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Avelino Corma, el químico español más internacional, fiel a su pueblo y a su universidad

El científico castellonense, que dona los beneficios de sus múltiples patentes a la Politècnica de València, disfruta del verano en Moncofa, tras recibir en Dublín la medalla al mejor químico europeo

Avelino Corma
Avelino Corma, en la playa de Moncofa el pasado 1 de agosto.Kike Taberner
Ferran Bono

Para acceder al mar desde el centro del Moncofa hay una vía directa, la avenida Científic Avel.lí Corma. Para estudiar en la población castellonense de 4.700 habitantes, que se cuadruplican en verano, hay un colegio con el mismo nombre. No hay más que pasear por las calles del pueblo donde nació Avelino Corma hace 72 años para contradecir esa cita de raíces bíblicas de que nadie es profeta en su tierra. Saluda, le paran, le preguntan por su familia, se interesa por las de los demás. No es un célebre futbolista, ni un político populista; es un investigador, el químico español más internacional, el primero en ganar la Medalla de Oro de la Sociedad Europea de Química (con 130.000 miembros) que recibió el pasado mes de julio en Dublín. El Ayuntamiento ha acordado por unanimidad esta semana nombrarlo hijo predilecto.

En 2023 ya fue designado el inventor europeo del año por la Oficina Europea de Patentes gracias a los 200 inventos que acumulan él y el Instituto de Tecnología Química que cofundó en 1990 en la Universitat Politècnica de Valencia con el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). En 2014 se le concedió el Príncipe de Asturias. Su nombre suele aparecer en las quinielas del Nobel por sus investigaciones en los catalizadores ácidos sólidos y bifuncionales para productos químicos energéticos y en la creación de procesos químicos más sostenibles, especialmente en la síntesis y aplicación de catalizadores de zeolitas (minerales muy utilizados en el refinado del petróleo y en el control de la polución). Son muchas las distinciones de este doctor honoris causa por más de 15 universidades del mundo, autor de casi un millar de artículos científicos, al que se le escapa un leve gesto de satisfacción cuando se entera de que el hijo de la dueña del bar de la plaza quiere ser científico, “como Avel.lí”, su nombre en valenciano.

“No se me daba mal estudiar”, comenta, sentado en una terraza de Moncofa que empieza a bullir por ser día de mercado. “Era curioso, lo preguntaba todo. Me gustaban todas las ciencias, también la historia, la filosofía, pero sobre todo la física y la química. Tuve la suerte de que mis padres se empeñaron en que estudiara. Y algunos maestros insistieron en que tenía que hacerlo”. Estudió con becas. Su familia, que se dedicaba a la agricultura, como la mayoría de sus vecinos, se trasladó a Valencia para facilitar su carrera siendo él adolescente. Allí, ayudaba de madrugada en la verdulería y frutería de los padres en el popular barrio de Benimaclet antes de ir a las clases en la Universitat de València. Continuó sus estudios en Madrid y los concluyó en Canadá. Desde entonces, se ha dedicado a investigar, a inventar, a la docencia y a incidir en la importancia de la transferencia del conocimiento a la sociedad.

Corma ha recibido diversas propuestas para investigar en prestigiosas universidades americanas y europeas, así como una lucrativa oferta para trabajar en una multinacional química. El científico, casado y con una hija, siempre ha preferido quedarse, continuar en Valencia y pasar los fines de semana en su pueblo. ¿Por qué? “Por la misma razón por la que volví de Canadá. Pensé que tenía la obligación moral de intentar hacer algo aquí. Si podía ser algo, quería intentar serlo desde aquí. Hay otros componentes, no se pueden negar, porque en la vida intervienen muchas variables, y la parte humana es muy importante. Quería vivir y desarrollar mi investigación en mi país”, comenta ahora en la terraza de su apartamento “en la mar”.

Dudó en el 23F. En un momento temió que el intento de golpe de Estado de 1981 tuviera éxito, llamó a su profesor de Canadá para preguntar si podría continuar su trayectoria allí. Al final, la democracia se impuso en un tiempo muy convulso que pendía de un hilo. A los pocos años, se le abrió una oportunidad que no olvida, trabajando ya en el CSIC. “Que Cepsa confiara en nosotros, en un pequeño grupo desconocido que investigaba con catalizadores que podían aumentar el octanaje y consumir menos energía, fue muy importante. Yo tenía solo 35 años. Sobre la base de ese trabajo iban a invertir lo equivalente hoy a 1.000 millones de euros”, señala sobre una tecnología que se sigue aplicando aún en unas veinte plantas de refinado en todo el mundo. También destaca el trabajo pionero en biomasa en 2000, cuando apenas interesaba la materia. Pasó bastante desapercibido, si bien 15 años después una gran empresa contrató la tecnología desarrollada de transformación de residuos de biomasa en productos químicos y combustible.

Avelino Corma, en la plaza del Ayuntamiento de Moncofa, a principios de agosto.  ​​
Avelino Corma, en la plaza del Ayuntamiento de Moncofa, a principios de agosto. ​​Kike Taberner

Combatir el cambio climático es una prioridad y la química desempeña un papel fundamental en este sentido. “Es cierto que la química está detrás de cómo capturar, absorber y transformar el CO2. Y la catálisis es clave en todo lo que afecta a la descarbonización. Ahora bien, si no la hacemos a nivel mundial no sirve para nada, por las diferencias competitivas entre países y empresas”, señala. “Hace unos meses, licenciamos dos patentes a una empresa japonesa para convertir CO2 en gas natural (metano). Para el transporte de gas natural no se necesitan construir nuevas infraestructuras de transporte. Además, el metano es un excelente portador de hidrógeno”, apunta.

Corma es un convencido defensor de la universidad pública, sin desdeñar la privada: “El principio de nuestra sociedad es muy claro: sanidad universal y educación universal. A todo eso no podemos renunciar. Educación a todos los niveles. Soy partidario de la investigación pública. Después que haya universidades y centros privados de enseñanza, estupendo, pero el Estado ha de cuidar la parte pública. La universidad pública debe trabajar sobre los pilares de la enseñanza, la investigación y la transferencia”. Se muestra cercano, lejos del divismo de otros científicos consagrados, a menudo renuentes a la labor de divulgación y al contacto con los medios de comunicación.

Profesor distinguido

En la Politécnica de València, a la que continúa ligado como “profesor distinguido”, Corma y su Instituto de Química, fundado con Jaime Primo, son todo un referente. Sus numerosas patentes y aplicaciones revierten en la entrada de ingresos y en el prestigio de una institución que lidera en España, junto a la Carlos III de Madrid, el U-Ranking 2024, que mide el rendimiento en docencia, investigación e innovación, según el estudio de la Fundación BBVA y el Ivie. A siete millones de euros de hoy, sin la actualización del valor que tendrían hoy los royalties, ascienden los beneficios de las patentes en las que ha trabajado. “Los beneficios de las patentes que me corresponderían por ley siempre los he dado a la universidad”, cuenta. En este punto, subraya la complicidad de su mujer, que asiente a su lado, mientras la playa se va llenando de gente.

Todo o casi todo es química, incluso en un sentimiento tan “espiritual” como el amor. “Al final, son reacciones químicas”, recuerda el experto en catalizadores. Se atreve a recomendar uno para combatir la polarización de la vida política española: la tolerancia. “No hay ninguna verdad absoluta. La gente tiene que dialogar con apertura de mente y llegar a acuerdos. No hay otra manera”, afirma.

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Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.
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