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“Nunca me llamó ningún rastreador”

Alejandro dio positivo en anticuerpos IgM, los primeros que aparecen para combatir al virus, a finales de mayo. Nadie se ha puesto aún en contacto con él desde entonces

Una terraza en Madrid el jueves 30 de julio.
Una terraza en Madrid el jueves 30 de julio.Mariscal (EFE)
Isabel Valdés

Cuando a finales de marzo los titulares estaban copados por la covid-19, Alejandro se puso enfermo, como casi toda su familia. Pero no se atrevieron a salir de casa, en un pueblo del norte de Madrid. Aguantaron hasta que su padre, de edad avanzada, empeoró. Ingresó en un hospital privado y el resto, Alejandro, sus hermanos y su madre, se quedaron en casa. En aquel momento nadie los llamó: ni desde atención primaria ni desde salud pública.

Pero tampoco recibió ninguna llamada después, a finales de mayo, cuando Madrid empezaba a desconfinarse y él, “por precaución”, decidió hacerse un test serológico en una clínica privada. Dio positivo en IgM, los anticuerpos de respuesta corta, los que indican que la infección aún puede estar activa, por lo que se recomienda realizar una PCR. No hubo más pruebas ni contacto telefónico con atención primaria ni con salud pública.

Marzo

Tras la aprobación el 14 de marzo del estado de alarma, Alejandro se metió en casa con su familia. La edad de su padre, 70, supuso desde el principio “un motivo importante” para cuidarse “al máximo”. Cuenta que era algo que sobrevolaba el ambiente para todos; para él, que tiene 23, para su madre, de 59, y para sus hermanos, de 30 y 34.Dos semanas después, su padre empezó a encontrarse mal.

A los cinco días, él también comenzó a sentirse mal: “Nada gravísimo, un poco de fiebre que me subía por las noches y unos cuantos días con febrícula”. Prefirió no ir ni llamar al centro de salud. Tenía la sensación de que cualquier centro sanitario podía ser algo parecido a un escenario de guerra: “Yo estaba tan mal, además, no tenía contacto con nadie, no salía”. Pensó: “Espero y ya me haré la prueba cuando la cosa esté más tranquila”.

Entonces, su padre, con problemas cardiacos, empeoró.

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Abril

“Intentamos esperar por si era otra cosa. Pero estaba mal, mal, y ya no era sostenible. Lo llevamos al hospital”, recuerda, uno privado al norte de la capital. Ingresó en planta a principios de abril: “Nos daba mucho reparo, no sabíamos exactamente cómo estaban los hospitales, veíamos y leíamos y escuchábamos muchas cosas y, sinceramente, teníamos miedo, pero ya no podía estar más en casa”.

No sabíamos exactamente cómo estaban los hospitales, veíamos y leíamos y escuchábamos muchas cosas y, sinceramente, teníamos miedo

Pasó hospitalizado algo menos de dos semanas. Mientras, en su casa, la rutina de protección continuó: “Todo era limpiado y fregado con lejía, los pomos de las puertas, la compra, cada cosa que venía del exterior, las cartas, había gel desinfectante por todas partes. A veces me daba la sensación de que vivíamos en una central nuclear… Hubo mucho cuidado”.

A mediados de abril su padre regresó. Se metió en una habitación y pasó ahí casi 20 días, “por si acaso”. Todo contacto con él se produjo con guantes y mascarilla que tiraban con un solo uso: “Le llevábamos la comida en bandejas y después se apilaban y se limpiaban con lejía”.

Mayo

Cuando llegó mayo y se comenzó a hablar de la desescalada, Alejandro se preocupó por el desconfinamiento: “Nos iban a desconfinar y quería saber si podía estar tranquilo. Estaba convencido de que lo había pasado y quería saber si era real o paranoia”. A finales de mes, buscó una clínica privada y cogió cita para hacerse un test serológico. Era 20 de mayo. No había nadie en aquel centro, llegó a la hora exacta, habló con la enfermera que había tras una mampara a la entrada y entró a la consulta: “Un doctor me explicó en qué consistía la prueba, una simple extracción, y me dijo que en unos días le darían los resultados”.

Alejandro se hizo un test serológico el 20 de mayo, los resultados le llegaron el 27: positivo en anticuerpos IgM

Ocurrió el día 27: “Positivo en ambas”. Su serología muestra 9,59 en IgG —son los anticuerpos de respuesta larga, los que aparecen cuando la infección ya no está activa— y 4,36 en IgM —los anticuerpos de respuesta corta, son los primeros que genera el cuerpo para combatir la infección y pueden indicar que la enfermedad aún está presente, y por lo que se recomienda la realización de una PCR para confirmar o descartar que el paciente aún esté contagiado y pueda contagiar—.

La conclusión era que Alejandro había pasado el virus y él creyó que era probable que la covid aún estuviese activa, ya que los valores que determinan la presencia de esas inmunoglobulinas están fijados en 1,1 por encima de esa cifra, el resultado es positivo. No sabía que el positivo en ambas indica “caso confirmado con infección resuelta”, según el protocolo del Ministerio de Sanidad. El informe lo recibió por correo electrónico: “Nadie me llamó para decirme nada desde la clínica ni para explicarme nada ni decirme que me quedase en casa o no ni que acudiera a un médico o llamase a mi médico para comunicárselo. Y nunca me llamó ningún rastreador”. Ocurrió lo mismo con el resto de su familia. Todos, exceptuando uno de sus hermanos, dieron positivo en IgG al hacerse las pruebas.

“Seguimos rayados; no sé cómo va lo de los anticuerpos”

Durante el mes de junio, tras ver aquel informe que constataba su positivo, decidió quedarse en casa dos semanas más: “Me pareció que era lo que tenía que hacer”. Para entonces, Madrid ya había entrado en fase 2 (la última por la que pasó porque, poco después, la Comunidad saltó directamente a la nueva normalidad).

Alejandro empezó a recuperar su vida en la calle y con sus amigos “de forma segura”. Fue viendo a gente “poco a poco”: “Nada de fiestas ni de grandes reuniones ni de aglomeraciones. Tardé otros 15 días en atreverme a tomar una birra en una terraza”.

Insiste en que su situación en casa, por la edad de sus padres, hizo que “jamás” dudara del peligro que podía conllevar contraer el virus: “Lo hemos pasado mal y nunca he querido alimentar que eso fuese a peor. Sé que hay mucha gente que no ha hecho lo mismo, pero cada uno es responsable de lo que hace y hay que tener en cuenta que en una situación como esta, también eres responsable de los demás”.

Ya en el mes de julio, su situación volvió a la normalidad. “O a la nueva normalidad, más bien”, se ríe este estudiante de Económicas: mascarilla, gel para las manos siempre, distancia. “Siendo sinceros, no sabemos cómo funciona esto de los anticuerpos y seguimos bastante rayados”, confiesa tras repasar su experiencia. Sigue sin acudir a eventos con mucha gente y evita el tumulto: “Por mí, pero sobre todo por mis padres”.


Lee aquí las dos primeras historias de la serie Anatomía de un rastreo

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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