Navidad, próspero año y felicidad
Este año se presenta difícil, otra vez. Aun así, voy a ser la optimista del grupo y deciros que en esta vida hay que celebrar todo lo que se pueda, cuando se pueda, como se pueda
Este año hemos decidido que solo vamos a hacer regalos a los peques. Que al final con la tontería de los “detallitos” acabas en la cuesta de enero, febrero… “¡Qué chorreo!”, decía mi madre. Navidad es una época del año que me encantaba, sobre todo cuando mis primos eran pequeños y vivía mi abuelo.
Recuerdo que una vez cumplidos los dieciocho, mis padres ya me dejaban salir en Nochebuena, pero me obligaban a estar el veinticinco en casa de mi tía, a la una del mediodía. ¿Veis dónde está el problema, no? La parte del pica pica, genial, yo allí ya me hubiera ido a dormir, pero mi tía es de las que pone sopa de marisco, primer plato y segundo plato… así que para cuando llegaban los postres yo ya tenía la cara aplastada contra los turrones.
Me iba poco a poco “a la descui” a sentarme en el sofá con la manta, para ir diciendo “ya ves” de vez en cuando como si atendiera a la conversación y seguir durmiendo. Entonces mi abuelo se sentaba a mi vera, me cogía de la manita, me miraba con sorna y ya sin disimular me ponía a dormir con la cabeza apoyada en su hombre. Y a ver quién tenía el valor de decirme nada. Hay miles de fotos mías del día de navidad durmiendo sobre el hombro de mi abuelo. Por eso la navidad no volvió a ser la misma cuando él faltó.
Mi primo tocaba el piano, mi tía cantaba y mi prima pequeña nos recitaba los poemas de navidad que había aprendido en el colegio. Mientras recibía los aplausos de toda la familia, ella se iba inclinaba para saludar, a veces hasta cinco o seis veces, con tanto ahínco que nos tenía a todxs alerta para que no se diera con la cabeza contra el suelo. Era tan tierno que la imagen se convirtió en un meme en nuestro entorno familiar.
Recuerdo la primera vez que me cedieron la palabra como a una persona adulta durante la comida de año nuevo y cómo yo traté de hacerlo con mis primos, años después, señal de que la vida cambia. Con los años va faltando gente, te vas ilusionando cada vez menos por las cosas, te vas volviendo cada vez más escéptica y cuando te quieres dar cuenta te estás planteando cosas como: ¿por qué estoy haciendo este enorme esfuerzo para que luego tres hombres se lleven la gloria?
Un buen amigo mío que trabaja en un hospital me decía que es una época del año en la que se muere mucha gente, no me lo contó como un hecho científico ni yo le pregunté, pero hay algo melancólico en estas fechas que hace que lo triste sepa el doble de triste. Nos pone ñoños. Además, este año se presenta difícil, otra vez. Aun así, voy a ser la optimista del grupo y deciros que en esta vida hay que celebrar todo lo que se pueda, cuando se pueda, como se pueda. Porque la vida son dos días y uno, es hoy.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.