Una Asamblea de polémica en polémica
Trinidad, de Cs, pilota una Cámara polarizada, donde la oposición lleva al Constitucional la votación de la ley del suelo
El presidente de la Asamblea levanta las cejas, expresando su sorpresa. Es 1 de octubre, se va a votar la ley del suelo de Isabel Díaz Ayuso, y los diputados del PSOE y de Podemos le interrumpen para que lea artículos reglamentarios. Cuando la votación sale adelante, estalla la bronca. En tiempos de coronavirus, solo hay 70 diputados presentes. El quorum obligado es de 67, y como 15 deciden no votar, no se alcanza. La izquierda impugna la votación, lo que acaba este enero en un recurso ante el Constitucional. Juan Trinidad no da crédito: “¡Esto es una artimaña!”, exclama. Acaba de vivir el capítulo más polémico de su presidencia, que va de terremoto en terremoto en la Asamblea más polarizada y fragmentada de la historia (seis grupos).
“Me recuerda a Fernando VII”, dice Isabel Serra, la líder de Unidas Podemos IU Madrid en Pie, comparando al político de Cs con el rey absolutista.
“Es conciliador hasta el extremo de ser excesivamente permisivo”, discrepa Alfonso Serrano, el portavoz del PP. “Para bien y para mal”.
“Es como el capitán del Titanic”, completa Pablo Gómez Perpinyà, de Más Madrid. “Igual que éste fue presionado para ir más rápido y acabó estrellando el barco contra un iceberg, al señor Trinidad le presionaron para aprobar rápido la ley del suelo y ha acabado saltándose el reglamento y deteriorando la cámara que preside”, opina.
El pleno de la Asamblea se asemeja mucho al patio de un colegio en esta legislatura. Eso es lo que vino a decir el propio Trinidad durante una jornada de 2020 en la que los gritos, los ataques personales, los enfados, y las rabietas, superaron el alto volumen habitual.
“Protesten lo que quieran. Si no somos mayores para poder debatir...”, espetó tras admitir estar “triste” por el tono de los debates. Sobran los ejemplos del bajo vuelo de los intercambios. Estos son del último pleno, celebrado este jueves: “En Podemos van de pobres”; “Nunca han arrimado el hombro a nada”; “Presidenta catastrófica (por Díaz Ayuso)”. Estos son de plenos anteriores. “El feminismo es cáncer”. “Lesboterrorismo”. “Pornofeminismo”. Las etiquetas de “fascistas”, “comunistas”, “traidores”, “totalitarios”, “homófobos” o “machistas” se reparten como si fueran gratuitas, y con absoluta normalidad.
Frente a esa cacofonía, Trinidad (Granada, 1973), abogado hijo de militar, es como un capitán de barco en la tormenta: solo, le toca navegar e intentar evitar el naufragio.
“El procedimiento para la votación de la ley del suelo fue legal y ajustado al reglamento”, defiende el gabinete del presidente de la Asamblea, que no quiso contestar a las preguntas de EL PAÍS. “La composición reducida de miembros [por el coronavirus] estaba ahí por acuerdo de la Mesa y de la Junta… y nadie había manifestado ningún reparo”, añaden. “Como no puede ser de otra manera, se respeta el derecho a ir al Constitucional, pero creemos que está todo correcto”, dicen sobre la iniciativa impulsada por PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos IU Madrid en Pie.
El Tribunal Constitucional ha admitido recientemente otro recurso procedente de un grupo de la Asamblea, en este caso de Más Madrid y contra la alianza de PP, Cs y Vox que dejó fuera de la Mesa de la Cámara al partido de Íñigo Errejón en favor del de Rocío Monasterio, con menos representantes.
Aquella jornada, Trinidad fue elegido presidente del Parlamento regional. Desde entonces, no ha tenido ni un día de tranquilidad: la enrevesada negociación para investir a Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad, su decisión de que Ángel que Gabilondo no se pudiera presentar al debate de investidura (pese a haber ganado las elecciones), el caso Avalmadrid, los debates centrados en cuestiones nacionales y no madrileños, o la crisis del coronavirus, han marcado el día a día del Parlamento regional.
La jornada más compleja fue la del 1 de octubre: horas después de dar por aprobada la reforma de la ley del suelo —que elimina la mayoría de licencias para agilizar los trámites a las constructoras— pese a las protestas de la oposición, Trinidad decidió repetir la votación, aprovechando que hay que pronunciarse sobre otra propuesta, y que por lo tanto las puertas están cerradas y nadie puede irse. Otro lío: acaba habiendo incluso menos diputados que en la anterior. Es decir, si no había quorum la primera vez, tampoco la segunda.
Así, la gestión de Trinidad ha enfadado a todos los grupos en alguna ocasión, lo que sus colaboradores ven como un signo de imparcialidad. De hecho, el único diputado al que ha instado a abandonar el hemiciclo era de su propio partido, Ciudadanos, señalan quienes apuntan cada detalle de los plenos. En paralelo, la claridad con la que el presidente se posiciona en sus redes sociales sobre asuntos políticos de máxima actualidad no ha dejado de llamar la atención a sus colegas, porque contrasta con la imagen de imparcialidad que normalmente intentan transmitir las personas que ocupan cargos institucionales como el suyo.
A mediados de enero escribió: “Hace tiempo que no tienen ningún sentido las comparecencias de Fernando Simón. No aportan ni confianza ni credibilidad”.
En otra ocasión: “Los diputados de Bildu visitan a presos etarras a la cárcel, las familias de los asesinados por ETA van a los cementerios. Adivinad a quién hace más caso el gobierno”.
Y más tarde: “Creo que en Podemos están pidiendo que se baje el IVA de los aguacates.”.
Hay a muchos diputados a los que les sorprende esa contundencia en una persona que ocupa un cargo institucional que debe velar por el buen funcionamiento de la Asamblea, y por lo tanto proyectar una imagen de neutralidad.
“Juan Trinidad es un presidente elegido democráticamente y tiene nuestro respeto institucional. Pero, a pesar de sus esfuerzos por ser ecuánime, está muy condicionado por su posición política y los apoyos que le llevaron a la Presidencia”, opina Ángel Gabilondo, líder del PSOE y ganador de las elecciones de 2019. “Su dimensión institucional le habría de conducir a un papel en las redes sociales menos partidista”.
“Su cuenta de Twitter es suya, personal, la neutralidad se demuestra en el día a día, en la actividad parlamentaria”, contraponen desde el gabinete del presidente de la Asamblea. “Ha llamado al orden a todos los grupos, con todo el arco parlamentario, incluido su grupo. Ahí es donde se demuestra la neutralidad”, recalcan. “No deja de ser un ciudadano, un político, miembro de la dirección de un partido, y puede expresar su opinión. Lo que no hace es comentar la actividad diaria de la Asamblea”.
El próximo jueves hay pleno de nuevo. Polémica asegurada.
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