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La carta abierta del Marañón a sus pacientes tras la crisis del coronavirus: “Habéis sido nuestra familia”

"Durante esos interminables días y temidas noches habéis sido nuestras parejas, padres y hermanos, nuestros abuelos, hijos, compañeros y amigos", dicen los profesionales del hospital en el texto

Sanitarios y enfermos del hospital Gregorio Marañón durante la crisis del coronavirus.
Sanitarios y enfermos del hospital Gregorio Marañón durante la crisis del coronavirus.Carlos Rosillo
El País

Poco más de un mes después de que se decretara el estado de alarma originado por la crisis del coronavirus, el Gregorio Marañón, el hospital más grande de Madrid y el tercero de España, ya se había transformado por completo para hacer frente a la covid-19. Se convirtió en una pequeña ciudad, con sus ciudadanos unidos en la adversidad. Ahora, sus profesionales dedican una carta abierta a los pacientes.

Para asistir a los sanitarios y los enfermos, el hospital incorporó a finales de marzo a un equipo de 10 psiquiatras que ayudaran a sus compañeros en el trance de dar las peores noticias. O para comunicar en su nombre a las familias que sus seres queridos habían fallecido o les quedaban pocas horas. Fue una de las medidas de emergencia implantadas ante la enorme presión asistencial que ha soportado en este tiempo.

Tras meses de trabajo conjunto, el Marañón ha sido incluso protagonista de un documental de la periodista y guionista Georgina Cisquella. Rodado a partir de los vídeos grabados durante la pandemia desde su casa, aledaña al hospital, muestra la importancia del trabajo de los centros de sanidad pública.

Dos trabajadoras del hospital Gregorio Marañón el pasado mes de abril, durante la crisis del coronavirus.
Dos trabajadoras del hospital Gregorio Marañón el pasado mes de abril, durante la crisis del coronavirus. Carlos Rosillo

A continuación, puede leerse el texto íntegro que los trabajadores del centro han dedicado a sus pacientes.

Carta abierta de los profesionales del hospital Gregorio Marañón a sus pacientes

Hoy los que formamos esta Casa, el Hospital Gregorio Marañón, os hablamos desde el corazón. Desde el mismo corazón que estos días hemos utilizado como un impulso de trabajo, como un arma de construcción masiva, porque hemos aprendido que quien elige el corazón, no se equivoca nunca.

Estas palabras van dirigidas a todos vosotros, a los que no queremos llamar pacientes, sino familia, porque durante esos interminables días y temidas noches habéis sido nuestras parejas, padres y hermanos, nuestros abuelos, hijos, compañeros y amigos… y la familia no es una opción, ni un contrato, no es nada más, ni nada menos, que entrega.

Aprendimos vuestros nombres para que supierais que estabais con nosotros, para que sintierais que estábamos con vosotros como una necesidad mutua de reconocimiento y “porque dicen que nadie sabe su verdadero nombre hasta que no es llamado por una voz ajena”.

Os hemos tratado, os hemos cuidado, pero también os hemos tendido una mano amiga para ofreceros la humanidad de la compañía, esa que os han arrebatado durante tanto tiempo, soledad a la que nos hemos tenido que condenar tantas veces, extirpándonos el primitivo alivio del cariño.

Por eso hemos hablado con vosotros, reído y llorado, hemos apretado los dientes de rabia y para coger impulso. Tuvimos que aprender a leer en vuestros ojos preguntas calladas e intentamos que hallarais en los nuestros miradas de comprensión, consuelo, esperanza, de gratitud y fuerza.

Tenemos que confesaros que el miedo a perderos nos ha hecho temblar, sollozar y derrumbarnos, pero también nos hizo levantarnos, porque no era fácil llevar bien lo difícil, pero era imprescindible.

Lo hemos intentado con tesón, peleando por daros calidad y ofreciendo siempre calidez. Sin ser conscientes llegamos a acompasar nuestras respiraciones, porque vuestros suspiros eran nuestro aliento, porque cada día era necesariamente uno más y nunca uno menos. Celebrábamos con vosotros la vida a pie de vida, porque sabíamos que perderla era perderos.

Aprendimos con dolor e impotencia que hay palabras que no se materializan, que decir mascarilla, no protege, y repetir respirador no salva vidas, por mucho que lo intentáramos o lo gritáramos. Sin embargo nada nos paró, ya que cuando uno tiene un porqué siempre encuentra el cómo.

Cuando tuvimos que debatirnos entre el miedo y la vocación, siempre optamos por vosotros, y cuando no pudimos remediar lo irremediable, aprendimos que a veces aceptar no es perder, sino vencer.

Os confesamos que guardamos con amargura ese adiós o esa cama vacía, convivir con lo inevitable no doblega la pena, solo obliga a sobreponerse.

Tuvimos mil errores, dos mil aciertos, tres mil maneras de ayudar, cuatro mil desalientos, cinco mil esperanzas pero una sola razón, todos y cada uno de vosotros.

Supimos siempre “que la vida es un don que nos ha sido dado y sólo se merece dándola”, por eso decidimos abrazar a este cruel enemigo común con nuestras vidas para salvar las vuestras.

Hoy todos los que conformamos el Hospital Gregorio Marañón, queremos celebrar con vosotros la salud, porque intentamos suturar el alma y, ahora sí cada salida es un triunfo, cada despedida es un aplauso, cada vida una victoria.

PORQUE YA NUNCA ESTAREMOS SOLOS, Y PORQUE HOY, POR FIN JUNTOS, HEMOS FORMADO UN NOSOTROS.


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