Un centro de salud de Madrid al límite: 77 pacientes citados para un médico en una sola mañana
La atención primaria en el barrio madrileño de Ciudad de Los Ángeles es un ejemplo de la sobrecarga que sufre el sistema en la Comunidad de Madrid. Pese a ello, el ambulatorio es uno de los que cerrará este verano
Javier Amador (55 años) es médico de familia porque él lo que quería era ser “un especialista en personas”. Es uno de los 4.061 facultativos de atención primaria de la Comunidad de Madrid y trabaja en el centro de salud de Ciudad de Los Ángeles, un barrio de unos 33.000 habitantes que pertenece al distrito de Villaverde, en la zona sur de la capital. El edificio en el que trabaja tiene unas dimensiones imponentes para ser un ambulatorio —cuenta con cinco pisos y la fachada de ladrillo visto contrasta arquitectónicamente con el resto de construcciones que se ven por la zona—. Él, al igual que sus compañeros, se pasa los días dentro del edificio, metido en su pequeña consulta de azulejo blanco de la segunda planta, haciendo jornadas maratonianas. La atención primaria en este ambulatorio es un ejemplo de la sobrecarga que sufre el sistema de atención primaria en la Comunidad de Madrid. Pese a ello, es uno de los que este verano está previsto que cierre.
Amador nació el 2 de julio de 1965 en Madrid o, como a él le gusta decir, el “día en que los Beatles vinieron a tocar a la ciudad”. Tiene el pelo negro y corto, los ojos de color marrón oscuro y habla de su profesión con la pasión que caracteriza a las personas que aman profundamente su trabajo. Él creció durante los años setenta en San Cristóbal, un barrio humilde muy próximo al centro de salud donde trabaja. Sus padres eran empleados de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) en Madrid y le inculcaron el valor del esfuerzo desde bien pequeño.
Después de cursar bachillerato, decidió estudiar Medicina en la Universidad Complutense de Madrid, “movido por una profunda vocación de servicio público y fundamentalmente para ayudar” a sus vecinos, dice, “a pesar de no ser muy buen estudiante”, puntualiza. Su especialidad le permite obtener una perspectiva global y comunitaria: “Una visión de salud, de individuo sano al que hay que ayudar a prevenir, diagnosticar y acompañarle durante la enfermedad, llegado el caso”.
Durante la pandemia, el sistema sanitario público autonómico se ha visto especialmente afectado por el aumento del flujo de pacientes, la falta de recursos económicos y, sobre todo, por la de personal sanitario. Javier Amador recibe en su casa para explicar la situación de su centro de salud y, mientras se toma un café, detalla que “hay actualmente ocho médicos trabajando”, seis médicos por la mañana y dos por la tarde. En teoría, la plantilla debería ser de 22 médicos: “11 médicos de familia por la mañana y otros 11 por la tarde”. A pesar de todo, esta cifra no es la peor que han tenido en términos de atención sanitaria. A finales de mayo, prosigue, eran seis.
El doctor Amador recuerda haber llegado a tener más de 70 pacientes citados para pasar por su consulta en una mañana; lo normal es que en su turno un médico atienda a unos 28 pacientes
En esas semanas, Amador recuerda haber llegado a tener más de 70 pacientes citados para pasar por su consulta en una mañana; lo normal es que en su turno un médico atienda a unos 28 pacientes. Él ha ido documentando todo el proceso en hojas de papel, donde ha apuntado todas las consultas que ha pasado a lo largo de los últimos meses. En una reflejó que uno de esos días le asignaron 77 pacientes en una sola mañana. Solo le dio tiempo a atender a 55, de los cuales, apenas 26 eran sus pacientes y, el resto, eran de otros médicos que, o bien no estaban trabajando, o no podían hacerse cargo de todos los enfermos. Hizo el trabajo de 2,78 doctores en un solo turno. Acabó agotado mental y físicamente y cobró lo mismo a final de mes.
Precariedad anterior a la pandemia
En diciembre de 2020, los médicos de la atención primaria de la Comunidad de Madrid presentaron una demanda colectiva contra el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso por la sobrecarga de trabajo. Lo que todos los profesionales consultados para este reportaje recalcan es que, a pesar de que la demanda se presentó tras la llegada de la pandemia, la situación de precariedad laboral ya venía de largo. Vicente Martín Manzanero es el responsable del departamento de laboral en el despacho de abogados Econoiuris y es uno de los letrados que presentó la demanda conjunta de los médicos de atención primaria. Nada más coger el teléfono lo primero que deja claro es que, efectivamente, todo esto “viene de antes de la covid-19”.
La demanda se empezó a fraguar cuando un grupo de médicos lo contactó para denunciar la falta de personal y las horas extra que muchos médicos hacían. Para presentarla, tuvieron que formar un sindicato, AP Se Mueve. “A través de él, intentamos una acción colectiva”, explica Martín, que añade que la covid ha servido de catalizador para aumentar la precariedad laboral de los médicos de atención primaria. La razón de ser de la demanda es la protección de la salud y de los médicos. “Esa falta de personal también incide en su salud, luego también es un atentado, la falta de plantilla, a la prevención de riesgos laborales”, explica el facultativo.
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid falló en marzo que la Comunidad de Madrid había vulnerado los derechos de los médicos de atención primaria, al no haberles ofrecido los medios y las medidas de protección necesarios
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid falló en marzo que la Comunidad de Madrid había vulnerado los derechos de los médicos de atención primaria, al no haberles ofrecido los medios y las medidas de protección necesarios para su trabajo. Los magistrados condenaron al Gobierno regional a elaborar de forma inmediata un plan con el número máximo de pacientes a atender por jornada y el tiempo mínimo de dedicación a cada uno. Pero el Ejecutivo autonómico ha recurrido la sentencia y la resolución del caso está en manos de Tribunal Supremo.
Hervidero de pacientes al sol
A las diez de la mañana del miércoles 16 de junio, el centro de salud de Los Ángeles es un hervidero de pacientes que esperan ser atendidos por sus respectivos doctores. Es por la mañana y ya hace calor. La entrada principal del edificio está rota, según indica una de las empleadas del centro, que pide que los pacientes respeten la distancia de seguridad y accedan a través de una pequeña puerta contigua. La gran mayoría se ven obligados a esperar fuera durante unos minutos que se hacen eternos. A esa hora se cuentan 33 pacientes esperando bajo el sol —dos de ellos son una mujer embarazada y una madre con un bebé de pocos meses—.
En la cola, la tensión se puede cortar con un cuchillo, hay malas caras y no tarda en estallar el primer conflicto cuando Francisco Argenta, un jubilado y exempleado de la metalurgia, se muestra muy poco satisfecho con la atención que recibe. Él y su mujer son usuarios de toda la vida de este centro, a él le pusieron un marcapasos hace un mes y además es enfermo oncológico, dice estar muy enfadado y culpa a la presidenta Isabel Díaz Ayuso de la situación tan complicada en la que se encuentra el centro. “Llevo tres días llamando para que me den cita”, asegura. Luego admite que probablemente su frustración la terminan sufriendo los que menos culpa tienen.
Un centro de salud no solo se compone de personal sanitario. Los administrativos también están en la primera línea de fuego. Ana A., que prefiere no identificarse para no sufrir represalias, es una antigua empleada de banca que hace años pasó a trabajar en la sanidad pública, ya que encuentra este trabajo mucho más gratificante que el anterior. “El trabajo que realizo me gusta, te puedo decir que genera mucha ansiedad porque no puedes dar el servicio que el paciente requiere”, explica desde fuera del centro de salud. “También genera mucho agotamiento físico, pero realmente es que no tenemos medios”.
Cierre del centro
Ana expresa su incertidumbre porque en uno de los planes de contingencia que baraja la Comunidad de Madrid se proponía cerrar durante el verano 41 centros de los 49 pertenecientes a la Dirección Asistencial Centro —una de las seis en las que se divide el área sanitaria de la comunidad—. Ella cree que la sanidad pública es fundamental para un país y explica que, a su parecer, las medidas del Gobierno autonómico son parte de un plan cuyo objetivo es empobrecer el servicio de salud madrileño para privatizar la gestión y espantar a los pacientes.
La responsabilidad de dar un servicio de calidad recae, al final, en los empleados del centro y muchos, como Ana, se ven en la tesitura de tener que venir incluso enfermos a trabajar para sacar este centro de salud adelante. “Yo estaba mala y me he venido. Lo haces por los compañeros, es lamentable”, explica con los ojos vidriosos.
Este año tan solo 17 de los 224 médicos MIR que finalizaron su periodo de residencia en la especialidad de medicina de familia han elegido quedarse en alguno de los centros de la región
Las malas condiciones laborales en la atención primaria de la Comunidad de Madrid son un repelente para los futuros médicos. Este año tan solo 17 de los 224 médicos MIR que finalizaron su periodo de residencia en la especialidad de Medicina de Familia han elegido quedarse en alguno de los centros de la región. Esta semana un grupo de doctores de diferentes centros de salud han declarado que van a llevar a cabo dimisiones en bloque para tratar de evidenciar la mala gestión del Gobierno regional, una medida de presión desesperada que se suma a las protestas semanales que en centros como el de Ciudad de Los Ángeles se celebran todos los lunes por la tarde.
El problema de la falta de nuevos médicos MIR se agudiza cuando profesionales con años de experiencia como Manuel y María, que tampoco quieren identificarse, se plantean abandonar la Comunidad de Madrid. Él tiene problemas de tensión derivados del estrés que sufre en su consulta: “Me hice un mapa de tensión y descubrí que durante las horas de consulta se me disparaba”.
Me hice un mapa de tensión y descubrí que durante las horas de consulta se me disparabaUn médico de un centro de salud
Uno de los efectos directos que la sobrecarga y la tensión laboral tienen sobre los médicos de la atención primaria es el desgaste psicológico. Algunos especialistas que trabajan en organismos de cuidado y prevención públicos dicen que la situación de los médicos roza el maltrato, por lo que muchos se han visto obligados a pedir bajas para cuidar de su salud física y mental.
María lleva sufriendo la sobrecarga laboral desde hace años; trabaja en turno de mañana en un ambulatorio de Madrid y desde el comienzo de la pandemia, al terminar su jornada a las tres de la tarde, se queda a hacer horas extra en una salita contigua a su consulta desde la que atiende llamadas. Incluso, en algunos casos, va a domicilios a pasar consultas presenciales que se extienden hasta las ocho de la tarde, como ocurrió el pasado viernes 18 de junio. Ella, al igual que sus compañeros ha sentido el peso del desgaste y desde riesgos laborales la han derivado al Paipse, un programa de valoración y atención a situaciones de sufrimiento psíquico de origen laboral. “Yo noto ansiedad”, afirma. “Nunca había tenido que tomar pastillas para dormir y ahora sí, tengo dolores de cabeza y noto bruxismo”.
Yo noto ansiedad. Nunca había tenido que tomar pastillas para dormir y ahora sí, tengo dolores de cabeza y noto bruxismo”Una doctora de un ambulatorio
Pocos médicos se ofrecen a hablar con un medio de comunicación y menos a identificarse directamente, debido al miedo que sobrevuela las cabezas de sus compañeros. Javier Amador es una rara avis. Ese temor, es un miedo infundado, piensa él, ya que no cree que vaya a pasar nada si alguien habla e informa de la situación, pero es consciente de que aunque él no lo sienta así, “no quiere decir que otros compañeros no lo tengan”.
Bajas por agotamiento físico y psicológico
Varios compañeros en el centro de salud de Los Ángeles se han visto obligados a pedir la baja por agotamiento físico y psicológico y el doctor Amador, aunque ahora dice verse con fuerzas para seguir, reconoce que no sabe qué puede pasar dentro de dos semanas: “No sé si quebraré o no quebraré por esta situación”.
Durante su jornada de hoy, más de 70 pacientes han pasado por su consulta. Por eso, una de las claves para lograr que su trabajo en el centro de salud no traspase las fronteras de su vida privada es tratar de desconectar una vez terminada la jornada laboral. Pero su familia sí que ha notado la mella que la carga que supone su trabajo en estos momentos ha dejado en su carácter: “La familia te nota más irritable, más retraído, con menos ganas de hacer cosas”.
Ya ni salimos del centro a tomar café, pero cuando nos vemos, nos damos cuenta de cómo nos vamos desgastandoUn médico del centro de salud Los Ángeles
Los médicos del centro donde trabaja Amador dicen sentirse solos, porque a la sensación de abandono por parte de la administración, se suman cosas tan cotidianas como la imposibilidad de pasar unos minutos de asueto entre consultas con los compañeros de trabajo. “Ya ni salimos del centro a tomar café, pero cuando nos vemos, nos damos cuenta de cómo nos vamos desgastando”, relatan. “Es imposible no llevártelo a casa”.
Amador cree que una salud pública de calidad requiere que sus doctores vayan al trabajo con ilusión. Unos médicos que crean que su trabajo es útil y que está bien hecho, dice, “es un tema filosófico, porque va a la esencia de cómo nosotros entendemos nuestro trabajo”. A diferencia de algunos de sus compañeros, él no ha solicitado ayuda psicológica y trata de apoyarse en tres pilares fundamentales: su familia, el cine y la lectura, ya que es un entusiasta de la historia, su otra pasión, aún así él cree que no se sabría ganar la vida de otra manera. “Me encanta atender a la población”, defiende. “Yo soy un enamorado de la medicina de familia y creo que eso es lo que hace que no me esté quemando”.
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