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AQUÍ SÍ HAY PLAYA
Columna
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El pájaro de los días laborables

Las navidades están bien, pero, no sé ustedes, yo estaba deseando que llegaran los días de diario

Una mujer pasa por delante de una tienda que anuncia rebajas este viernes en el centro de Madrid tras las fiestas navideñas.
Una mujer pasa por delante de una tienda que anuncia rebajas este viernes en el centro de Madrid tras las fiestas navideñas.Víctor Sainz
Antonio Jiménez Barca

Escribo esto minutos después de que se acaben las navidades. Si, digamos, se inician el día del sorteo del Gordo, podemos convenir que terminan en cuanto finaliza el del Niño. De lotería a lotería. Como en el juego aquel de la Oca en el que uno salta de casilla en casilla. A otra cosa. A otro año. Atrás quedan las reuniones anuladas por los familiares confinados o aislados o atemorizados. Atrás quedan las compras de regalos, las cenas con amigos celebradas en terrazas heladoras al aire libre por miedo a los contagios. Atrás queda la melancolía algo adictiva que arrastran siempre esos días especiales, que yo creo que los carga el diablo. No sé ustedes, pero yo estaba deseando que volvieran los días de diario.

Hay una novela extraña e hipnótica de Haruki Murakami titulada Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. En ella se habla, efectivamente, de un pequeño pájaro desconocido que, cuando se posa en la rama de un árbol cercano, se le oye haciendo un ruido que no es un canto ni un gorjeo, sino un cri-cri característico, idéntico al que se produce cuando alguien da cuerda a un aparato o a un muñeco mecánico. La historia cuenta que si este pájaro no existiera o no hiciera lo que hace, el mundo no se movería. Y prosigue asegurando que esto nadie lo sabe, porque todos imaginamos que el mecanismo que hace funcionar el mudo es enorme, potente y complejo y que hay que manipularlo con una mano férrea igual de poderosa y esforzada. Pero no es así, según Murakami: “La verdad es que el resorte que lo hace funcionar es tan sencillo como un juguete de cuerda”.

Pienso en ese pequeño pájaro y en esta historia que no acabo de entender del todo y calculo que dentro de dos días estaremos ya en la casilla ordinaria del primer lunes laborable de enero de este nuevo año. Soportamos aún no solo un empacho de dulces y de comida, sino también de grandes deseos concebidos en ese tiempo en suspenso que son las vacaciones. Hace falta mucha fuerza para mover esa pesada rueda de promesas hechas a uno mismo. Hace falta, como diría Murakami, una mano férrea para acometer las predicciones y los planes, individuales y colectivos, que nos hemos hecho casi todos y que puede que cumplamos, pero puede que no.

Para saberlo, nada mejor que ponernos en marcha poco a poco, despacio, cada uno desde nuestra casa y nuestra calle, después de escuchar al pájaro que da cuerda al mundo. Tal vez eso quiera decir esta historia. Porque tal vez esa sea la única manera de mover efectivamente el mundo hacia el lado que queremos. Por eso, las navidades están muy bien, pero, como decía Gil de Biedma en un verso memorable que me gusta mucho repetir, “quizá, quizá tienen razón los días laborables”.

Feliz año nuevo.



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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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