_
_
_
_
_

De la terapia contra la anorexia a examinarte de Selectividad en el peor año de tu vida

La línea entre el éxito y el fracaso es muy fina entre los alumnos como Sonia, que acuden a las pruebas con trastornos, depresión o problemas de estrés y ansiedad

Una joven estudia en su cama para preparar el examen de selectividad.Foto: DAVID EXPÓSITO | Vídeo: DANIEL CASTRESANA/EDUARDO ORTIZ

Tal día como hoy, Sonia está delante de unos folios. Es su gran reto del año. Sabe que acude al examen de Selectividad en inferioridad de condiciones. Por eso le sudan las manos y le tiemblan las piernas. Ha sido un mal año, el peor año de su vida: dos meses hospitalizada, uno de ellos en casa, un trimestre sometida a medicación, sin poder concentrarse. Atrás quedaba un expediente académico brillante, aunque ha logrado aprobar el curso de milagro. Pero no quiere abandonar. Quiere aprobar la selectividad. Parecerá que es una más entre los 38.000 estudiantes que en Madrid se presentan entre el lunes y el jueves a estas pruebas. Pero, no, Sonia no es una más.

Porque el pasado 4 de marzo sus padres la llevaron a urgencias y ya no apareció por el colegio el resto del curso. Sufría una anorexia severa y la correspondiente depresión. Sonia no entró en los protocolos antisuicidios de los colegios e institutos porque no dio tiempo. La ingresaron antes, cuando se desmayó y perdió el conocimiento. Estos protocolos se han disparado en Madrid. En mayo se habían abierto más de 600 en los centros educativos de secundaria, muy lejos de los 200 del año anterior, según los datos aportados por la asociación de directores de Madrid (Adimad). Ese ha sido el síntoma más evidente de la situación más extrema en lo emocional que han vivido los centros. Un curso lleno de miedos en el profesorado y de angustia entre el alumnado. Trastornos alimenticios, trastornos obsesivos compulsivos, los relacionados con el trauma y el estrés, los de personalidad, depresiones, ansiedad…

Esta es la historia de Sonia, a la que se le juntó todo. La pandemia, los estudios que quería llevar perfectos, la obsesión por conseguir un cuerpo de escándalo y, claro, la edad y el querer tener éxito con los chicos. Ahora piensa que ya lo tenía, pero no se daba cuenta. Siempre había sido una chica sociable, alegre, habladora. Y muy inteligente. Tenía un expediente plagado de sobresalientes. Se ha convertido en una adolescente introvertida, callada y apagada. Ya no liga. Y sufre el estigma de la salud mental. “Mis amigos lo han entendido cuando se lo he contado, pero prefieren no hablar del tema. Hacen como si nada hubiera pasado”, lamenta. Instagram. TikTok. YouTube. De ahí sacó hace casi un año su obsesión por conseguir el cuerpo 10: esbelto, delgado, atlético. Todo lo que creía que ella no era.

Tiene 17 años, es alta, mide 1,75, pelo castaño, morena y guapa. Y siempre ha tenido un cuerpo normal, tirando a delgado. Aunque lo cierto es que lo que veía en el espejo le devolvía una imagen completamente distorsionada: gorda, horrorosa, con muslos y piernas de elefante. Llegó a pesar 44 kilos. Y aún así se veía gorda. “En la cuarentena tuvimos mucho tiempo para pensar, para vernos…”, piensa en voz alta tras salir de la terapia a la que asiste semanalmente en el hospital Niño Jesús de la capital.

Uno de los pasillos en la facultad de Odontología de la Complutense de Madrid, durante una jornada de Selectividad de este año.
Uno de los pasillos en la facultad de Odontología de la Complutense de Madrid, durante una jornada de Selectividad de este año. DAVID EXPÓSITO
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La psicóloga clínica que la atiende, Cristina García, trata a otras 40 chicas como Sonia. La enfermedad que sufre es tan variable que su tratamiento durará entre cuatro y cinco años. “Es posible la recuperación, pero el proceso es largo y la primera fase, en la que se encuentra ella, es la más complicada”. La especialista cuenta que Sonia cumple el perfil de las adolescentes que acaban cayendo en ese agujero negro. “Suelen ser muy perfeccionistas, inteligentes, autoexigentes”. Y eso también se convierte en un problema mayor cuando aflora en un curso como segundo de bachillerato, el que tanto tiempo han tenido en el horizonte para decidir cuál iba a ser su camino en la vida. En ese horizonte estaba siempre la prueba de selectividad.

Y ahí están los folios sobre la mesa. Se examinaba el lunes, este miércoles y este jueves. Quienes le rodean desconocen si Sonia acude a la prueba en igualdad de condiciones. Antes de entrar a la facultad, habrá tomado un menú medido por el hospital y no podrá hacer deporte durante el tratamiento. Además, deberá descansar después de cada comida. Le cuesta horrores hacer esto, pero sabe que es lo que debe hacer. “Esto te arruina la vida”.

Han intentado trabajar con ella y con chicas como ella “el sentimiento de culpa, a manejar la ansiedad” y les han explicado que hay “más opciones” que la Evaluación para el Acceso a la Universidad (Evau), explica su psicóloga. Sonia es de las que tiene un sentimiento de culpa muy acentuado. Iba tan bien hasta hace unos meses que se fustiga por haberse puesto enferma durante este curso. Por eso intentó sacar los exámenes del tercer trimestre, aunque la falta de nutrición y la ansiedad le provocaban algo que nunca le había pasado y que la doctora explica que es muy común entre estos enfermos: no podía concentrarse. El hospital le propuso a su colegio que hiciera los exámenes allí, con la vigilancia de un profesional, el centro aceptó y consiguió sacarse el curso. Su nuevo horizonte, esta semana con tres días de exámenes, se ha convertido ahora en el gran caballo de batalla.

“Cuando estaba ingresada me daba rabia pensar que mis amigos podían avanzar y yo no. Me fastidia mucho esto porque si no me hubiera pasado podría haber estudiado”, reconoce Sonia. Quiere matricularse en Magisterio. Es su sueño. Pero no sabe si lo va a conseguir.

Todos esos sentimientos, todas esas reflexiones están en su cabeza. Intentará evitarlos mientras escribe en el examen.

Una joven repasa sus apuntes para Selectividad en la facultad de Odontología.
Una joven repasa sus apuntes para Selectividad en la facultad de Odontología. DAVID EXPÓSITO

Durante estos días, Sonia tiene que rodearse de sus compañeros, controlar la ansiedad, sentada en un pupitre, y concentrarse en los exámenes que evalúan un curso atípico. No hay nada pensado para controlar a estos chicos. Lidian con su enfermedad como pueden. “Tanto en los que preparan la Evau como los exámenes finales de cuarto de la ESO, lo más frecuente no es la incapacidad cognitiva, sino la inseguridad de enfrentarse a una prueba desconocida”, señala Victoria Muñoz, directora de la escuela habilitada en el interior del hospital Gregorio Marañón.

Por eso, lo más importante es darles cariño, como hacen en primaria los maestros. “Aunque la palabra amor está en desuso, es lo que mejor funciona, acercarte a ellos y ganarte su confianza, esa es la clave del éxito”. En el Hospital Gregorio Marañón, que cuenta con una unidad de psiquiatría juvenil con 20 camas para chavales de 12 a 17 años, hay un aula física donde se dan clases. Allí se ubica el “colegio”, donde profesores atienden a pacientes con trastornos de salud mental y otras dolencias. También pasa en el Niño Jesús, donde estudiantes como Sonia han podido mantenerse conectadas a sus estudios.

Otros como ella lo intentaron antes, en otros años, y no lo consiguieron. Es lo que quiere evitar García, la psicóloga de Sonia, en las terapias. Hacerle entender que estas pruebas son importantes, pero que hay que relativizarlas.

El PAÍS ha asistido a una terapia con dos personas que no lograron pasar las pruebas y tienen la sensación de haber fracasado. “Vienen muy obsesionados por la titulitis, y esa sensación de que sin carrera universitaria no son nadie”, dice Daniel Jiménez, psicólogo de la asociación fundación AMAFE. “La sociedad y la competitividad generalizada les conducen a verse como fracasados si no alcanzan los objetivos que muchas veces ellos, otras la familia y otras, incluso los profesores, esperan que consigan”.

A la charla asisten Alejandra, de 27 años, y Ana, de 21. Las dos soñaron con aprobar la Evau, pero ninguna ha logrado ser universitaria. No significa, ni mucho menos, que tener una enfermedad de salud mental impida a estos chicos alcanzar sus metas, según explican los especialistas. Pero si sufren una de estas enfermedades en un momento académico clave y no saben gestionar lo que les ha pasado, acaban abandonando los estudios o los estudios les acaban abandonando a ellos.

Durante la conversación, las dos pacientes reflexionan sobre el estigma que esto supone y cómo cada una ha tenido que rehacer de golpe las expectativas de su vida debido a sus problemas de salud mental. “Gran parte de las terapias que hacemos con los adolescentes con problemas de salud mental consiste en ayudar a hacer un duelo de estas expectativas para luego actualizar y reformular los objetivos vitales”, dice el psicólogo David Jiménez.

Ana, con un expediente impoluto, sufrió un brote psicótico en primero de bachillerato, curso que repitió. Durante dos años y medio acudió al hospital, donde pasó por tres psiquiatras distintos y se le diagnosticó esquizofrenia. Y no fue la universidad. En estos momentos trabaja como administrativa mientras se plantea el siguiente paso. Lo mismo le pasa a Alejandra, que trabaja como conserje en un bloque de viviendas: “Cuando rellenas el currículum y no puedes poner nada a pesar de todo el sacrificio, da la sensación de que no has hecho nada y no es así”, lamenta Alejandra.

Sonia está ante el papel. Su mayor deseo es conseguir entrar en la Universidad y llegar a ser profesora. “No tengo ningún otro plan. No quiero pensar qué pasará si no lo consigo. Prefiero enfocarme en esto y cruzar los dedos...”.

Por tantas y poderosas razones, Sonia no es hoy una alumna como los demás. Tampoco es la única en esa situación. Se han abierto más de 600 protocolos antisuicidios y muchos alumnos, no están ni contabilizados. La salud mental ha entrado de lleno en las aulas. El triunfo será doble si lo consiguen.

Si necesitas ayuda:

  • Teléfono de la Esperanza: 717 003 717
  • Programa de prevención, divulgación y formación de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio: www.prevensuic.org
  • Web para problemas de salud mental en jóvenes. Mind-u.cat
  • Asociación para la prevención del suicidio La niña amarilla.
  • Fundación Anar: www.anar.org. Teléfono gratuito de ayuda a menores: 900 20 20 10

Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_