_
_
_
_
Salto de fe
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Frivolidades

Este año no podemos echarnos unas risas porque no hay nada que celebrar

Exteriores del hotel Four Seasons (i) de Madrid.
Exteriores del hotel Four Seasons (i) de Madrid.JuanJo Martín (EFE)
Margaryta Yakovenko

Quizá sea un juego del calendario. Una cuestión de fechas festivas de animación colectiva acompañadas de una sucesión de luces navideñas que juran que todo va bien y anuncios que dicen que todo irá mejor. Quizá tenga que ver que pusimos fin a un año terrible, desgraciado. El tema es que, entre turrón y roscón (entre las sobras de turrón de chocolate blanco y la fruta escarchada del roscón que no le gusta a nadie), surge un sentimiento de sobremesa que pide un poco de ligereza. Digámoslo de otro modo: solo queremos echarnos unas risas.

Hubo un tiempo en el que este país se permitía siestas tranquilas y frivolidades a la hora del café. Nos reíamos de las grabaciones del primer día de rebajas de las cámaras de seguridad de El Corte Inglés donde una avalancha de señoras con abrigo de pelo, del de animales muertos de verdad, se peleaban por un bolso de 20 euros. Éramos frívolos contando en Twitter la última de nuestro cuñado (o cuñada, que el cuñadismo es también paritario) en la cena de Nochebuena. Y las campanadas eran motivo de jolgorio nacional y no pesaba sobre ellos la gravedad de creer que el reloj de la Puerta del Sol estaba marcando el fin de una era mientras nosotros nos esforzábamos por no atragantarnos con las uvas, que bastante hemos tenido este año.

Ni siquiera podemos celebrar la llegada de la vacuna porque mientras nosotros festejamos, resulta que Madrid tiene de los peores datos de vacunación de toda España.

Busco esa frivolidad durante la primera semana del 2021 paseando por Madrid. Creo encontrarla en el árbol de Navidad gigante del Four Seasons, una aberración natural llena de luces de colores. Creo encontrarla en el pianista y las copas de champán que veo detrás de las ventanas del hotel, iluminadas y brillantes en las manos de los que brindan mientras a mí la mascarilla me empaña las gafas. Pero solo es un fugaz destello que se apaga en cuanto me giro y veo a un hombre sin hogar, apenas vestido, resistiendo entre cartones el frío de enero. No podemos tener cosas bonitas, pienso. Ni siquiera podemos celebrar la llegada de la vacuna porque mientras nosotros festejamos, resulta que Madrid tiene de los peores datos de vacunación de toda España porque solo ha estado vacunando cinco de los 11 primeros días de la campaña y además ha rechazado vacunadores públicos del Ayuntamiento para gastarse casi un millón en vacunadores privados. Ay, la frivolidad.

Decía Almudena Grandes en una columna publicada hace ya algunos años que “Nada inhabilita más a un político que la falta de sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, excepto, quizás, el cinismo que pretende enmascararla”. Pienso mucho en esa frase estos días en los que contemplo emocionada la nieve que nos ha espolvoreado por encima Filomena. El entusiasmo se me pasa cuando me acuerdo que durante la ola de frío, el precio de la electricidad ha alcanzado máximos históricos. Eso, para los que podamos pagarla, porque en La Cañada no tienen ni suministro.

Echo de menos la frivolidad, echo de menos echarnos unas risas. Dicho de otro modo: espero que pronto todos podamos volver a permitírnosla.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Margaryta Yakovenko
Periodista y escritora, antes de llegar a EL PAÍS fue editora en la revista PlayGround y redactora en El Periódico de Cataluña y La Opinión. Estudió periodismo en la Universidad de Murcia y realizó el máster de Periodismo Político Internacional de la Universitat Pompeu Fabra. Es autora de la novela 'Desencajada' y varios relatos.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_