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ELECCIONES 23J
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El lento e inexorable declive independentista

El bloque separatista sigue encogiéndose a cada nueva elección por factores estrictamente internos

Gabriel Rufian, candidato por Barcelona de Esquerra, con Pere Aragonès y Oriol Junqueras. Foto: ALBERT GARCIA | Vídeo: EPV
Lluís Bassets

Todo está cambiando en Cataluña, con movimientos tectónicos bien visibles aunque no catastróficos. La trituradora que Artur Mas puso en marcha hace ya más de una década gira sin piedad alguna y es difícil atisbar cuándo y cómo se parará. Son notables sus efectos sobre el independentismo, que una vez más sale todavía más dividido y debilitado de estas elecciones. Sometido a un declive lento pero inexorable, solo le mantiene la inercia del movimiento que ha bloqueado Cataluña durante más de una década, apuntalada por la resistencia desde Waterloo, el laberinto judicial europeo y sobre todo la resiliencia del relato derrotado. Como si fuera un zombi, el procesismo ya muerto es todavía capaz de seguir andando con la improbable bandera de la autodeterminación para seguir suscitando todo tipo de pasiones, en favor y en contra.

Destaca la baja participación en Cataluña, especialmente donde el independentismo tiene más fuerza, una parte de la cual hay que asignar a los sectores más radicales que han propugnado la abstención o el voto nulo. El abstencionismo independentista es abiertamente empeorador, es decir, ha apostado por castigar a los partidos que han participado, aunque sea tímidamente, en la gobernación española, como Esquerra, o incluso los que pudieran llegar a participar aunque lo hayan rechazado hasta ahora, como Junts. Ha descalificado incluso la movilización del voto a la CUP para plantar cara al fascismo de Vox, porque considera que nada sería mejor para sus aspiraciones que un gobierno con una fuerza que ya ha anunciado como su objetivo el regreso de la tensión a Cataluña.

El bloque independentista sigue encogiéndose a cada nueva elección por factores estrictamente internos. El empate y la disputa cada vez más enconada entre Esquerra y Junts también forma parte de la decadencia de este bloque. Esquerra ha recibido un triple castigo por sus pobres resultados como débil partido de gobierno en Cataluña, como socio dubitativo del gobierno de izquierdas en Madrid y como fuerza comprometida en la independencia. Todo lo que lastra a Esquerra mantiene, en cambio, a una formación tan flexible y con capacidad de adaptación como Junts, que supo sacar partido tanto de la moderación de Trias como ahora lo ha sacado de la intransigencia de Nogueras.

Es abrumadora la fuerza del PSC en comparación con Esquerra y Junts, los dos partidos en competencia por la hegemonía en el independentismo. Ha ganado de largo en las cuatro circunscripciones. Regresa a su liderazgo tradicional en las generales, perdido en 2011, en manos de CiU. Este excelente resultado ensancha todavía más el camino de Salvador Illa para la recuperación socialista del gobierno de la Generalitat. El diferencial de escaños conseguido respecto al PP supera ampliamente el objetivo de 10 escaños propuesto. Los populares catalanes han sacado un buen resultado, aunque modesto, de forma que hay que matizar el regreso a Cataluña del bipartidismo recuperado en el conjunto de España que tanto teme el independentismo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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