El Paseo de la Gastronomía de Madrid es el Paseo de la Ruina
Los vecinos de Casa de Campo reclaman la rehabilitación de un espacio que vivió tiempos mejores y que, tras décadas de abandono, es foco de inseguridad en la zona
Restaurantes con grandes aparcamientos que se llenan de coches y posibles clientes que descienden de sus vehículos para no cruzar jamás la puerta de estos establecimientos. Esta es la escena que cada fin de semana se vive en el Paseo de la Gastronomía, ubicado en el recinto Ferial de la Casa de Campo, en Madrid.
En otros tiempos, en este lugar llegaron a funcionar a la vez 10 de los restaurantes más prestigiosos. De cuando en cuando, recuerdan los vecinos que llevan más tiempo en el barrio, en aquellos años por allí se dejaban caer personalidades como el entonces Rey, Juan Carlos I, futbolistas del Real Madrid y el Atlético (cuando jugaba sus partidos en el cercano estadio Vicente Calderón), actores y empresarios de todo pelaje: una farándula selecta que, ya fuera al volante de sus lujosos coches o conducidos por sus chóferes, encontraban en el Paseo de la Gastronomía un sitio especial.
Hoy, como vestigios de un pasado dorado, solo quedan en pie dos de aquellos lugares: La Pesquera y La Masía de José Luis.
En el resto, ruinas y polvo. En los restaurantes que en su época fueron el epicentro gastronómico de la capital ahora hay escombros, residuos de botellones y pintadas en paredes que, por ironías de la historia, son por una parte un claro reflejo de la arquitectura regionalista de la época franquista y, por otro, están llenas de las pintadas que dejaron en ellas, a modo de firma, los okupas que decidieron dar una patada en la puerta de estos templos gastronómicos tras años de abandono.
Nadie se ha interesado por salvar un patrimonio histórico de los madrileños que hoy solo sirve para dar techo a gatos callejeros y para que encuentren aparcamiento las miles de personas que van al Lago de Casa de Campo todos los fines de semana: posibles clientes que, acostumbrados al paisaje, ya ni tan siquiera reparan en las instalaciones que tienen ante sus ojos. “La verdad es que el Consistorio manda al recinto ferial todo lo que no sabe dónde poner”, afirma Andrés Walliser, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid.
Para entender lo ocurrido, hay que remontarse a hace 60 años. Con el dictador Franco todavía vivo, Madrid y España trataban de modernizarse a marchas forzadas.
La Feria de la Casa de Campo: un escaparate de España
Diseñados por arquitectos como Miguel Fisac, Francisco de Asís Cabrero, Carlos Arniches o Alejandro de la Sota, los distintos restaurantes que hoy conforman las ruinas del Paseo de la Gastronomía fueron concebidos como un muestrario de la rica gastronomía española. Por ejemplo, lo que más tarde fue el restaurante Currito era en realidad en origen el pabellón de Vizcaya, que quedaba no muy lejos del de Guipúzcoa. “En 1962, todas y cada una de las provincias españolas tenían su pabellón”, cuenta al respecto el historiador Luis de Roldán Calzado en La Historia de la Casa de Campo (2017).
“Recuerdo que había una máquina de hacer donuts en el pabellón de Estados Unidos y que los niños pasaban el día entero haciendo cola para probar uno, ya que en España no había”, recuerda Walliser. La Feria del Campo fue en muchos aspectos un “laboratorio de la arquitectura española moderna”, dice.
Aunque muchos no lo recuerdan, la Feria de la Casa de Campo fue percibida durante años como un símbolo más del régimenJosé de Coca Leicher, autor de 'El recinto ferial de la Casa de Campo de Madrid'
Después, poco a poco, de forma casi imperceptible pero inexorable, llegó el abandono. No fue casualidad ni fruto del descuido. El historiador José de Coca Leicher sostiene en su tesis doctoral El recinto ferial de la Casa de Campo de Madrid (1950-1975) que la decadencia llegó con la muerte de Franco: aunque muchos no lo recuerdan, la Feria de la Casa de Campo fue percibida durante años como un símbolo más del régimen.
Las fiestas del PCE
La fecha de la última feria no puede ser más elocuente al respecto, 1975. Después, por otra ironía de la historia, los pabellones terminaron sirviendo como sede de las fiestas que el Partido Comunista Español (PCE) celebró en la Casa de Campo durante más de 20 años.
“Después de aquello, se pensó en sacar a concurso estos locales para que dieran servicio de comida a los visitantes del recinto”, explica Walliser. Sin embargo, los altos precios los llevaron al cierre. Ahora, congelados en el tiempo, esperan a que alguien les dé vida de nuevo.
El abandono municipal
Muchos restaurantes aguantaron hasta mucho después de caer la zona en desgracia. De titularidad municipal, sin embargo, empezaron a vaciarse cuando las deudas por los alquileres acabaron con ellos.
Este fue el caso del famoso Currito, un restaurante famoso porque ahí hizo su última cena Juan Carlos I como Rey, acompañado de exministros de UCD y del PSOE. Las carnes rojas a la brasa, el rodaballo, la merluza, las anchoas fritas y las pochas eran los protagonistas del lugar. En 2014, sus dueños fueron desahuciados, y en los siguientes meses sucedió lo mismo con buena parte de quienes aún mantenían la fe en el Paseo de la Gastronomía.
De aquellos enormes templos con torres medievales solo quedan algunos carteles con los nombres de los pabellones. Detrás de una valla precintada por la policía se puede leer todavía entre el deterioro: “Restaurante Pabellón de Ondarreta”.
La ruta de la gastronomía fracasó porque no valoraron el lugar que ocupaban y por creerse cada restaurante lo suficientemente bueno como para triunfar dirigiéndose solo a un cliente elitistaAsociación de Casa de Campo y Batán
Los muebles de este antiguo negocio permanecen en el patio, mientras sus salones han sido saqueados y las montañas de basura se amontonan en el portal. Los vecinos tienen sus propias teorías sobre el porqué del fracaso de estos elegantes lugares: “La ruta de la gastronomía fracasó porque no valoraron el lugar que ocupaban y por creerse cada restaurante lo suficientemente bueno como para triunfar dirigiéndose solo a un cliente elitista”, explica un portavoz de la Asociación de Casa de Campo y Batán.
Después de siete años de abandono, desde Madrid Destino dicen que, visto el interés de algunas empresas importantes del sector, están trabajando en la licitación para la concesión de servicios de restauración en la zona. Preguntados por el alcance y el estado de estas negociaciones, prefieren no dar más detalles a EL PAÍS.
Es el último de los tímidos intentos que ha habido por parte de las alcaldías sucesivas por dar alguna utilidad al espacio. El Gobierno de Manuela Carmena, por ejemplo, anunció que se iban a invertir 30 millones de euros en rehabilitar la zona. Sin embargo, este dinero solo alcanzó para la rehabilitación del lago y restaurar los locales que quedaban al pie del lago.
“La regla de gasto del 2016 del Ministerio de Hacienda no nos permitió llevar a cabo los planes que teníamos”, afirma quien por aquel entonces era coordinador general de la Alcaldía de Carmena, Luis Cueto. “Tuvimos que aparcar este proyecto, estuve obligado por situaciones presupuestarias. Esto fue muy criticado por la oposición, pero la realidad es que ellos tampoco han hecho gran cosa”.
En 2018, el hoy alcalde de Madrid y entonces candidato popular al Ayuntamiento, José Luis Martínez-Almeida, convirtió el Paseo de la Gastronomía en algo menos que una cuestión personal. Indignado por la situación del lugar, no dudó en trasladarse al Paseo de la Restauración para denunciar la degradación y el abandono de estos espacios. Llegó a hablar, incluso, de la necesidad imperiosa de un plan de choque.
Por ahora, la última noticia sobre este plan de choque es que el Ayuntamiento ha dado luz verde a la reurbanización de varias calles del recinto ferial de la Casa de Campo, un proyecto cuyo coste está cifrado en 2,8 millones de euros.
Una calle detenida en el tiempo
“Da mucha pena, porque eran sitios que estaban muy bien. Esto se va cayendo. Cada vez está más deteriorado”, afirma Blanca Velázquez, vecina del barrio desde hace 17 años, mientras pasea a su perro por la zona.
“Es muy inseguro por la noche, hasta quemaron ese restaurante”, dice José Luis Pérez mientras señala el antiguo Guipúzcoa, que en efecto sufrió un incendio que quemó buena parte del inmueble en 2018, cuando unos okupas quisieron encender un fuego en el local. Desde la Asociación de Vecinos de Casa de Campo aseguran que esta calle es un lugar sin seguridad y que está abandonada por las administraciones.
El restaurante de la Pesquera es el único que todavía abre sus puertas todos los días. “Nuestro secreto son los buenos productos, nosotros siempre estamos llenos”, afirma un camarero del restaurante. El menú más barato por persona son unos 60 euros.
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