_
_
_
_
SALTO DE FE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Desaparezca aquí

Aún me niego a creer que el lugar en el que crecí es el pueblo con peor suerte de España

Detalle de la orilla en la playa donde más barro se acumuló tras la Dana, en Los Alcázares (Murcia).
Detalle de la orilla en la playa donde más barro se acumuló tras la Dana, en Los Alcázares (Murcia).ALFONSO DURAN
Margaryta Yakovenko

En el pueblo con peor suerte de España el principal atractivo es una laguna de agua inmóvil, como muerta. Permanece en silencio lamiendo la arena gris con la cadencia de unas mareas inofensivas. De vez en cuando, una gaviota rasga su superficie con el nervio de un animal hambriento. De vez en cuando, las garzas blancas se quedan quietas en la costa, solo mirando el fondo marino o el reflejo del sol en el agua.

En el pueblo con peor suerte de España abundan los carteles de “Se alquila” y “Se vende” y ‘”Se traspasa”. Proliferan los negocios naufragados, los locales desangelados, restos de las tiendas que algún día fueron y de las que ahora, con suerte, solo quedan un par de maniquíes sin brazos, piernas ni cabeza, tirados tras el cristal del escaparate.

En el pueblo con peor suerte de España quedan pocos bares. Quedan pocos restaurantes abiertos. Pocos hoteles que acojan a los veraneantes, turistas o viajeros extraviados. Las calles están casi siempre desiertas.

En el pueblo con peor suerte de España las casas, garajes, bajos y cocheras se cierran con puertas y barreras de metal herméticas anti inundaciones. Las placas se fabrican a medida y se levantan como un fuerte contra la lluvia que puede arrastrar toda tu vida, llenarla de barro, dejarla inutilizable.

Ahora que soy yo la que vuelve a casa desde Madrid, cuando llego al pueblo y veo la luz dorada y la laguna en calma, me doy cuenta de que estoy en mitad de un lugar que ha empezado a desintegrarse.

Pero el pueblo con peor suerte de España no siempre tuvo ese apelativo. Hace apenas cinco años, Los Alcázares era una joya fulgurante, la perla central de la corona murciana que siempre ha sido el Mar Menor. Yo recuerdo esos días. Recuerdo el ruido. Las noches de verano cálidas y húmedas, el pelo empapado de brisa. El olor del mar en las fosas nasales. Los veraneantes británicos, holandeses, alemanes y los menos exóticos, para nosotros los niños locales, eran los murcianos de capital o los madrileños.

Luego vinieron las gotas frías que ahora son DANAS. Tres riadas seguidas y el precio de las casas cayó en picado. El pueblo dejó de llenarse de gente. La estocada final vino por obra y gracia del virus: desde hace meses, Los Alcázares es el único pueblo confinado de la Región de Murcia. Los hosteleros acababan de limpiar el barro de las últimas inundaciones cuando les prohibieron volver a abrir por miedo a los contagios.

Ya no vienen ni los británicos, ni los holandeses, ni los alemanes, ni los murcianos, ni los madrileños. Y ahora que soy yo la que vuelve a casa desde Madrid, cuando llego al pueblo y veo la luz dorada y la laguna en calma y oigo solo el rumor de las hojas de palmera mecidas por el viento, me doy cuenta de que estoy en mitad de un lugar que ha empezado a desintegrarse. Que acabará cayendo en el olvido, desapareciendo para siempre. Me doy cuenta de que yo también podría desaparecer aquí. Pero me niego a hacerlo. Aún me niego a creer que el lugar en el que crecí es el pueblo con peor suerte de España. Aún confío en que alguien pueda arreglarlo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Margaryta Yakovenko
Periodista y escritora, antes de llegar a EL PAÍS fue editora en la revista PlayGround y redactora en El Periódico de Cataluña y La Opinión. Estudió periodismo en la Universidad de Murcia y realizó el máster de Periodismo Político Internacional de la Universitat Pompeu Fabra. Es autora de la novela 'Desencajada' y varios relatos.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_