Test ilegales de saliva en farmacias
La Comunidad espera la respuesta del Gobierno para que los farmacéuticos hagan test de antígenos pero algunos establecimientos van por su cuenta
El farmacéutico coloca el test sobre el mostrador y, mientras lo abre, trata de explicar al cliente cómo tiene que ser la saliva que acabará en el fondo del botecito. “Haz el sonido de la jota y escupe ahí tres veces. ¿Ya? Un poquito más”, insiste. En 10 minutos estarán los resultados de este test de antígenos fabricado en China que algunas farmacias de Madrid, como esta del barrio de Hortaleza, han empezado a ofrecer a sus clientes de cara a la Navidad.
Cada prueba de este test que sirve para detectar positivos por coronavirus con síntomas —en otros casos su fiabilidad disminuye— cuesta 30 euros. El farmacéutico, a la espera de los resultados, se sienta en un despacho rodeado de libros y teclea en un ordenador. Los kits los comercializa una distribuidora de Barcelona que los compra a la farmacéutica china Xiamen Zhongsheng Lengijie Biotechnology. De fábrica cuestan 12,5 euros. Otros, con las mismas propiedades que este, pueden costar entre cinco y 15 euros —dependiendo de la cantidad pedida— según un rastreo que ha hecho este periódico.
El farmacéutico de Hortaleza los acaba de recibir hace unos días. Antes, durante varios meses, utilizó los test de anticuerpos mediante punción digital. Más de 200 vecinos se sometieron a la prueba. ¿Cuántos positivos?
—Pocos, siete u ocho. Pero siete u ocho que quitamos de la circulación.
Para hacer este nuevo test el farmacéutico mojó una varilla en la saliva y la colocó en la prueba, similar a un test de embarazo. El líquido se expandió como una mancha en el frontal hasta que arrojó el resultado. “Negativo. Mira, tiene dos rayitas. La ce tiene que salir siempre, es el control, y la segunda nos dice si lo tienes o no. Y no. Enhorabuena”, se congratula. En ese momento entra una señora en busca de Ibuprofeno y Trilombrin. Le atiende una segunda farmacéutica. “Trilombrin no lo tengo, lo tendré mañana. ¿Lo quieres comprimido o en jarabe?”, le pregunta. “En pastillitas”, contesta la clienta.
Después de pagar, el farmacéutico, también licenciado en bioquímica, extiende un papel con todos los detalles de la prueba. Su fiabilidad, según ese documento, es del 98,1% en positivos y del 100 en negativos. Otras farmacias todavía no se han lanzado a hacer pruebas de antígenos a la espera de una orden de la Comunidad. Los que han dado el paso con esta prueba que cuenta con el sello de la UE, según la página web del fabricante, operan en la alegalidad. Su uso no está tampoco amparado por la estrategia de diagnóstico del Ministerio de Sanidad.
En realidad, las farmacias solo tienen permitido hacer test de antígenos en dos situaciones. “Porque tienen laboratorio de análisis clínicos o porque participan en un programa específico de salud pública con la comunidad autónoma”, explica Ana López, del Consejo General de Colegios Farmacéuticos. No es el caso de la farmacia que hemos visitado. En Madrid, ese programa aún está en proceso de aprobación por parte del ministerio, que es quien ha de dar el visto bueno a un procedimiento que los expertos siguen sin avalar.
La idea en la Comunidad es que estas pruebas sirvan para personas asintomáticas —justo para aquellas para las que no están indicadas— que se realicen en locales que puedan tener un circuito diferenciado y previa formación de los profesionales que las realicen. Pero profesionales de epidemiología, salud pública y medicina preventiva y organismos nacionales e internacionales no avalan por el momento el uso de estos test en personas sin síntomas. Sostienen que no están indicadas para la población general —otra práctica que la Comunidad lleva a cabo con los cribados masivos— ni son eficientes para el control de la pandemia.
Funcionan, en cambio, en aquellos entornos con una previsible alta prevalencia (urgencias hospitalarias, atención primaria y residencias), personas con síntomas en los primeros cinco días de evolución de la enfermedad, además de contactos estrechos y población vulnerable o expuesta, como los trabajadores sanitarios.
Aún así, la Consejería de Sanidad envió el pasado viernes el plan a Sanidad y aún no ha habido respuesta por parte del Gobierno central. Ese plan consiste en habilitar inmediatamente “una declaración responsable” que las oficinas deberán firmar y en la que aseguran que reúnen varios requisitos como espacios físicos, medios humanos y recursos materiales adecuados. Tras ese paso, podrán realizarlos o bien durante su horario de apertura, con un circuito de acceso especial para ello, o una vez cierren, con una franja horaria específica para realizar las pruebas. El resultado, que tarda entre 15 y 20 minutos, será comunicado inmediatamente a la persona, “al Servicio Madrileño de Salud y a la Dirección General de Salud Pública”, explicó la pasada semana Ruiz Escudero.
El curso de formación que han de realizar los farmacéuticos ya está disponible desde hace más de una semana en la página web de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac), con la que se ha realizado el currículo de esta formación. “Ya hemos hecho el curso por Internet, pero estamos esperando. Nosotros todavía no hacemos la prueba”, dice una farmacéutica de la calle Modesto Lafuente, en Chamberí. Cuando se le enseña el prospecto de la prueba de saliva, enarca las cejas: “Cuestión de fe”. Otra profesional consultada en la calle Alonso Cano no tiene dudas: “No hacemos esa prueba porque no es legal. Así de simple”.
”Ya tenemos 1.100 personas preparadas para poder hacer esa formación y en cuanto tengamos la autorización ponernos en marcha y aumentar nuestra capacidad diagnóstica, que es fundamental para conocer cómo se comporta la pandemia en nuestra región”, dijo este miércoles el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero, en una entrevista en Antena 3.
Los técnicos de laboratorio: “Es una aberración”
Mientras arranca la formación en test de antígenos, existen pruebas como las de la saliva situadas en ese terreno en sombra que a veces deja la ley. “Es una aberración”, sentencia Juan Carlos Rodríguez, presidente de la Asociación Española de Técnicos de Laboratorio (Aetel). Se echa las manos a la cabeza cuando escucha que, mientras se conocían los resultados de la prueba, había al lado una señora pidiendo Ibuprofeno y Trilombrin. ¡Y el farmacéutico no llevaba un EPI! “¿Y si la persona que se hace la prueba estuviera infectada? Fácilmente podría haber contagiado a varios en ese momento”, cree Rodríguez.
A su modo de ver, las farmacias que hagan estas pruebas deberían tener dos itinerarios, como en los centros de salud. Uno para los clientes que tienen que hacerse las pruebas covid y otro para los demás. El profesional, preferentemente un técnico superior de laboratorio, debería también estar equipado. “La mayoría de los contagios se producen por aerosoles. Si tienes en la farmacia a alguien infectado y después a uno sano, puede contagiarse”. Tras la prueba, considera que el negocio tendría que tener una empresa de bioseguridad experta en desechos que recoja las pruebas, como en los hospitales. Por último, ¿qué ocurre si alguien da negativo? “Las farmacias no tienen tu historial ni pueden hacer la trazabilidad”, lamenta. Las pruebas, sin embargo, no van a paralizarse. En Serranillos del Valle, un pequeño pueblo de Madrid, el Ayuntamiento será el primero en hacer estos test a una parte de su población la semana que viene.
El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid está a la espera de la decisión del ministerio, explica una portavoz, que indica también que no hay “regulación expresa y específica para la realización o no de test de antígenos en oficinas de farmacia”. El colegio, que ha conocido la práctica de esta farmacia, “se puso en contacto con el farmacéutico que dada la incertidumbre que existe no pensaba que dichos test no se pudieran hacer”. Le ha comunicado, verbalmente y por escrito, que “deja de realizarlos inmediatamente”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.