Élite sanitaria en Madrid en peligro de extinción
Años en unidades especiales, operaciones complejas, investigaciones de lustros... Un bagaje que contará poco en las oposiciones que prepara la región madrileña para atajar la temporalidad de los médicos
Pocas veces la profesión médica se ha mostrado públicamente tan enfadada. Y pocas veces lo ha hecho tan unida.
Que algo falla en el sistema cuando el 52% de los médicos hospitalarios de Madrid trabaja con contratos temporales (eventuales o interinos) ya no es un secreto. Lo ha advertido la Unión Europea, lo ha ratificado España con una ley exprés y no lo han negado las comunidades autónomas. Tampoco la región madrileña, que ha prometido un plan (propio) para cambiar esa realidad mediante la organización de unas oposiciones que tocan a 46 especialidades, unos exámenes que supondrán una plaza fija para 4.725 facultativos. Ese podría haber sido un gran paso para resolver un grave problema: de 11.970 médicos, 6.215 son eventuales o interinos. Pero ese posible gran paso ya no es suficiente. El enfado ha llevado a los sanitarios a acorralar al Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso para que tome cartas en el asunto: o cambia de estrategia, o se enfrentará a una demanda colectiva liderada por el Colegio de Médicos de Madrid (Icomem) y lo que es aun peor, con una huelga.
La razón del descontento tan generalizado tiene que ver con las raíces del sistema: Madrid ha sacado escasas Ofertas Públicas de Empleo (OPEs) durante décadas, ha vivido cómodamente de la temporalidad, los médicos se han especializado, han adquirido prestigio y éxitos profesionales y, ahora, tras 10, 15 ó 20 años de carrera, pretenden que se sometan a una oposición con un temario general, tipo test, en competencia con licenciados recién salidos de las residencias, acostumbrados a ese tipo de exámenes. Y también para competir entre sí. Misma especialidad, aunque con los años centrados en materias completamente opuestas. El riesgo es que la mitad de las plantillas de los hospitales corren el peligro de cambiar. Y eso puede acarrear décadas de retraso científico.
“Tal y como está diseñada la OPE lo que van a hacer es meternos a todos en un saco, lo van a remover y lo van echar encima de una mesa. Y cada uno terminará donde termine”, explica el neumólogo Rodrigo Alonso, del Hospital Doce de Octubre. ¿Qué significa eso? Pues que el especialista de una unidad única de un centro concreto, acabará en otro donde esa unidad no existe, aunque siempre existe la opción de la comisión de servicios, algo que, de entrada, nadie puede asegurar. “Por ejemplo, alguien experimentado en esclerosis lateral amiotrófica (ELA) puede acabar pasando consulta en la de un experto en fibrosis quística. Los dos son neumólogos, sí, pero llevan años especializándose en los suyo”, explica. “No es una cuestión de justicia o injusticia. Es cuestión de que no es eficaz porque ambos necesitarán tiempo”.
El Icomem ha elaborado un manifiesto para que se ponga en marcha una convocatoria extraordinaria en la que se tengan en cuenta los méritos de los médicos que trabajan desde antes del 1 de enero de 2016. Algo parecido a lo que ya se hizo en España en 2001, cuando el Estado tenía las competencias. Era una manera de poner el contador a cero. Y ahora, 21 después, todo sigue igual. O peor.
El Gobierno central tramitó el pasado diciembre una ley que permite a las regiones acogerse a procesos de empleo basados en los méritos. Madrid prefirió ir a la contra y organizó sus OPES a la antigua usanza, un modelo que por otra parte no existe en ningún país europeo.
La pérdida de capital humano puede mermar gravemente la eficacia de la sanidad pública madrileña: proyectos científicos de primer nivel, carreras profesionales brillantes, unidades especializadas de referencia internacional están ahora mismo en el aire. Como son los casos siguientes.
Gonzalo Zeballos. Neonatólogo. Hospital Gregorio Marañón. Fue uno de los médicos involucrados en la operación pionera que en 2018 salvó la vida de Carla, un bebé que nació con una malformación cardiaca. La recién nacida extremeña recibió el primer trasplante con sangre de grupo incompatible realizado en España. Tras años de especialización en cardiopatías de neonatólogos, fue uno de los facultativos encargados de supervisar el postoperatorio. Este procedimiento representó un paso más en su hiperespecialización, que comenzó en 2007 cuando se inició su periplo de contratos eventuales en su puesto de trabajo en el Gregorio Marañón. Consiguió ser interino en 2015 gracias a un proceso de selección en el que se valoró su experiencia. En su unidad, de referencia en España, hay 22 adjuntos de los que 14 no tienen plaza fija. “Unidades como estas son muy específicas, con un nivel de complejidad muy alto y extremadamente especializadas. Llevo 17 años dedicado plenamente a esto, por no hablar de los proyectos de investigación en los que estoy involucrado”, explica.
José López-Sendón. Neurólogo. Hospital Ramón y Cajal. Sus últimos 14 años están ligados a la enfermedad de Huntington. Se trata de una condición genética degenerativa que afecta a unas 4.000 personas en España. Ha encadenado contratos temporales desde 2007 y está en situación de interinidad desde 2015. En estos años ha logrado financiación para diversos proyectos sobre la patología en la que es experto y que peligrarían en caso de que no obtuviera su plaza. “Son cientos de miles de euros para proyectos en los que soy el investigador principal. Se trata de ensayos clínicos de alta complejidad y no puedes cambiar a los médicos en medio del proceso”, señala. No es un caso único: de los 20 neurólogos de su hospital, que tiene una unidad de referencia nacional en enfermedades raras con trastornos del movimiento, solo hay seis con plaza fija. “Cuando te vas especializando, dejas atrás una serie de conocimientos y refuerzas otros específicos. Hace falta una estabilidad para estudiar de la que careces si ya estás dedicado a muchos otros proyectos. Además, no puedo hacer un parón en medio de las investigaciones para dedicarme a sacar una oposición, hay cuestiones que tienen que resolverse inmediatamente”, explica.
Iago Justo. Cirujano general. Hospital Doce de Octubre. Uno de los grandes hitos médicos de la especialidad de cirugía se vivió hace relativamente poco en el Doce de Octubre. Forma parte de la unidad de transplante de hígado, donde cuatro de nueve médicos son interinos. Es el único centro de todo el país que realiza transplante multivisceral y de intestino en adultos, una operación de altísima complejidad. Hace unos meses, les llegó un paciente remitido desde Canadá. “Eso solo lo pueden hacer aquí porque este centro es referencia para España y Portugal”, explica. El paciente estuvo dos meses ingresado hasta que llegó la operación de su vida, de casi 12 horas. Los médicos le abrieron y le introdujeron a la vez un estómago, un intestino, un páncreas y un hígado. “Es una actividad que nosotros no podemos hacer fuera de un centro como este, en ningún otro hospital del país. Es un conocimiento que he adquirido con el tiempo que creo que es una pena que se pierda”, argumenta Justo, que se formó en Oxford y Miami solo para realizar ese tipo de operaciones. En el Hospital Doce de Octubre, y en España, solo se han tratado ocho casos como ese. Su equipo además ha realizado 13 trasplantes de fascia, una membrana fibrosa de tejido conectivo que envuelve los músculos, forma las cápsulas articulares, los tendones y los ligamentos. No es un dato cualquiera: hay menos de 100 casos en todo el mundo. “¿Puede llegar otro y hacerlo bien? Seguro. Pero se va a tener que formar”.
Valentín García Gutiérrez. Hematólogo. Hospital Ramón y Cajal. Se dedicó el año pasado a investigar cómo afecta la vacuna del covid a los pacientes oncológicos de su área. De hecho, era el investigador principal de este Proyecto Investigador de Salud (FIS) a nivel nacional. Forma parte del equipo de trasplante y es miembro de la junta directiva del Grupo Español de Leucemia Mieloide Crónica y el Grupo Español de Neoplasias Mieloproliferativas Filadelfia Negativas. También pasa consulta en el Ramón y Cajal, claro. Lo extraño en otro país sería que alguien con su currículum todavía fuera interino, ya que ha completado su formación en centros extranjeros como el Servicio de Hematología del Hospital MD Anderson Cancer Center (Houston, EE UU), Memorial Sloan Ketteriing Cancer Center (Nueva York, EE UU) o el Instituto de Nutrición en la Ciudad de México (México). Ha sido coordinador de cinco proyectos de investigación en los que se encuentran cuatro ensayos clínicos fase II dotados con financiación superior al millón y medio de euros. Y ha participado como investigador principal en más de 25 ensayos clínicos. “Todo eso se va a ver comprometido, porque tengo que ponerme a estudiar la oposición”, lamenta. Y no es que le importe ponerse a hincar codos, insiste, pero sí que evalúen solo por conceptos generales.
Javier Torresano. Oftalmólogo. Hospital Gregorio Marañón. Para un paciente con diferentes dolencias, el recorrido constante por varios especialistas es un pequeño calvario. El Gregorio Marañón puso en marcha en 2019 el Ceimi, acrónimo de Centro de Enfermedades Inflamatorias Mediadas por la Inmunidad, con el fin de aglutinar en un mismo espacio a varios especialistas para pacientes con varias patologías. Javier Torresano es oftalmólogo de este servicio, al que la Comisión Europea reconoció como centro referente de buenas prácticas en 2021. Además, junto con otra compañera, es el único del servicio de Oftalmología que atiende a bebés prematuros con riesgo de ceguera. Ambos son interinos desde 2017. “Hay otros puestos más generales que son más fáciles de cubrir, pero estos dos en concreto plantearían más dificultades”, reconoce el facultativo. Al año ven a unos 100 neonatos con afecciones oftalmológicas, muchos derivados de otros centros. “Te centras en tu rinconcito de la medicina, te especializas mucho y eso se consigue a base de ver muchos niños”.
Ana Hernández Voth. Neumóloga. Hospital Doce de Octubre. Acumula experiencia e investigaciones científicas en el hospital desde 2014. Por supuesto, como temporal. Con experiencia en Alemania, se ha convertido en una pieza clave de varias unidades como la de patología muscular, la de ventilación mecánica o la de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Unidades como esta última, además, solo hay dos en Madrid que se denominen “multidisciplinar”, en el Hospital La Paz y en el suyo, donde dos de los tres neumólogos tienen la categoría de temporales. “Si con la OPE cambiamos las fichas… tendría que empezar de cero. Es absurdo. ¿Y quién paga eso? La gente”. Ella aconseja a medicos de Bélgica que le consultan, por ejemplo, porque su equipo se ha convertido en referencia. “Lo que pedimos es que nos dejen hacer lo que ya sabemos hacer y que funciona muy bien. No por nosotros, que vamos a seguir teniendo trabajo, sino por los propios pacientes”.
Rodrigo Alonso Moralejo. Neumólogo. Hospital Doce de octubre. Lleva 15 años sin parar en el Doce de Octubre, todos como temporal. Y desde 2013, en la unidad de transplante pulmonar, donde se realizan entre 40 y 50 operaciones de este tipo todos los años. La mitad del equipo, formado por cuatro neumólogos, está en su situación, lo que significa que de aquí a que se presente al examen, probablemente finales de año, la mitad de esa unidad puede cambiar. Se caracteriza, tanto él como el equipo al que pertenece, por atender a la mayor cantidad de pacientes con hipertensión pulmonar de toda España. “Es una enfermedad rara”, explica, “por lo que atendemos a más de la mitad de los pacientes que la sufren de toda España”. También se formó en Melbourne (Australia). “Podríamos haber trabajado de 8 a 15.00″, dice, sobre la labor médica que realizan cuando entran en un hospital. “Pero no lo hemos hecho porque nos gusta esta profesión, nos gusta investigar y nos gusta ofrecer a los pacientes la medicina más actualizada posible”. Por eso, continúa, cuando entran en una unidad no se dedican solo a pasar consulta, sino que se especializan para dar lo mejor de sí mismos.
Cristina Tordable y María López. Cirujanas pediátricas. Hosptial Doce de Octubre. Cristina Tordable consiguió su contrato como interina a principios de abril de este año. Desde 2016 ha encadenado contratos temporales. Desde el principio de su carrera se especializó en patologías para las que se han acabado creando unidades de referencia en su hospital, el Doce de Octubre. Tordable es experta en extrofias vesicales, un defecto de nacimiento por el que la vejiga crece fuera del feto, y en uretra compleja. En el centro hospitalario hay dos urólogos pediátricos, además de ella. Uno de sus compañeros es interino como ella, y el otro es el jefe, que tiene 67 años. “Si ninguno de los dos obtiene esta plaza, ese centro de referencia se desmantela. Son muchos años formándose para tratar patologías muy específicas que solo se ven en cinco hospitales en España”. Ellos atienden a alrededor de 40 niños al año con extrofia vesical, lo que da una idea de lo rara y específica que es la patología. Además, realizan alrededor de 60 operaciones en niños afectados por uretra compleja al año. “La única formación que tienes es la experiencia de haber visto muchos casos, porque si no, cuando te enfrentas a esa cirugía, no sabes ni por dónde empezar”, relata.
La situación de su compañera María López es semejante, con 15 años de contratos temporales a sus espaldas. Está especializada en enfermedades de las vías respiratorias en una unidad compuesta por dos interinos y el jefe, también en una edad próxima a la jubilación. Son punteros en la implantación de prótesis en las vías aéreas y en cirugías mínimamente invasivas en pacientes pediátricos. “Hay una cosa importante: después de tantos años, el paciente está esperando verte a ti en la consulta”, recalca López. “Todo el mundo al final se va a formar, pero es necesario que se vaya pasando el testigo. “Nosotros tenemos pacientes que vemos de recién nacidos hasta los 16, y si tienen problemas de adultos, los seguimos tratando en este hospital”, agrega su compañera.
Milagros Sancho. Intensivista. Hospital Gregorio Marañón. La doctora Milagros Sancho, intensivista del Gregorio Marañón, lleva 20 en este servicio en el que se ha especializado, por ejemplo, en la atención a pacientes que siguen terapias de células CAR-T, un tipo de inmunoterapia muy novedosa para enfermos de cáncer. También es experta en los protocolos de sepsis y de ECMO, que permite sobrevivir a pacientes con los pulmones o el corazón en un estado muy grave. “Ahora nos van a hacer estudiar un temario en el que entran, por ejemplo, grandes quemados, que es algo que llevan en La Paz”, prosigue. De los 17 facultativos de su unidad, solo tres son fijos, y dos de ellos son jefes. “Van a evaluar un trabajo que llevo haciendo más de 15 años con un test”. “Me gusta mucho mi trabajo y disfruto con ello, si no gano mi plaza, tendré trabajo, pero quiero seguir aquí en el hospital que me ha dado toda la experiencia que ahora aplico a mis pacientes”, remata.
Luis Aguilar-Gisbert. Urólogo. Hospital Doce de Octubre. El doctor Aguilar es especialista en cirugia endoscópica del riñon y de las vías urinarias y tratamiento de los cálculos urinarios. En su hospital, donde trabaja desde hace ocho años, pertenece a una unidad de litiasis y endourologia y otra de litiotricia, una técnica poco común que se lleva a cabo con aparatos especiales con ondas de choque para acabar con cálculos renales complejos. Si él y su compañero, ambos temporales, cambian de hospital tras las oposiciones, esa unidad desaparecerá del todo, porque su jefe, el único con un puesto fijo, se jubila en uno o dos años. Una pena. Su unidad también ha realizado una operación poco común: injertaron la mucosa bucal de un paciente para reconstruir su conducto del uréter obstruido. “Eso produce problemas en el riñón porque no se vacía la orina, así que se realizó esta operación muy meticulosa sin tener que abrir la tripa del paciente. Y todos los que participaron eran temporales”, añade. El equipo del doctor Aguilar realiza unas 200 cirugías endoscópicas al año y unas 100 de litotricias. Si cambian al equipo, se tendrá que empezar de cero.
Javier Martín y Marina Parras. Urgenciólogos. Clínico San Carlos y el Infanta Sofía. Si hay un lugar en el que la vida y la muerte depende de la rapidez de las decisiones es una sala de Urgencias. Javier Martín, médico del Clínico San Carlos, y Marina Parras, facultativa en el Infanta Sofía, llevan 20 años respectivamente actuando en cuestión de segundos con los pacientes que llegan a sus camas. “Los médicos de Urgencias tomamos decisiones a diario y una decisión puede condicionar la historia natural de la enfermedad. Si queremos asegurar una atención sanitaria de calidad, es muy importante cuidar a los que cuidan”, resalta Martín, que además de su labor asistencial, en estos años ha publicado más de 300 artículos científicos, ha dirigido una decena de tesis doctorales y coordina un grupo de investigación en su hospital. “Algunos infartos tienen los síntomas que has aprendido en los libros, pero otros pacientes presentan un dolor de muñeca. Que cada paciente es un mundo lo aprendes después de años viendo dolores lumbares o tocar muchas tripas”, apunta Parras. La carrera de esta doctora comenzó con decenas de contratos temporales. 20 años más tarde, trabaja en un servicio de 28 personas en el que solo hay dos con plaza fija. Entre La Paz, su anterior hospital, y el Infanta Sofía ha vivido la avalancha de heridos del 11-M, la crisis del ébola y, por supuesto, la pandemia. Ahora siente que todo eso no cuenta, ante un examen en el que entran materias que después no se atienden en su servicio, como Pediatría y Oftalmología. Martín resume en una frase el panorama: “Siento que mi carrera profesional es un edificio bonito en el que los cimientos son de papel”.
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