La Casa de los Niños manda una carta desesperada a Isabel Díaz Ayuso: “Debería replantearse las decisiones del cierre”
Los educadores del centro de menores tutelados por la Administración de 0 a 6 años suplican a la presidenta de la Comunidad de Madrid que no mande a bebés con problemas de salud a la ciudad y les permita continuar en la naturaleza
A la desesperada, los trabajadores de la Casa de los Niños, donde se alojan menores de cero a seis años tutelados por la Comunidad de Madrid, han decidido mandar una carta de súplica a la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, para evitar el traslado de los niños a un centro de la capital. “Somos un servicio de calidad, a la altura de lo que ofrecen los países más desarrollados de nuestro entorno. Por ello, pensamos que, velando por el interés de los más pequeños y vulnerables, debería replantearse las decisiones del cierre del servicio de La Casita [como se conoce a La Casa de los Niños] y traslado de los bebés, niñas y niños y adoptar medidas que sean más coherentes con la calidad y especificidad de atención que debemos brindar a estas y estos menores”, ruegan los educadores. La carta, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, ha llegado este viernes a la presidenta, ha sido registrada vía telemática y también ha sido enviada por correo electrónico. Por ahora no han recibido respuesta, pero todo hace indicar que el plan de trasladar a los niños más pequeños de la naturaleza al centro de la capital está tomada. Pese a las protestas. Y pese a la oposición, que se ha posicionado en bloque (salvo Vox) en contra.
Este es el último capítulo del conflicto que comenzó hace casi dos meses y que tiene que ver con el efecto dominó que se va a producir en las casas de acogida para menores tutelados por la Comunidad de Madrid por los próximos cambios. La Administración ha decidido “reordenarlas”, de modo que los bebés y niños de hasta seis años con diversas enfermedades, que hasta ahora vivían en La Casita, un paraje idílico en mitad de la naturaleza, serán trasladados al centro de la ciudad. Los adolescentes, que estaban ya integrados en colegios o institutos en el centro de la ciudad, se tendrán que separar de sus amigos y familiares y alejarse al campo, donde no hay nada más.
Y los menores extranjeros no acompañados dejan el centro de la capital para irse al distrito de Barajas, el extrarradio. El movimiento de unos y otros tiene otra consecuencia colateral: disminuyen las plazas públicas, mientras siguen intactas las concertadas. En la región hay 97 centros de acogida con 1.875 plazas, de las cuales, 1.053 son concertadas, según datos de finales de 2021.
“Nos sentimos con la responsabilidad de dirigirnos a usted para hacerle llegar nuestra preocupación por la pérdida de un recurso esencial e insustituible en el cuidado de los más pequeños y de aquellos que sufren graves trastornos o patologías severas”, explican en la carta.
Proyecto pionero
La residencia Casa de los Niños fue inaugurada en 1983 por la Reina Doña Sofía y desde entonces han desarrollado la actividad de manera ininterrumpida, atendiendo a los más pequeños, niños entre cero y seis años, que llegaban en sus primeros días o meses de vida, muchos de ellos con necesidades sanitarias especiales. Otros, incluso, con el cordón umbilical todavía colgando. Con un proyecto pionero dentro y fuera de la Comunidad de Madrid, La Casita es una residencia emblemática por el cuidado de menores cuya tutela acaba en manos de la Administración por diferentes motivos, como que los progenitores hayan ingresado en prisión, tengan problemas graves de salud mental, con las drogas o el alcohol, o se produzca maltrato físico o abusos sexuales en el hogar.
Generalmente, los menores que han ido a recalar a esta residencia son aquellos que tienen patologías complejas, severas y muy variadas: inmunodeprimidos, con problemas respiratorios complejos, con necesidad de nutrición parenteral, enfermos renales con diálisis peritoneal, niños con dificultades motoras o con enfermedades raras... Por eso mismo, argumentan los trabajadores en la carta, “estos niños necesitan aparataje sanitario, bombonas de oxígeno, respiradores domiciliarios o bombas de alimentación”. Aparatos, en definitiva, que deben estar bien ubicados para no interferir en la vida cotidiana del resto de los menores y que permitan una buena integración del niño enfermo, requisito que, por la amplitud de espacios, La Casita cumple sobradamente.
Por eso, defienden que estos niños, alrededor de 15, sigan alojados donde han estado hasta ahora. La Casita se encuentra ubicada en un entorno privilegiado y saludable, en medio de una zona residencial en la carretera de Colmenar Viejo, un lugar pensado y escogido, desde sus inicios, para que los más pequeños con problemas de salud pudieran disfrutar y restablecerse en plena naturaleza. “El entorno permite el paseo diario sin dificultad, pues es posible manejar carros de tres y de cuatro plazas, sillas de ruedas y otros aparatajes necesarios para la movilidad de los bebés y de menores con necesidades especiales, algo que difícilmente puede realizarse en núcleo urbano. Por ejemplo, resulta difícil que niños con oxigenoterapia o respirador puedan pasear por la ciudad y compartir un ocio más normalizado en parques y jardines teniendo cerca su servicio de enfermería y pediatra”.
La Comunidad de Madrid, sin embargo, se limitó a mandar un comunicado a este periódico explicando el por qué de su decisión con una “reorganización de los centros destinados a la atención de los menores tutelados para optimizar los recursos”. Explicaba, además, que de tres centros públicos de acogida de 0-6 años, se pasará a dos. La Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS), organismo adscrito a la Consejería de Familia, Juventud y Política Social, planificó esa estrategia “y está iniciando distintas obras para adecuar diferentes espacios, con el objetivo principal de adaptar sus centros a la realidad actual y mejorar la atención de estos menores”, decía en la nota.
La Administración argumentó entonces, y se mantiene firme ahora, que quiere dar prioridad a que los menores de 0-6 años residan con familias acogedoras, algo que ya exige la ley desde 2015 de forma expresa, siempre que sea posible, sobre todo para menores hasta los seis años. Está “recomendado” que los mayores de esa edad pasen en un centro un máximo de dos años. Pero muchos viven allí hasta que cumplen los 18, momento en el que dejan de estar bajo el paraguas de la Administración y deben elegir entre volver con sus familias biológicas o buscarse la vida.
Según datos de la consejería, a finales del año pasado había en la región 3.696 menores en acogimiento. De ellos, 1.357 estaban en lo que se denomina “familia extensa”, es decir, con personas que guardan un grado de parentesco con el menor, y 947 en “familia ajena”. El resto, en centros de primera acogida, residencias o pisos tutelados.
“Sabemos de la necesidad de la Administración de contar con políticas que optimicen los recursos públicos y, precisamente por ello, le pedimos que aproveche al máximo la dilatada y elogiada experiencia y trayectoria de este equipo y proyecto”, suplican los trabajadores. Lo hacen ya como acto desesperado, porque ya han comenzado con pequeñas obras. Un dinero, dicen, que se podría destinar en “pensar en la salud de los más pequeños”. Sobre todo teniendo en cuenta que, en las últimas semanas, han ingresado dos bebés, uno de cinco días y otro con seis meses, “porque no tenían otro sitio donde llevarlos. Ni familias acogedoras, ni otros centros”, explica Covadonga Díaz, una de las educadoras de La Casa de los Niños, que trabaja allí desde hace 22 años. Y, se prevé, además, el ingreso de otro bebé de dos meses para la próxima semana, “enfermo, con aparataje y medicación”.
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