Objetivo: salvaguardar a 5.000 mayores
Mensajeros de la Paz ha sabido afrontar una de sus peores épocas, sobre todo en las residencias de ancianos
Hablar de Mensajeros de la Paz es hablar del Padre Ángel, pero también de un inmenso ejército de trabajadores, de voluntarios y de colaboradores que se ha enfrentado al coronavirus con importantes pérdidas en las 20 residencias y centros de día para mayores que gestiona en la región. A ello se ha unido el seguir ayudando a familias necesitadas y a personas sin hogar que no tenían ni donde guarecerse en los peores momentos del estado de alarma. O directamente con familias víctimas de la exclusión social.
El Padre Ángel, nacido en Mieres (Asturias), cumplió los 83 años justo dos días antes de que se decretara el estado de alarma, el 11 de marzo. Esta fecha casi se convirtió en una premonición de lo que iba a suceder en las semanas siguientes. Lleva en Madrid casi 50 años y desde hace cinco está al frente de la iglesia de san Antón, en plena calle de Hortaleza. La ONG que preside tiene en la región unos 1.900 seguidores.
“Lo que ha ocurrido en estos meses ha sido terrible. En mi vida he visto muchos desastres como terremotos, explosiones, en los que ha fallecido mucha gente, pero nada como esta pandemia. Se ha cebado de manera desmesurada en las personas mayores”, reconoce con voz triste el Padre Ángel. “Muchas familias se han quedado rotas. Los más cercanos ni se han podido despedir. Conocía a algunos de ellos y se me han ido buenos amigos”, añade con emoción.
El presidente de la ONG no quiere dar datos de fallecidos ni de cuál ha sido la residencia que lo ha pasado peor. Cree que no sirve “de nada”, una vez que se ha pasado la primera oleada de esta pandemia –”sean cinco, cien o quinientos, siempre serán una barbaridad”-. En abril, de hecho lanzó un mensaje desesperado de que necesitaban ayuda, cuando ya había más de 100 fallecidos en sus geriátricos. Solo 10 se confirmaron entonces como positivos al coronavirus, en una época en la que no se hacían pruebas por faltas de tests. “Me dolió mucho la sensación de que había diferencia entre atender a personas mayores y a los no mayores. No sé qué criterio se siguió para hacerlo”, afirma, mientras recuerda la labor de los trabajadores y de los voluntarios en un periodo tan duro. “Algún médico ha perdido la vida por atender a los mayores. Eran momentos tan difíciles que teníamos que dejar el material sanitario a las puertas de las residencias. Esto no lo había visto ni en terremotos ni en guerras”, añade.
4.000 test para los mayores
Poco a poco, el material fue llegando. La ONG compró más de 4.000 test para detectar el virus entre los mayores y los cuidadores. También se distribuyeron decenas de miles de mascarillas, guantes, batas, gorros y geles, entre otros materiales, por los centros, a los que se unieron nueve máquinas productoras de ozono y 110 máquinas rociadoras para desinfectar grandes superficies.
Pero detrás de las cifras siempre hay personas. En este caso mayores que tuvieron que aislarse, que no recibían visitas de sus familiares y que podían caer en la soledad y la depresión más absolutas. Para evitarlo, o cuando menos frenarlo, Mensajeros puso en marcha un servicio de ayuda psicológica con la compañía DKV seguros y apoyo espiritual con el grupo social ONCE. También repartieron 600 tabletas por sus centros para que los internos pudieran contactar con sus familiares.
La situación en la calle no resultaba mucho mejor. Mensajeros de la Paz trabaja con personas sin hogar, a las que llega incluso dejar dormir en la iglesia de san Antón. Pero tuvo que cerrar por la pandemia. Parte de esos sin techo fueron al pabellón habilitado por el Ayuntamiento en los recintos feriales de Ifema, pero otros se quedaron fuera. “Hubo al menos 15 personas que nos ofrecieron habitaciones para que estas personas pudieran vivir en ellas. Si esto no es solidaridad, que venga Dios y lo vea. La gente se volcó. Cuando dijimos que necesitábamos ropa, nos dieron de todo. Desde toallas a trajes o batas”, describe el Padre Ángel. Este recuerda una anécdota que le llegó a lo más profundo. Un hombre acudió en pleno estado de alarma a la iglesia y le dio la alianza de su mujer fallecida junto con una carta manuscrita. Su intención es que la empeñara y destinara el dinero a los más necesitados. La joya no fue vendida y ahora se ha convertido en el símbolo de esa solidaridad.
“En esta crisis, hemos pasado de salvar vidas a dar de comer. Y después a dar de beber. Algo tan sencillo como un vaso de agua se convirtió en algo imposible para las personas que estaban en la calle, con los bares cerrados y las 800 fuentes de la ciudad clausuradas”, describe el presidente de la ONG. Para evitar que los más necesitados estuvieran en la calle para recibir comida en alguna cola del hambre, llegaron a un acuerdo con Mercadona que les dio 15.000 tarjetas precargadas con 20 y 30 euros para atender a más de 100 familias. “Hay que dar, pero respetando la dignidad de las personas”, sentencia el Padre Ángel, que también agradece la labor de las 700 empresas y particulares que colaboran con la ONG. “Nos han dado desde agua, mascarillas, alimentos, ropa e incluso máquinas de ozono. Subió el número de voluntarios que se ofrecían para ayudarnos”, añade.
Durante el estado de alarma, otras 200 personas sin hogar se beneficiaron de desayunos y cenas en el restaurante Robin Hood, de la organización. La parte eclesiástica también estaba cubierta: la misa de san Antón se emitía en directo por las redes sociales y más de 20 sacerdotes hacían acompañamiento espiritual a través del teléfono. Los voluntarios también ayudaron a los vecinos de Chueca en sus quehaceres diarios, como pasear el perro o ir a la compra.
Un “belén” para todos los protagonistas
Si un visitante se acerca al altar de la iglesia de san Antón, se quedará sorprendido por un altar muy especial que ha instalado Mensajeros de la Paz. El tradicional pesebre se ha convertido en un hospital. Los reyes magos y los pastores son ahora sanitarios, policías, conductores de ambulancias e incluso barrenderos que trabajan en la vía pública. Todos en tamaño de clicks de playmobil a los que no les falta detalle, mascarillas incluidas. Justo debajo se puede leer “Gracias por salvar vidas”. “En este belén queremos reflejar a todos los que han trabajo en plena pandemia. Todos fueron importantes y no siempre suficientemente reconocidos”, reconoce el Padre Ángel, que ve con “esperanza y optimismo” la salida de esta crisis. “Todo esto nos ha hecho poner los pies en la tierra y estoy convencido de que va a salir lo mejor de cada uno de nosotros”, concluye el asturiano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.