Jóvenes músicos recrean el concierto de año nuevo de Viena en la capital
La orquesta de cuerda Madrid Festival Orchestra recupera la tradición austroalemana de valses y polcas en el Teatro Pavón
Nueve violines y cinco violonchelos conforman la Madrid Festival Orchestra, un grupo de música sinfónica en la que la media de edad de los participantes ronda los 27 años. “Compás 35 y volvemos al principio. Cuidado con los saltos”, apunta su director Albert Skuratov durante el ensayo en la Parroquia del Virgen del Camino en Villalba. El ruso, de 33 años, dirige a los 20 artistas que tocan instrumentos de cuerda desde 2018. “El trabajo de director no tiene fecha de caducidad”, explica el joven. Y lo compara con el vino, que “con los años se vuelve mejor”. La orquesta actúa este domingo por la tarde en la Clásica del Teatro Pavón para aquellos que no pudieron ir a Viena.
El repertorio sigue la tradición austroalemana de vals y polcas del legendario Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, un gran concierto sinfónico que se hizo por primera vez en 1939. Entre las piezas que interpretará este grupo se encuentra el concierto de Brandeburgo número 3 de Bach, la Suite de la época de Holberg de Grieg, La Bella Durmiente de Chaikovski, El Danubio Azul de Strauss y Las Cuatro Estaciones de Vivaldi.
El director creó este ciclo musical al que tituló El viaje en el tiempo porque recorre todas las épocas de la música clásica desde el siglo XVII. “La música navideña es muy especial. Son piezas espiritualmente adecuadas para estas fechas”, explica Skuratov. Tras haber actuado en el Teatro Auditorio Revellín en Ceuta junto al maestro Luis Cobos el pasado mes de diciembre la orquesta se instala en Madrid. “Esta vez hemos tenido suerte porque nos ha contratado una mánager”, dice.
El artista es autónomo y creó su propia orquesta hace cuatro años: “Nosotros arreglamos los locales para no tener que pagar el alquiler. Es extremadamente complicado montar algo así sin ningún tipo de financiación”. A los obstáculos económicos se le suma el hecho de que no puedan garantizar una cantidad cerrada del caché, por lo que cobran por el número de entradas vendidas en la taquilla. Esto dificulta la participación de algunos de los músicos: “Tenemos un grueso de personas que siempre vienen, pero la gente se decanta por otros proyectos donde se cobra más porque necesitan vivir”.
La mayoría de los integrantes provienen de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, una de las más prestigiosas de Europa. Allí se conocieron todos. El director llegó a España en 2005 para estudiar en este conservatorio privado la carrera de violín. Skuratov creció entre partituras. Su padre es director de orquesta y su madre violinista. “Con cinco años nadie me preguntó qué quería ser. Me dieron directamente el violín”, cuenta.
Afincado en Madrid desde hace más de 17 años, el ruso ha tocado en diferentes orquestas de la capital. Trabajó en la Fundación Excelentia, con la que debutó en el Auditorio Nacional y el palacete de los Duques de Pastrana. En 2013 formó parte del ballet y la orquesta nacional. El último escalafón de su carrera profesional llegó hace un mes, cuando consiguió una plaza como violinista en la orquesta del Teatro Real.
El director comparte trayectoria con los músicos de la orquesta: “Algunos logran buenas plazas en algunas orquestas, pero todos tenemos el sueño de que ojalá un día también podamos vivir de la Madrid Festival Orchestra”. Los miembros se reúnen asiduamente en diferentes sedes para ensayar. Entre ellas, la iglesia de Torrejón de Ardoz, el centro de AIE (Sociedad de Artistas Intérpretes o Ejecutantes de España) y la Fundación Instante en Embajadores.
Fue en esta última sala donde su compañero Sebastián Madrigal decidió incorporarse al grupo hace un año. El violinista, de 23 años, visitó uno de sus ensayos. “Me gustó porque no era como las otras orquestas, que son todo normas cargadas y agobiantes. Repetir y repetir. Aquí todo el mundo está relajado y te lo pasas muy bien porque hay mucha libertad”, cuenta el madrileño.
El joven empezó a estudiar violín cuando tenía siete años y terminó la carrera hace dos. Ahora, está estudiando la de piano y lo compagina con la orquesta. Su padre es pianista y su madre estuvo en el ballet nacional. “Era imposible que no me dedicara a algo artístico”, asume. Madrigal augura un futuro complicado: “Es difícil porque en Madrid hay muchos músicos y no hay demasiado trabajo. Cuando acabas la carrera, solo tienes dos opciones: intentar entrar en una orquesta o ser profesor”. El director coincide con su amigo: “Los instrumentistas tienen que disparar desde muy jóvenes”.
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