Díaz Ayuso, presidenta de polémica en polémica
La jefa del Gobierno de Madrid gestiona al ataque una carrera llena de casualidades
En el apartahotel donde ha vivido Isabel Díaz Ayuso desde el 16 de marzo, cuando dio positivo por coronavirus, hay un mueble en mitad de ninguna parte con una foto suya con Felipe VI. Eso permite que el retrato se vea en sus entrevistas, junto a las banderas de España y Madrid. Es una escenificación de su poder. Aquí está la presidenta de la región que más aporta al PIB nacional. La líder del PP con más influencia. Y sin embargo, para llegar a ese puesto, y gestionar de polémica en polémica una crisis sanitaria sin precedentes, Díaz Ayuso vive una sucesión de carambolas. Candidata por sorpresa, es la primera aspirante del PP que pierde unas elecciones en Madrid desde 1987, y fragua un inédito pacto a tres que deriva en el primer Gobierno de coalición de la historia de la región (PP y Cs, en minoría y con apoyo externo de Vox). Tres circunstancias que le llevan a ejercer el poder al ataque.
—“Creo que ha llegado el momento de que lo asuma, aunque le duela”, le espetó al socialista Ángel Gabilondo, ganador de las elecciones, el día que ella consiguió ser investida presidenta.
—“Me habla el personaje más traidor de la política española”, le lanzó a Íñigo Errejón, entonces portavoz de Más Madrid.
—“Mientras yo hago convenios con entidades bancarias, usted quema cajeros, y por eso yo voy a seguir trabajando sentada en la Puerta del Sol, y usted se va a sentar en el banquillo de los acusados”, le soltó a Isabel Serra, líder de Podemos, procesada (y luego condenada) por atentado a la autoridad tras un desahucio.
—“Dios no me hizo perfecta, y por eso no soy de Vox”, le dijo a Rocío Monasterio, pese a que toda la legislatura depende de las decisiones de la portavoz del partido de extrema derecha.
Nada es casual. Díaz Ayuso (Madrid, 41 años) es periodista de formación: probó en Radio Marca (con el fútbol); también en Irlanda (en la producción de un programa musical); y hasta en Ecuador. También es experta en comunicación política: llegó a dirigir un curso en la Universidad Rey Juan Carlos en el que Cristina Cifuentes fue la gran estrella. Y su jefe de gabinete es Miguel Ángel Rodríguez, exsecretario de Estado de Comunicación con José María Aznar: tan polémico como criticado.
Presidenta de un Gobierno en minoría que no ha podido aprobar ni una sola ley, el equipo de Díaz Ayuso sabe que lo que se ve y lo que se escucha puede superar a lo que se hace. Como dijo un colaborador suyo: “¡A montar el lío!”.
La frase, pronunciada a finales del verano de 2019, enmarcó el primer viaje institucional de la presidenta. Destino: Barcelona. Fecha: unos días antes de la Diada. Motivo: cargar contra los independentistas y proponer una plataforma empresarial de las dos regiones para competir en los grandes mercados.
Ese día de septiembre de 2019 empieza la transformación de una política desconocida para el gran público en otra que aspira a trascender las fronteras de su región para pesar en las grandes cuestiones nacionales. La base sobre la que emprende ese cambio, apuntalado sobre sus choques con el Gobierno central, es un currículo que deja huella.
Se afilió al PP en 2005. En 2006 ya cobraba un sueldo público como asesora de una consejería del Gobierno de Esperanza Aguirre. Entre agosto de 2007 y marzo de 2008 entró en el equipo directo de la presidenta. Entre 2008 y 2011 percibió una jugosa nómina de Madrid Network, una entidad público-privada. Diputada desde 2011. Viceconsejera entre 2017 y 2018 y vicesecretaria de la formación en Madrid desde entonces.
Díaz Ayuso es pura esencia PP. Pero no de cualquier PP. Su ADN es el mismo que el de Pablo Casado y Aguirre, a la que tanto recuerda, según sus rivales políticos. El más duro: igual que impulsa que la Comunidad se persone como acción popular en casos de terrorismo, enaltecimiento y humillación a las víctimas, asegura que defiende un feminismo alternativo y llena sus discursos de supuestos problemas de seguridad ciudadana, como la ocupación.
“(Su gestión ha sido) excelente”, dice, a través de un mensaje telefónico, Aguirre. “Ha sabido estar donde los madrileños querían verla. Cuando estuvo enferma y en cuarentena supo comunicar en los medios, y el éxito del hospital de Ifema le ha dado ya el 41% en las encuestas”, sigue. Y opina: “Que la extrema izquierda que lleva la voz cantante en el Gobierno arremeta contra ella es la demostración de que va por el buen camino”.
“La manera de trabajar de la presidenta me recuerda a esa frase atribuida a Thomas Edison: ‘cuando hayas agotado todas las posibilidades recuerda esto: no lo has hecho”, dice Alfonso Serrano, el portavoz del PP. “Define perfectamente su capacidad de trabajo y su inconformismo”.
“Los medios se sorprenderán mucho cuando salte a la esfera nacional y resulte ser una política normalita”, contrapone el politólogo Roger Senserrich. “Tienden a sobrevalorar sistemáticamente a los presidentes de la Comunidad”.
¿Cómo ha reaccionado la presidenta a una pandemia vinculada a la muerte de más de 15.000 personas en la región? ¿Y al desdoro que ha supuesto que el Gobierno central rechace la petición de Madrid de pasar a la fase 1 de la desescalada del confinamiento? ¿O a la dimisión de su directora general de Salud Pública por oponerse a solicitarlo?
“Se ha vuelto más temperamental”, afirman en Cs, su socio de Gobierno.
“Es doloroso que solo haga gala del hospital de campaña del Ifema con hospitales públicos que han triplicado las camas de UCI invadiendo quirófanos y gimnasios”, lamenta Pablo Gómez Perpinyà, de Más Madrid. “Ahí nadie ha ido a hacerse fotos”.
De nuevo, la importancia de las fotos. Díaz Ayuso las ha protagonizado de todo tipo durante la pandemia, y no siempre por voluntad propia. Rota en lágrimas durante una misa homenaje a los fallecidos en la catedral de La Almudena. Repartiendo bocatas de calamares en la fiesta de cierre del hospital del Ifema, que ha provocado una investigación de la Delegación del Gobierno, ante la aglomeración de personas. O sola en el balcón de su despacho de la Real Casa de Correos, aplaudiendo a los sanitarios.
Tras el ruido de los flashes, el balance legislativo: ninguna ley aprobada en nueve meses, presupuestos prorrogados, y un socio, Cs, cada día más distanciado por sus decisiones en la ingrata y difícil gestión de la crisis del coronavirus.
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