Política
Nada inhabilita más a un político que la falta de sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno

La política es una actividad admirable. La sensibilidad de unos cuantos hacia los problemas de sus conciudadanos, la decisión de contribuir con sus mejores capacidades a la mejora de las condiciones de vida de los demás, el impulso de sacrificar el propio bienestar para luchar contra las injusticias, la ineptitud y la corrupción que impiden el bienestar de la mayoría, eso es la política. Nada inhabilita más a un político que la falta de sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, excepto, quizás, el cinismo que pretende enmascararla. El ministro Morenés nunca debería haberse mostrado arrogante, indiferente y cruel —porque se es cruel por omisión, tanto o más que por acción— con la comandante Cantera, y mucho menos en sede parlamentaria, en un recinto que simboliza y expresa la soberanía popular. Su actitud en aquella sesión basta para descalificarle como político, por sí mismo y porque contradijo con una soberbia afilada y consciente el sentimiento mayoritario de los españoles frente a los casos de acoso sexual en el Ejército. No hay nada más indigno que la estrategia que persigue convertir a una víctima en culpable, pero la retractación que nos ha ofrecido Morenés no anda muy lejos en la escala de la indignidad. No se trata ya de que nadie se haya creído sus excusas, sino de la inmoralidad que implica humillar a una víctima presente en el Congreso un miércoles, para ofrecerle cariño y solidaridad un viernes por la noche, después de recibir una reprimenda desde un despacho donde se analizan encuestas y se revisan los comentarios de Internet. Eso ha sido lo peor, más allá de la inutilidad de una rectificación que ha ofendido a la inteligencia de los españoles. Y por eso conviene recordar en qué consiste la política.
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