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Médicos contra negacionistas en la última sátira de Molière

La crítica comedia del francés sobre la medicina del siglo XVII trasciende en el tiempo entre boticarios, charlatanes y pícaros

'El enfermo imaginario', la última de comedia de Molière, se estrena en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.
'El enfermo imaginario', la última de comedia de Molière, se estrena en el Teatro Fernán Gómez de Madrid.Ernest Sesé
Patricia Segura

Con vestidos de seda, sayas, jubones y casacas, los estrafalarios personajes de El Enfermo Imaginario regresan al siglo XVII. La crítica comedia sobre la medicina del dramaturgo francés Molière (1622-1673) trasciende cuatro siglos después de su publicación. La última sátira del considerado creador de la Comedia Francesa invade el escenario del Teatro Fernán Gómez a un mes del 400 aniversario del nacimiento del escritor. El protagonista confía plenamente en la ciencia, pero su hermana se muestra escéptica. “Ella adopta de alguna manera el papel de los negacionistas de hoy en día”, explica su directora, Eva del Palacio, que ha mantenido la esencia del texto original, pero ha añadido guiños de rabiosa actualidad.

Su hermana Beralda le reprocha la cantidad de pastillas que ingiere ante la obsesión que ha desarrollado por la medicina. La pelea entre los hermanos evidencia la modernidad de la comedia de Molière, escrita en un siglo en el que la medicina estaba ganando grandes avances, como el descubrimiento de la circulación de la sangre.

El telón se abre para recibir a un hombre hipocondriaco y egoísta, que apunta con pluma el número de pastillas que se ha tomado en un folio de papiro. Argán permanece tumbado en la cama, angustiado por su supuesta enfermedad. El miedo a la muerte y al dolor tienen al protagonista preso de sí mismo. Es víctima y verdugo de médicos, boticarios, charlatanes y pícaros sin escrúpulos que le mantienen medicado a todas horas. “El doctor del protagonista, el señor Purgon, representa a las grandes farmacéuticas como Pfizer y Moderna”, cuenta la madrileña.

Ante el miedo por contraer alguna enfermedad, el personaje principal descuida a las personas que tiene a su alrededor, llegando incluso a obligar a su hija a casarse con un médico impresentable y sucio para obtener medicinas y recetas. Ella le acusa de querer hacer un comercio de puro interés. De esta manera, Argán intenta ahorrarse las cantidades desorbitadas de dinero que paga por sus medicamentos, a los que considera su “salvación”.

A partir de la comedia, la pantomima y la danza, se muestra también el sufrimiento que se infringía contra los enfermos en aquella época. “Había curas que hacían puras, sangrías y lavativas, que eran auténticas salvajadas, y con eso se curaba todo”, manifiesta su directora.

De la consecución de escenas exageradas, surrealistas e hilarantes resulta un discurso que ahonda en temas como la enfermedad, el sufrimiento y el dolor, pero con el humor tan característico de Molière, porque, según su directora, “no hay otra forma de soportar las atrocidades del mundo”. Con técnicas del clown y juegos, la obra apta para todos los públicos reúne a más de una decena de artistas, entre lacayos y boticarios.

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Música en directo y crítica social

La música en directo que ofrece la banda sobre el escenario acoge las creaciones de Miguel Barón y las composiciones originales del compositor Marc-Antoine Charpentier (París, 1643-1704) al ritmo de instrumentos como el piano, el violín y el laúd. Las melodías acompañan la genialidad de las obras de una de las grandes figuras de la comedie-ballet. En 1664, el rey Luis XIV nombró a Molière responsable de las diversiones de la corte francesa, periodo en el que creó Los placeres de la isla encantada y representó La princesa de Élide. Antes de su trabajo en la corte, el francés “se pasó muchos años pisando barro y pasando miserias hasta que descubrió como atrapar al público con la comedia del arte, la burla y la risa”, cuenta Fernando Aguado, el actor que interpreta al protagonista.

La directora ha incluido una escena que se convierte en una pesadilla en la que aparecen un ejército de muertos, que imita la ácida crítica social del escritor: “La muerte está siempre alrededor de nosotros, pero no la queremos recordar y queremos olvidarla”. A lo que Aguado añade: “Durante la pandemia, hemos vivido la muerte muy de cerca”.

La pareja, que lleva 37 años trabajando juntos, se conoció en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Su compañía, Teatro Morboria, regresa con un montaje renovado del clásico, que desapareció de la capital por casi dos décadas. Una de las características de su creación es la producción artesanal de su vestuario, desde las pelucas hasta los zapatos, que traslada al espectador al siglo XVII a través de un discurso burlesco sobre la medicina y el escepticismo.

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