El capitalismo descalzo
La creciente desigualdad puede arruinar el actual sistema económico, perjudicando incluso a sus valedores
Hay un chaval descalzo en la esquina de Goya y Conde de Peñalver. Hace un día soleado y populoso y, entre las tiendas, el chaval tiene los pies hinchados, como un cadáver que llevara mucho tiempo hundido en el río, y color jamón york, excepto por la mugre bajo las uñas y en los pliegues de la piel. Agita un vaso de cartón, con la mirada perdida, y dentro suena calderilla, como si ese movimiento fuera un conjuro para atraer más de lo mismo. Lo semejante atrae a lo semejante, dicen los magos y los buenos inversores.
Aparece un señor voluminoso del barrio de Salamanca, viste elegante, pero de sport, pantalones chinos, mocasines, un foulard naranja budista, casual pero caro, el pelo es escaso y blanco y se acerca al chaval descalzo y le reprende. No de mala manera, es más bien paternal, como un padre, como un cura, le da una moneda gorda y le señala los pies desnudos.
No oigo bien, pero creo que le dice que, por Dios, no ande descalzo, que eso no es manera, que se va a hacer daño. En los países católicos la limosna ha sido tradicionalmente una expendeduría de billetes hacia el cielo, al menos hasta la llegada del individualismo neoliberal. Pero, quién sabe, igual le riñe por andar esparciendo el hipotético virus por suelo. Igual le ofende la visión de la pobreza extrema en mitad del apacible barrio rico. Da igual.
Ni siquiera a las élites les interesa que el planeta o el tinglado se vayan al garete, porque su posición privilegiada también se asienta sobre ese mismo planeta y ese mismo sistema
Ver estas escenas siempre me hace preguntarme por qué existe esa desigualdad entre las personas, y si están justificadas, como muchas veces se nos adoctrina. También da igual: el caso es que incluso algunos de los más acérrimos defensores del actual sistema económico se están dando cuenta de que, junto al deterioro del medio ambiente, la desigualdad creciente puede hacer que el sistema colapse. Se ha dicho en el Foro Económico Mundial de Davos, lo han dicho en el fondo de inversión más poderoso, BlackRock, lo han dicho poderosos lobbys industriales y diferentes economistas de relevancia internacional. Es como si los capitalistas tuvieran que ser un poquito anticapitalistas respecto al capitalismo vigente, para que el capitalismo no se les caiga encima. Un poco como con la socialdemocracia de posguerra, pero en plan 3.0.
La desigualdad genera polarización, tensiones sociales, hace que muchas personas ya no piensen que la democracia liberal y el sistema económico actual responda a sus intereses. Ni siquiera a las élites les interesa que el planeta o el tinglado se vayan al garete, porque su posición privilegiada también se asienta sobre ese mismo planeta y ese mismo sistema. En los tiempos apocalípticos que se avecinan puede que los intereses del chaval descalzo que mendiga y los del señor que le echa un monedón, coincidan, aunque sea solo por un momento. Si no, estamos perdidos, tengamos zapatos o no.
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