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Perfil | Pello Otxandiano, el ingeniero de la izquierda ‘abertzale’ 2.0

Otegi ha tutelado el desembarco del candidato a lehendakari de EH Bildu en la primera línea política vasca

Pello Otxandiano, candidato de Bildu, celebra los resultados electorales en Bilbao, este domingo.Foto: Jaime Villanueva | Vídeo: EPV
Pablo Guimón

¿Habría contestado lo mismo si se lo hubiera preparado mejor? ¿Le pilló por sorpresa? Todo parece tan medido, tan estudiado y tan de diseño en la figura del candidato Pello Otxandiano, de EH Bildu, que resulta inexplicable que tropezara tan aparatosamente en la piedra más previsible. Sus titubeos y su incapacidad de admitir que ETA fue un grupo terrorista, en una entrevista el lunes con Aimar Bretos en la Cadena SER, dieron la vuelta a la campaña. Y colocaron a EH Bildu ante las contradicciones que a toda costa quería esquivar.

Es tentador ver a Pello Otxandiano, de 41 años, como una creación de Arnaldo Otegi. Una criatura dibujada a la medida del partido que el exmiembro de ETA, transformado en fino estratega político, quiere convertir en hegemónico en una nueva Euskadi. Llegaban juntos a los mítines. El mentor lo observaba con cariñosa sonrisa cuando el pupilo desplegaba su oratoria sosegada ante el atril. El propio Otegi, en un mitin el jueves en Vitoria, mofándose de un anuncio en el que el candidato del PNV posa con una vaca, venía a reconocer el ingente esfuerzo de imagen del que ha sido objeto la figura de Otxandiano. “Pello, puedes estar contento, porque la comunicación en la izquierda independentista ha sido un poco intensiva en la imagen”, le dijo, “pero no te hemos hecho hacer cosas que realmente pasarán a los anales de la historia política de este país”.

Lo primero que saltó a la vista de esa operación de imagen aplicada al joven ingeniero de telecomunicaciones fueron las gafas de pasta, que aparecieron de pronto en su rostro en el momento de su designación, en diciembre del año pasado. Otegi destacó entonces seis cualidades del primer varón elegido como candidato de EH Bildu: “Solvencia, seguridad, rigor, compromiso, alma y pasión”. Quizá se pasaron de frenada en su voluntad de venderlo como un cerebrito gafapasta cuando, en el texto de presentación, explicaron que “la pasión” de Otxandiano sería “trabajar en la aplicación de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial o el Blockchain en políticas públicas”.

Hablamos de un ingeniero de telecomunicaciones cuya tesis doctoral —escrita en castellano y firmada como Pello Ochandiano— “analiza el rendimiento de la segunda generación de la televisión digital terrestre en escenarios móviles y propone un algoritmo iterativo basado en grafos de factores para la detección de la señal y la reducción de la distorsión causada por la variación temporal del canal”. Completó la tesis en la universidad de Mondragón, que combinó con una estancia en la ciudad sueca de Gotemburgo, experiencia que permitía a EH Bildu construir alrededor del candidato esa narrativa amable y aburrida como de socialdemocracia escandinava.

Pello Otxandiano.
Pello Otxandiano.

Ha logrado incluso, en una de las 87 páginas de su libro Una mirada al país para el futuro, tirar de su bagaje de teleco para justificar la necesidad del derecho de autodeterminación. “Igual que les sucede a los dispositivos electrónicos que manejamos cotidianamente, el sistema operativo de este país requiere de una actualización para poder desarrollar las políticas públicas que se requieren en siglo XXI”, argumentaba, para concluir: “Es por ello, precisamente, por lo que demandamos el derecho a la libre decisión”.

En realidad, más allá de la inteligencia artificial y la izquierda nórdica, su despertar político se encuadra en un nacionalismo vasco de manual. Procede de una familia “plena de abertzales, todos independentistas”, explicó él mismo en El Correo. Su abuela, que tenía una imagen del lehendakari Aguirre en el salón, perdió a su padre y a dos hermanos en el bombardeo de Otxandio, al inicio de la Guerra Civil. El mismo pueblo del sur de Bizkaia, de poco más de 1.000 habitantes, rodeado de bosques de hayas y robles, donde aún vive el candidato Otxandiano y del que sus padres fueron concejales y su hermano, alcalde.

Al volver de Suecia, en 2011, le tocó el turno a Otxandiano, que fue elegido concejal en su pueblo y se fue construyendo una posición destacada en Sortu, partido en el que se refundó la izquierda independentista después de las ilegalizaciones y que hoy constituye el eje de la coalición EH Bildu. El coordinador general de la formación, Arnaldo Otegi, no tardó en ver en Otxandiano la encarnación del relevo generacional y táctico que buscaba, y el joven ingeniero, sentado en la mesa política nacional como director de Programa, se convirtió en la versión 2.0 del veterano líder independentista.

Las gafas de pasta combinan a menudo en el estilo de Otxandiano con prendas técnicas de montaña que le conectan con su tierra. La naturaleza, en particular la del vecino monte Urkiola, es su vía de escape para desconectar. Su pareja es profesora en la escuela del pueblo y tienen dos hijas, de ocho y cuatro años. Del cariño que le tienen sus vecinos da fe el paseíllo con el que le recibieron este domingo por la mañana, entre aplausos y vítores, al acudir a votar. En el Sociómetro vasco publicado en marzo, Otxandiano era el mejor valorado de los siete candidatos con una nota de 5,3 sobre 10.

Este domingo por la noche, Pello Otxandiano salía al escenario instalado por su partido en el bilbaíno mercado del Ensanche a celebrar, entre gritos de “independencia”, un resultado bueno, pero amargo. Derrota en porcentaje de votos, empate en escaños. El sorpasso que pronosticaban las encuestas tendrá que esperar. Quizá sus “tecnologías disruptivas” podrán determinar el papel que tuvo en ese resultado amargo la única piedra en la que tropezó en una campaña de diseño.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.
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