Con Stefko, David, Javier y Rubén en la memoria
La hermandad Virgen de la Paloma recuerda a los fallecidos en la calle de Toledo en la entrega de sus galardones
Hay actos de entrega de premios fríos, donde se cumple con el protocolo y el plan establecido. Otros, por el contrario, transmiten emoción, lo que se traduce a veces en un nudo en la garganta para los asistentes. Este último es en gran parte el que se vivió ayer en la antigua sede del Ayuntamiento de Madrid, en la plaza de la Villa, cuando la hermandad de bomberos Virgen de la Paloma entregó sus galardones anuales, como cada 15 de agosto. Su intención el año pasado era haberlo hecho en la parroquia de la virgen, en la calle de Toledo, pero una explosión de gas el pasado 20 de enero hizo saltar por los aires gran parte del inmueble.
En la memoria de los presentes del acto de ayer estaban Stefko Ivanov, Rubén Pérez Ayala, David Santos y Javier Gandía, las cuatro personas que perdieron la vida en el siniestro. De hecho, las primeras palabras de recuerdo del presidente de la hermandad, Felipe García Berzosa, fueron para “el vacío” que causaron sus pérdidas. Similares palabra tuvo el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, en su intervención: “Estarán bajo el manto protector de la Virgen de la Paloma y dándonos fuerzas para seguir adelante”. También tuvo un “recuerdo muy especial” para sus familiares.
Pero la emoción también llegó a la entrega de las palomas de bronce de la hermandad. Recayeron en esta ocasión en José Ignacio de Loyola Ortiz, que se ha jubilado tras 30 años de servicio en el cuerpo, y en la madrina de la hermandad, María Teresa Gutiérrez, que ayer también dejó su puesto después de 25 años. El tercer galardonado fue el jefe de los bomberos del Ayuntamiento de Madrid, Rafael Ferrándiz, que hace unos meses se contagió con la covid y estuvo a punto de fallecer. Ayer, vestido con el uniforme de gala del cuerpo, logró no emocionarse al recibir el premio de manos de Almeida. Su cara denotaba un inmenso agradecimiento, como confirmó una vez terminado el acto. “Ahora estoy mucho más sensible por todo lo que he pasado y, cuando me dicen que alguien ha enfermado, lo paso muy mal hasta que me entero de que se ha recuperado”, reconocía Ferrándiz. “El que diga que no se quiere vacunar, que me lo dejen cinco minutos y le cuento cómo lo he pasado yo. Seguro que le entran ganas de que le pinchen de inmediato”, añade.
Almeida tuvo unas palabras muy sentidas para su jefe de bomberos: “Eres una gran persona y un extraordinario profesional. Ese maldito bicho se cebó contigo y te lo hizo pasar mal”. También recordó que le impidió estar “al frente de sus hombres” en un momento crítico como la borrasca Filomena.
Premio a la Guardia Civil
Los bomberos también reconocieron la labor de la Guardia Civil “por su estrecha colaboración y la mejora de la coordinación en las intervenciones y la formación del personal de ambos cuerpos”. El general de división y máximo responsable del instituto en la región, José Antonio Berrocal, fue el encargado de recoger el premio. Pese a no estar previsto, el general dirigió unas palabras a los asistentes, con un agradecimiento directo a los bomberos: “Ustedes hacen lo que a nosotros nos gustaría hacer, salvar vidas. Eso sí, son igual que nosotros una institución a la que ojalá no tenga que llamar nunca un ciudadano”.
El recuerdo de los cuatro fallecidos en la explosión de la calle de Toledo también estuvo muy presente en la misa que dio el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. “Desde la pasada fiesta de la Virgen de la Paloma, hemos vivido en esta comunidad cristiana acontecimientos dolorosos: la explosión de gas que derribó la casa parroquial y que acabó con la vida del padre Rubén, sacerdote al que habían ordenado hacía muy pocos meses [siete, en concreto], de los padres de familia David y Javier, y de Stefko, de nacionalidad búlgara. Vaya para ellos nuestro recuerdo y nuestra oración”, dijo Osoro en su homilía.
El bombero Jesús Rodríguez, que también lleva 30 años en el cuerpo y es de la misma promoción que Ortiz, fue el encargado de bajar el cuadro de la virgen, que pesa 80 kilos. La primera vez que lo hizo fue hace 19 años cuando nació su hija.
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