Asturias, la envejecida región que ya vive en el futuro
La primera comunidad autónoma con más pensionistas que trabajadores encara una crisis demográfica que se extiende por el resto de España
Isidro Torres, de 75 años, arrastra los pies con las manos en la espalda mientras camina por la calle Pedregal de Grado, un municipio asturiano de 10.000 habitantes. Atraviesa el parque San Antonio esquivando las palomas y se sienta en un banco junto a otros tres jubilados más. A su alrededor, las tiendas de muebles, los talleres mecánicos, el matadero o el tostadero de café Aréces que antaño daban empleo a cientos de personas, ha dado paso a calles desoladas, con la verja echada o el cartel de “Se alquila” descolorido por el paso del tiempo. Los pocos comercios que quedan abiertos han cambiado el giro: de un bar de copas, una papelería o una tienda de ropa hay una tienda de sonotones, una cafetería o la oficina de empleo.
La localidad asturiana es una de las más envejecidas de Europa y uno de los lugares donde la relación entre trabajadores y pensionistas es más desequilibrada: por cada diez pensionistas hay ocho personas trabajando. Desde que Asturias se convirtió este año en la primera comunidad autónoma con más jubilados (275.992) que cotizantes a la Seguridad Social durante un año (275.400), el tema se ha colado en la campaña electoral asturiana como uno de los retos más angustiantes. Asturias es la punta de lanza de un problema al que se encamina una España envejecida que añade al reto demográfico el de cuadrar las cuentas.
El envejecimiento de la población ocupó gran parte del último debate entre los candidatos para intentar frenar una hemorragia que hace que 25 personas dejen Asturias cada día. Las propuestas políticas van desde suprimir el Impuesto de Bienes e Inmuebles (IBI) en los municipios con menos población a considerar familias numerosas a las parejas con dos hijos.
Sin embargo, los expertos recuerdan que cualquier política pública en esta dirección lleva de 10 a 15 años en hacer efecto. Mientras estas llegan, los buenos tiempos de municipios como Grado, Laviana, Colunga o Pola de Lena, todos ellos con más pensionistas que gente trabajando, han dado paso a un ambiente de geriátrico donde bastones, sillas de ruedas y cuidadoras paseando ancianos silencia los gritos y las carreras de los niños en el parque. “El pueblo está muerto. Está triste”, explica en su banco Torres, jubilado de una compañía eléctrica. “Antes la calle era un ir y venir de gente. No había lugar para sentarse y mira como está ahora”, dice señalando un parque lleno de jubilados. Sus dos amigos, comentando el último partido del Sporting o contemplando los jardines durante horas son la escena habitual en una de las regiones con más ancianos de Europa.
En un lugar así, el número de plazas escolares decae frente a las plazas que ofrece la residencia de ancianos. De igual forma, la cafetería sirve “más chocolates con churros e infusiones que gin-tonics”, dice el dueño del bar Zapa, ubicado en la plaza central. En la misma dirección, Carolina Menéndez (38), profesora de un colegio que año tras año se ha ido vaciando, reconoce que actualmente da clase a 13 alumnos frente a los 40 que tuvo a su cargo hace solo unos pocos años. “El ambiente se ha entristecido, pero en el dinero no ha dejado de fluir y, por tanto, los alquileres no han dejado de subir y casi cuestan lo mismo que en Oviedo, por lo que no veo muchas razones para que alguien joven quiera vivir aquí”, explica.
Aunque en Grado el desequilibro es notable, desde el punto de vista regional, en Asturias la ecuación se sostiene con alfileres y por cada jubilado que recibe una pensión contributiva hay 2,06 afiliados a la Seguridad Social. El dato, sin embargo, refleja una tendencia que se siente en toda España, que ha pasado en los últimos 15 años de aumentar un 6,5 % el número de altas en la Seguridad Social frente al de pensionistas que aumentó más de un 30%. Según Esteban Fernández Vázquez, catedrático de la Universidad de Oviedo y experto en política demográfica, Asturias “refleja una tendencia que se repite en el resto de España, aunque está más acusado en Galicia, Cantabria o Castilla y León, donde la media de edad de la población roza los 50 años frente a la media nacional que es de 44″, explica. Con estos mimbres, sostiene el experto, “es difícil mantener el actual modelo de pensiones ante el progresivo envejecimiento de la población y porque los baby boomers (nacidos entre finales de 1950 y mitad de 1970) van a entrar en masa a cobrar pensiones próximamente”.
En lo que al resto del país se refiere, la relación entre afiliados a la Seguridad Social y pensiones en España terminó 2022 en cifras récord, al llegar a los 2,03 cotizantes por pensión. No obstante, el envejecimiento de la población y la baja natalidad hacen peligrar este equilibrio en el medio y largo plazo, principalmente porque se espera la jubilación de 7,5 millones de trabajadores en los próximos 17 años. Según Fernández, “hasta ahora el envejecimiento de la población se frenaba con la emigración, pero este fenómeno se frenó en 2008″, señala. En Asturias la ecuación 1 a 1 entre trabajadores y pensionista es baja, pero se rompe en lugares como Oviedo, Gijón, Avilés o Llanera, donde se concentran el mayor número de puestos de trabajo. Por la parte de abajo, en municipios como Ibias hay 154 personas trabajando frente a los 410 pensionistas. Ante la catarata de propuestas electorales, Fernández resume que “la mejor política demográfica es una política económica que genere empleo”, dice.
Un estruendo de punk-rock rompe la geriátrica calma de Grado. El sonido de las guitarras y la batería salen con fuerza de un local de ensayo municipal donde tres músicos preparan su próximo concierto justo cuando comienza a llover. Fernando Ceñal , de 37 años, nacido y criado en Grado, es el líder de la banda Zuna que llena decibelios el municipio. “Es deprimente ver como desaparece Grado y se convierte en una ciudad dormitorio de Oviedo”, dice con la guitarra colgada del hombro. Según Ceñal, prácticamente todos sus amigos de “guajes” dejaron el pueblo para buscarse la vida en otro lugar tras el cierre de las pocas fábricas existentes. “Antes estos lugares de ensayo estaban llenos de gente joven tocando, pero todos se fueron por falta de empleo. Hay sensación de pesimismo entre la gente, de que es difícil revertir la situación sin oportunidades de trabajo”, explica. Una sensación de que, en Asturias, al invierno demográfico hay que sumarle el viento y la lluvia.
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