 2018 hubo 295 peticiones de sanitarios de valoración por problemas psicológicos o psiquiátricos. A finales de septiembre de 2022, la cifra se había multiplicado a 755, un número que crece tanto en los profesionales que trabajan en los hospitales (de 235 a 520) como en los de atención primaria (de 60 a 235).

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“Es alarmante acreditar que entre el 2018 y septiembre de 2022 el número de peticiones de valoración han aumentado más de un 200% en atención especializada y casi un 400% las solicitudes provenientes de los profesionales de atención primaria”, ha lamentado Lillo, que insiste: “Lo único que sabemos es que, lejos de remediar esta situación [desde la Comunidad de Madrid], tenemos una presidenta que sigue obsesionada con echarles la culpa para ocultar su nefasta gestión”.

“Casi irreversibles”

Rodríguez, además, explica que esos datos muestran en realidad la punta del iceberg. “Los sanitarios que llegan ahí ya son los que peor están”, analiza, “porque son profesionales que suelen tener integrado que su función es la de cuidar, no la de recibir cuidados”. Es más, muchos prefieren acudir a consultas apartadas, donde no puedan cruzarse con ningún compañero y sufrir el estigma derivado de ser incapaz de realizar su profesión. Eso provoca que los que llegan ahí “sean casos casi irreversibles”. Los datos, de hecho, revelan que el 20% de los profesionales diagnosticados con burnout ya han elaborado un plan para dejar la profesión médica, el 14% tienen algún tipo de adicción y el 87% toma psicofármacos para ir a trabajar.

Eso le pasó a la doctora Tena cuando estaba en su consulta de atención primaria, en Entrevías. Atendía a 50 pacientes al día, se tomaba antes de empezar su jornada laboral un lexatín y le costaba dormir por las noches, temerosa de cometer un error médico grave. Denunció la situación, también acudió al Defensor del Pueblo (que atendió su requerimiento y pidió información a la Consejería de Sanidad) y finalmente fue trasladada en 2019 al SAR de Mejorada del Campo, que le animó a realizar un máster en urgencias y a realizar un trabajo diferente, a cambio de comprometerse a cubrir los horarios que nadie quería, como las noches, los fines de semana y los festivos. “Más o menos lo estaba llevando bien porque allí se funcionaba como un reloj, en equipo. Pero ahora que ha cambiado todo de nuevo y me dejan sola otra vez para atender a 60, 70, 80 pacientes en un día, y se me ha caído el mundo a los pies. Es inhumano”, lamenta la doctora. “Me he planteado muchas veces dejar la profesión. Esto te destroza la vida. Es como trabajar en las trincheras. No les importa cómo estés ni qué trabajo hagas. Solo quieren que se encienda la luz y si te pegan, te insultan y acabas de los nervios da igual”. La prueba, dice, es que solo dos de los 12 residentes que han pasado en los últimos dos años por el SAR de Mejorada han decidido continuar en la atención primaria. Y cada vez quedan menos: “El resto o se ha puesto a repetir el MIR [la prueba de los Médicos Internos Residentes] para probar con otra especialidad o se han ido fuera”.

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