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La niña que soñó con las estrellas mientras vendimiaba

La astrónoma Elena Manjavacas trabaja desde Estados Unidos en uno de los equipos que participa en el proyecto del mayor telescopio que la humanidad ha puesto jamás en órbita, el James Webb Space

Elena Manjavacas
La astrónoma Elena Manjavacas en el Space Telescope Science Institute de Baltimore, donde trabaja desde finales de 2020.
Patricia Peiró

El día en el que Elena Manjavacas aprobó su última asignatura de Física en la Universidad Complutense de Madrid, su padre, feliz y orgulloso de su hija, le dijo antes de colgar: “Bueno, pues ahora vente a vendimiar y así no te aburres”. Su destino estaba escrito en el cielo, pero no dejó nunca de tocar la tierra, la del pueblo conquense de 6.000 habitantes de Mota del Cuervo, donde tantas veces echó una mano a sus padres en el campo. Hoy es miembro de uno de los equipos que trabaja para la NASA en el lanzamiento del mayor telescopio que la humanidad haya puesta jamás en órbita, el James Webb Space Telescope.

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Un maestro fue en gran parte el responsable de que aquella niña de un pequeño municipio manchego soñara con las galaxias lejanas. “Era muy bueno, recuerdo cómo nos hablaba de las estrellas y nos contaba que eran como nuestro sol, que podían existir planetas como la Tierra. A mí esa idea me chiflaba, me obsesioné un poco, empecé a fijarme más en el cielo”, cuenta al otro lado del teléfono. Los Reyes Magos le trajeron ese año un telescopio y una enciclopedia del universo. La imagen de portada de su página web son los molinos de su pueblo frente a un cielo estrellado.

El lugar desde el que mira hacia arriba hoy es el Space Telescope Science Institute, en Baltimore (Estados Unidos). “Ahora miro a pantallas de ordenador más que a las estrellas”, bromea Manjavacas. Su labor consiste en hacer todo tipo de pruebas para preparar el lanzamiento del telescopio llamado a ser el heredero de Hubble. “Vamos a conseguir estudiar objetos que no habíamos conseguido ver hasta ahora”, explica la astrónoma. “Va a ser una revolución”, añade con emoción en su voz. A ella, el lanzamiento, previsto para el 31 de octubre, le pillará previsiblemente en su pueblo. “Por el coronavirus, llevo casi dos años sin ir”, se lamenta.

Cuando llegó a Madrid, su tío, que ya vivía en la capital, dedicó una mañana a enseñarle cómo funcionaba el metro. “Y por otro lado, estaban mis compañeros de facultad que no habían visto una vid en su vida”, se ríe. Después de la Complutense, se doctoró en el prestigioso instituto Max Planck de Astronomía de Heidelberg (Alemania), y se especializó en enanas marrones. “Son una especie de término medio entre las estrellas y los planetas”, explica para ignorantes en la materia. Como astrónoma ha aprendido a leer el cielo en los dos de los tres observatorios más importantes del planeta: el de Canarias y el de Hawai. “Ahora que trabajo sobre todo con gráficas y programando, a veces pierdes un poco la conexión con lo que en un primer momento te llevó a dedicarte a esto. Recuerdo el cielo de Hawai, que era precioso. Lo miraba y pensaba: ‘Por esto estoy aquí”. Manjavacas vivió como un paso natural salir de España para progresar en su carrera: “Creo que salir fuera es muy útil. En Estados Unidos se aproximan a la ciencia de otra manera, siempre piensan a lo grande, en qué se va a hacer dentro de 20 o 50 años”, señala.

Otra científica española, la gallega Begoña Vila, trabaja en el proyecto del telescopio James Webb Space. El camino de ambas es muy similar y muestra de la importancia creciente de la mujer en el campo de la ciencia y la tecnología. Ambas se formaron en universidades públicas, se marcharon de su casa para seguir creciendo y han acabado siendo dos de los centeares de cerebros que trabajan sin descanso en este telescopio que nos permitirá conocer el origen del universo. “Las cosas están cambiando, pero todavía pasa que a partir de cierta edad hay una presión social por tener hijos. Muchas veces veo que las mujeres siguen a sus compañeros hombres cuando tienen que irse a trabajar a otro país, pero no es tan a común el caso contrario. Las mujeres no se ven en otra que dejar la ciencia o dejar a su pareja e irse a vivir su sueño”, apunta. Concienciada este tema, Manjavacas publicó en su blog una guía precisamente para fomentar la igualdad y auguraba que ojalá, algún día, no sea necesario celebrar el día de la mujer en la ciencia.

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En un texto posterior de su blog, la científica recuerda los veranos de su infancia manchega, y la incansable labor de su madre en el cultivo de ajos. Un íntimo homenaje a todas esas mujeres que, con su trabajo y sacrificios, han conseguido que hijas como Elena hayan podido aspirar al universo.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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