Camino del hospital Zendal cargada de paracetamoles
Rosaura Calahorra, de 63 años, viaja 45 minutos en coche desde San Sebastián de los Reyes para recibir la vacuna
El cielo estaba encapotado y gris. No paró de llover durante toda la mañana, pero a Rosaura Calahorra, de 63 años, no le importó. Se despertó sobre las diez de la mañana más ilusionada de lo normal porque era un día especial. Era una de las cerca de 15.000 personas citadas ayer en el Hospital Zendal, el Wanda Metropolitano y el WiZink Center para recibir la vacuna de AstraZeneca.
Ella tenía hora a las 14.30 y antes de marcharse se preparó un tentempié, una pequeña tapa de carne con pimientos, porque no tenía demasiada hambre. También se tomó un paracetamol mientras teletrabajaba. Es contable en una productora y no ha podido cogerse el día libre. Pero lo llevó bien. No sentía ni un atisbo de miedo por recibir la vacuna de AstraZeneca: “Me hubiese encantado que fuese la Janssen porque es solo una dosis, pero me da igual todo lo que se dice de los trombos. No soy nada hipocondriaca y pienso en lo contrario, en que a partir de hoy estoy casi inmunizada”.
Rosaura salió de su casa en San Sebastián de los Reyes camino del Zendal a las dos en punto con las llaves del coche en la mano, un paraguas rojo y los ojos pintados de un bonito azul turquesa. Le separaban de su destino casi 20 kilómetros. Un buen trecho, teniendo en cuenta que a dos calles se encuentra su centro de salud Rosa Luxemburgo, y a 10 minutos andando, el Hospital Infanta Sofía. Eso mismo le ocurre a la mayor parte de la población de la región, que cuenta con 179 municipios y solo en 11 de ellos se administran vacunas a menores de 70.
Así que tuvo que pensar en la logística. Descartó irse en transporte público: “Tenía que coger dos buses y luego el cercanías. Tardaba una hora y pico en llegar y desde la estación era un trecho a pie al hospital”. Prefería ahorrarse todo el lío de aparcar para ir más tranquila, pero no ha sido posible. Además, no le gusta conducir cuando va a sitios que no conoce. Pero no tuvo más remedio. Solo tiene un familiar, su hermano, que no le puede echar una mano con el viaje, pues es una persona de riesgo.
Autónoma de naturaleza, se subió a un coqueto Lancia beis y granate y echó a rodar rumbo al Hospital Zendal por la M-12 dirección Barajas. No llevaba el GPS puesto porque había mirado antes cómo llegar. Pero tras 15 minutos de trayecto, intuyó que se había perdido. Se paró en un arcén y sacó el móvil del bolso. “¡Estaba yéndome hacia el centro de Madrid!”, exclamaba entre risas. Escuchaba la radio por el camino y de repente se topó con un atasco en la M-14. Eran ya las 14.25.
Rosaura no quitó la vista del móvil para no confundirse de nuevo. Se esperaba que hubiese algún cartel por la carretera que pusiera “Hospital Isabel Zendal”, pero no los encontró. Así que siguió las indicaciones a Ifema. Tras coger varias salidas de rotonda equivocadas, llegó a su destino. El viaje duró 40 minutos. “Tengo muy mala orientación”, se excusó.
Una vez aparcado el coche, confesó que se había llevado varios paracetamoles para repartir en la cola por si alguien los necesitara. “Me lo han dicho todos mis amigos y la gente que se ha vacunado. Después te lo tomas cada seis horas para que los síntomas de fiebre por la noche no te den tan fuerte”, señala. En dos minutos ya estaba dentro del Zendal.
A pesar de que hasta el jueves por la noche solo habían confirmado la cita el 45% de los 32.000 convocados por el miedo a AstraZeneca, Rosaura aseguraba en el momento de entrar que no estaba nada nerviosa. Desde que pasó el control de la entrada, unas casetas con un techo azul, a las 14.45, tardó en salir 20 minutos. Con el pinchazo puesto en el brazo izquierdo, comentó que la había vacunado una señora muy amable. Le contó que es una enfermera jubilada del servicio de neonatos que se ha ofrecido voluntaria para echar una mano ante la necesidad de personal y que lleva varias semanas vacunando.
Después de recibir la dosis, Rosaura pasó por la zona de registro donde le informaron de que en unas 12 semanas la contactarán por SMS para recibir la segunda. Le hicieron sentarse 10 minutos en unos sillones para ver si le daba reacción. No hubo sobresaltos, por lo que Rosaura se puso las gafas de sol y se fue feliz caminando hacia el coche. No tuvo que usar el paraguas. El día se despejó del todo. “Ha sido una experiencia muy gratificante”, sonríe. Salió redondo. Se marchó a casa con todos los paracetamoles en el bolso.
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