Cómo tres jóvenes médicos palestinos se convirtieron en referentes de la sanidad valenciana: “La ciencia cabe en una maleta”
Shaban Kilani, Ahmad Khalaf y Saber Ashi, ya jubilados, comparten su trayectoria médica en España marcada por el exilio. Han sido homenajeados en Castellón

El joven gazatí Shaban Kilani creyó que moriría aquella noche. Tenía 16 años y su pueblo, Beit Lahiya, a siete kilómetros de Ciudad de Gaza y como toda la Franja, vivía bajo un toque de queda casi permanente impuesto por Israel tras la guerra de 1967. “Cada dos o tres días el ejército nos daba una hora para salir de casa; fuera de ella, cualquiera que estuviera en la calle era fusilado, sin preguntas”, explica. Su madre enfermó e ingresó en el hospital Al Shifa, hoy reducido a escombros, y decidió “utilizar esa hora para estar con ella”. El toque de queda le sorprendió en el hospital y el médico le obligó a salir “por orden del ejército” alegando que si no lo hacía, él sería el culpable: “No lo entendí: sabía que me matarían. ¿Por qué él o yo?”. Shaban se agazapó en el recinto hospitalario hasta el día siguiente. Evitó ser descubierto. “Esa noche juré que sería médico, como forma de rebelarme contra la injusticia. Sí, estudié Medicina por esta situación trágica”, reconoce.
De manera impulsiva, Kilani escribió tres cartas y las envió a las facultades de Medicina de Madrid, París y Roma. La Complutense fue la primera en contestar: “Hice las maletas y me fui”. Aterrizó en Barajas. No conocía nada de España. “Pensé que me había equivocado de destino porque iba a Madrid, no a Barajas”, ríe. No sabía castellano, llevaba 200 dólares en el bolsillo y sólo la primera noche en un hotel de Quevedo le costó 30. Aquel joven aprendió el idioma, terminó Medicina, la especialidad en Urología y el doctorado. Tras varios años en Madrid y León, donde creó la primera Unidad de Urodinamia en Castilla y León, se trasladó a Castellón como jefe del servicio de Urología del Hospital Gran Vía, y luego, del Hospital La Plana de Vila-real. Desde 1996, su vida, personal y profesional, quedó ligada a Castellón.
A sus 75 años, Kilani acaba de recibir un homenaje junto a otros dos médicos palestinos, también jubilados, que iniciaron su carrera en la Facultad de Medicina de Valencia. Son Ahmad Khalaf (77 años, de Betania, Cisjordania), médico internista y pionero en la prevención del tabaquismo y la investigación precoz del cáncer de pulmón; y Saber Ashi (76), especialista en Medicina Física y Rehabilitación y jefe del servicio en La Plana. Ashi nació en Al Ramlah, una ciudad en el corazón de Palestina anexionada por Israel tras el plan de partición de 1948. “Mi casa fue ocupada por una manada armada de colonos israelíes”, explica. Tenía seis meses.
La Fundación Exodus de Rototom rindió el pasado jueves tributo a sus trayectorias y a su legado a la sanidad pública valenciana. “Simplemente hemos asumido nuestro deber como médicos de un sistema público que ha de servir a la humanidad”, señalan. “España nos lo ha dado todo, un país, un hogar y una profesión, y la deuda de gratitud ante esta generosidad es enorme”
Además de compañeros y compatriotas, son amigos. A preguntas del legado que dejan en la sanidad valenciana, Kilani asiente, en plural como parte de un equipo: “Haber creado un Servicio de Urología competitivo y fortalecido con las tecnologías más innovadoras, e introducido la cirugía laparoscópica en este campo en la provincia”. Para Ashi, impulsor del Servicio de Rehabilitación en La Plana y de la implantación de la fisioterapia en los centros de salud, el “mejor legado que he podido dejar como médico es la confianza a mis pacientes”. “Sanar no es sólo reparar un cuerpo, sino devolverle a una persona su lugar en el mundo”, cita.
Khalaf marcó un hito en la prevención y el abordaje del tabaquismo. Activó la primera consulta de deshabituación tabáquica en un hospital público de la Comunidad Valenciana -una de las 10 en España-, siendo internista en La Magdalena. Una labor que extendió a la Asociación Azahar, introduciendo el diagnóstico precoz de la EPOC y del cáncer de pulmón, y desde un enfoque pionero: el biopsicosocial. “Fuimos los primeros en abordar el tabaquismo desde los derechos humanos, la ética de responsabilidad y la filosofía para la paz”, explica Khalaf, quien reconoce que iba para politólogo, pero la convulsión del franquismo viró sus planes: “Durante mi estancia en Madrid para aprender castellano, vi que la Facultad de Ciencias Políticas estaba la mayor parte del tiempo cerrada por las manifestaciones contra Franco y la entrada de los grises; me lo replanteé y mi cabeza me dirigió a Valencia, y a Medicina”.
Hoy, los tres homenajeados comparten haberse erigido en referentes de “uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo” por su “ética y profesionalidad”, que tiene en su “universalidad” su fortaleza y que urgen cuidar con “buena gestión, responsabilidad y humanismo”. Un cuidado que extienden al personal sanitario, que requiere de “respeto y tiempo para investigar, formar y atender”. Para los tres es clave fortalecer la “prevención y la promoción de la salud” desde la escuela.
Kilani: “La educación es nuestra resistencia”
Khalaf, Kilani y Ashi comparten además pasado, y memoria. Pertenecen a la generación de la Nakba —la Catástrofe del éxodo palestino de 1948 por la creación de Israel—. Los tres llegaron a España en un momento de “destrucción total” en Palestina. A los tres se les quebró la posibilidad de volver tras sus estudios por las trabas del Estado israelí: “El lema era, los [palestinos] que están dentro, que salgan, y los que están fuera, que no vuelvan”. A los tres les ha marcado su origen en su trayectoria profesional. “Teníamos clarísimo, y eso es común al pueblo palestino, que al no tener una estabilidad, la única forma de vida es la ciencia que llevas en la cabeza y puedes meter en una maleta para desarrollar un proyecto de vida”, apostillan. “Palestina es líder mundial en número de licenciados y doctores, proporcional a la población, según la ONU. La educación es nuestra patria y nuestra resistencia. Omar Mwannes Yaghi, Nobel de Química 2025, es de mi pueblo”, declara, con orgullo, Kilani.
Palestina. Cuando la conversación recala en ella, con Gaza y la vulneración del alto el fuego en primera línea, el tono se torna serio. Contundente. El genocidio ha matado a 10 de los sobrinos de Kilani y ha destruido su pueblo, el mismo al que no ha podido regresar desde hace 29 años porque en Gaza están “cercados, ocupados y aislados permanentemente”. “Es catastrófico, insoportable, supera lo imaginable” y refleja “la destrucción del humanismo”: “Una sociedad que tolere esto, está muerta”.
“Nuestra esperanza está en los pueblos, no en los gobiernos”, señalan. En la movilización ciudadana que ha recorrido calles y universidades y ha alentado una sensibilización mundial para “abrir los ojos”, acercar otra versión del conflicto y desvelar su raíz. “No es una cuestión de judaísmo, en absoluto, sino de sionismo creado por Occidente y pactado con la extrema derecha”, indican. “Es nuestra mayor desgracia, pero Gaza ha descubierto su verdadera cara, a un precio altísimo, y está cambiando el rumbo del mundo: no es casual la victoria del alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, por su posicionamiento ante este genocidio”, asevera Kilani.
No cambiarían lo vivido. Lo decidido. “Volvería a hacerlo igual. Juré ser médico aquella noche como rebelión ante la injusticia, y estoy profundamente orgulloso, y satisfecho”, zanja Kilani.
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