La heredera de Darwin que salió de Aluche
Ainoa Nieto es la veterinaria que dirige en las Islas Galápagos las investigaciones sobre las tortugas gigantes en la fundación que lleva el nombre del padre de la teoría de la evolución
La investigadora protegida del potente sol con una gorra sostiene en sus manos dos tortugas a las que mira con atención. Es algo que solo puede hacer en esta etapa de su vida, porque acabarán pesando más de 200 kilos. ¿Qué se siente cuando se mira a un ser centenario a los ojos? “A mí me transmite paz”, responde Ainoa Nieto, la veterinaria que trabaja con ellos cada día. Esta madrileña nacida en México hace 37 años “por cosas de la vida” dirige en las Islas Galápagos el programa de investigación sobre las tortugas gigantes que desarrolla la fundación Charles Darwin. “Después de la paz, llega la responsabilidad, porque son animales que sobrevivieron a los dinosaurios y puede que no nos sobrevivan a nosotros”, puntualiza después.
Nieto, licenciada por la Complutense, llegó a las islas en 2011, después de trabajar gracias a una beca en Costa Rica y después de colaborar con proyectos de rescate de animales. “La carrera me dejó un poco decepcionada porque ahí solo ves gatos, perros, caballos y vacas. Yo quería trabajar con animales silvestres, por eso trabajé también en el zoo de Madrid”, cuenta. Aun así, nunca pensó que acabaría pasando sus días al lado de las tortugas gigantes de Galápagos. Nieto todavía sigue ligada a la Universidad Complutense como estudiante de doctorado.
La veterinaria acaba de publicar un estudio con un hallazgo preocupante. Las especies centenarias de la isla han desarrollado bacterias resistentes a los antibióticos. Este es uno de los grandes problemas de la salud mundial, porque las medicinas podrían dejar de ser efectivas si se sigue haciendo un uso indiscriminado de ellas. La ONU estima que, si no se aplican medidas urgentes, esta situación matará a diez millones de personas en 2050. “Se puede hacer una lectura global. Este es solo un ejemplo, además en una especie muy emblemática, para poner encima de la mesa el problema, porque es en los sitios con menor saneamiento y acceso a la educación donde se están viendo más resistencias a los antibióticos”, explica Nieto.
Para llegar a esta conclusión, analizó muestras de dos grupos de animales diferentes, unos en contacto estrecho con los seres humanos y otras que viven ajenas a ellos, en una zona más aislada. Los resultados fueron demoledores: la actividad humana ha contaminado tanto el entorno que las tortugas han acabado viéndose afectadas por este desafío de primera magnitud. “La lectura más inmediata es que hay que establecer un mayor control sobre el acceso a antibióticos. Los ganaderos usan productos que no controlan y estos acaban en las aguas que luego llegan a los animales silvestres. Lo mismo pasa con los usuarios, si te sobran unas pastillas, igual las tiras al inodoro y pasa lo mismo, acaban en los desagües”, detalla.
Estos animales se convierten de este modo en una especie de marcador de la degradación del medio ambiente que las rodea, porque si han llegado a ellas estas bacterias con las que los antibióticos no pueden acabar, quiere decir que están presentes en el agua y vegetación que ingieren. Son centinelas del ecosistema. “En teoría, existe aquí una regulación que impide vender estos medicamentos sin receta, pero la realidad es que cualquier finca agrícola puede disponer de ellos”, indica la investigadora.
El proyecto que lidera trata de desentrañar otros muchos de los secretos que aun esconden estas especies. Uno de ellos es el porqué de sus constantes migraciones cuando son capaces de permanecer hasta un año sin ingerir alimentos ni bebida. Los investigadores han constatado que, tristemente, los plásticos y los pesticidas han alcanzado también a estos animales.
Nada le hacía pensar que, cuando acompañaba a su tía veterinaria a la clínica o a tomar muestras de vacas, terinaría trabajando a 9.000 kilómetros de distancia de Aluche, su barrio en Madrid. “Fue ella la que me inspiró. Desde los cuatro años tenía claro que iba a ser veterinaria”, sentencia. La primera vez que vio a las tortugas, estas estaban al lado de unas vacas. “Lo que pensé en ese momento es: ‘¿Qué estará pasando ahí? ¿Qué enfermedades se estarán transmitiendo?”.
Tampoco imaginó que viviría en las Galápagos una pandemia y un confinamiento domiciliario en pleno verano. “Después también clausuraron los vuelos, así que tampoco podíamos salir de la isla”, recalca. Con la vuelta poco a poco a la normalidad, pudo volver a recorrer estas tierras por las que un día paseó Charles Darwin, el padre de la Teoría de la Evolución. Esta veterinaria madrileña se ha convertido, en cierta manera, en una de sus herederas.
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