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Velas, dibujos y estrellas en el pequeño pueblo valenciano de Titaguas: cultura para abrirse al mundo

La población de la serranía de 500 habitantes apuesta por iniciativas para atraer gente como la noche con 23.000 velas, que cumple 10 años, o el nuevo mural de las estrellas de Paco Roca y Martín Forés

Ferran Bono
Foto del mural de Paco Roca y Martín Forés Sembradores de estrellas, en una imagen cedida por el Ayuntamiento de Titaguas.
Foto del mural de Paco Roca y Martín Forés Sembradores de estrellas, en una imagen cedida por el Ayuntamiento de Titaguas.

El cielo estrellado del Alto Turia es un espectáculo. Es uno de los más limpios de España, carece de contaminación lumínica. Está declarado destino internacional Starlight por sus óptimas condiciones para el astroturismo. Para su disfrute no hace falta más que contemplarlo. También hay observatorios, sobre todo en Aras de los Olmos, que ayudan a desentrañarlo. Las pequeñas poblaciones de esta comarca de la serranía valenciana, Reserva de la Biosfera, suelen organizar actividades relacionadas con su firmamento. La última es tal vez la más inesperada: un gran mural con sembradores de estrellas, en homenaje al cielo y a sus vecinos, custodios y preservadores de ese tesoro celestial que tiene su reflejo en una naturaleza salvaje, abrupta, de amplios horizontes, gargantas y cañones, pinos, sabinas y musgo petrificante, sobre la que vuelan águilas, buitres y halcones.

Lo han pintado sobre el muro de la cooperativa agrícola de Titaguas el Premio Nacional del Cómic Paco Roca y el consolidado muralista Martín Forés y acaba de inaugurarse como una de las nuevas atracciones dentro de la estrategia de esta población de 500 habitantes de buscarse la vida a través de la cultura para no caer en el letargo mortecino de la llamada España vaciada. “Me gusta más llamarla la España rural viva”, apunta Ramiro Rivera, alcalde de la localidad donde nació uno de los naturalistas valencianos de mayor renombre, Simón de Rojas Clemente, que inspiró otro mural de Forés.

El alcalde destaca el impacto social y mediático que ha tenido hace unas semanas la inauguración del mural elaborado con pintura luminiscente para que sea más visible por la noche. “Incluso vino adrede un admirador de Paco Roca desde Toledo para ver cómo lo pintaba”, comenta el regidor socialista que lleva la vara de mando de 1999. En el pueblo se conocen todos y muy pronto todos se percataron del gran parecido físico entre uno de los personajes de ficción pintados y Rafa, un vecino jubilado. “Es que lo ha clavado”, señala sonriendo el alcalde. Sin embargo, Paco Roca, cuyo última novela gráfica, El abismo del olvido, ha destapado a decenas de miles de personas el drama de los represaliados del franquismo y de sus familiares, “no lo conocía”, apostilla.

La Noche de las Velas, del 2023, en la plaza del Cuadrante de Titaguas, donde se ubica la Casa de las Luces, en una imagen cedida por el Ayuntamiento.
La Noche de las Velas, del 2023, en la plaza del Cuadrante de Titaguas, donde se ubica la Casa de las Luces, en una imagen cedida por el Ayuntamiento.

“Los pueblos pequeños también tienen derecho a la cultura y también tiene algo que decir en la cultura”, sostiene Rivera, de 51 años. Su intención es crear un recorrido de pintura mural aprovechando la presencia de artistas en la comarca, como en la cercana Chelva. Lleva años desarrollando con sus vecinos una estrategia a través de acciones culturales para atraer gente al pueblo, para darle vida en julio, como si las fiestas del municipio de finales de agosto y principios de septiembre se celebrasen durante todo el verano, que “este fuera más activo”. “Pasa en los todos los pueblos: los veranos antes duraban dos meses, y no solo lo que duran las fiestas”, se lamenta

Con ese propósito, surgió en 2013 una de las iniciativas más exitosas: La noche de las velas. Tomaron de ejemplo a la población segoviana Pedraza, que ilumina sus calles y balcones al anochecer con miles de velas desde hace 29 años (este verano se celebró el 6 y el 13 de julio), al tiempo que ofrece conciertos de música. Titaguas empezó destinando 14.000 euros para su primera edición y ahora dedica 50.000.

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Este año la velada de Titaguas cumplirá el próximo sábado, 27 de julio, 10 años (no se celebró en el verano de la pandemia en 2020). Habrá unas 15.000 velas nuevas y unas 8.000 recicladas, además de actuaciones musical y otras actividades. A las seis y media se empiezan a colocar en balcones y fachadas y formando dibujos en las calles, en función del plan de los vecinos de cada barrio. A las 21.30 se inicia el encendido.

En la pasada edición se registró una afluencia de unos 5.500 visitantes, apunta Rivera. Muchos vuelven esa misma noche a Valencia, situada a una hora en coche. Otros optan por quedarse en Titaguas y en los pueblos de la comarca, que se benefician de la actividad. “No hay alojamiento suficiente para todo el mundo, a pesar de que hemos habilitado más espacios”, señala.

El alcalde incide en que la puesta por la cultura para dinamizar el pueblo. Recuerda que la rehabilitada Casa de las Luces, centre cultural asociado al Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM), nació hace dos años con el propósito de poner en valor el patrimonio cultural i natural de la región. La también conocida como la Casa del Tío Florencio, que destaca por su reloj de sol cuadrangular, ofrece una programación estable de exposiciones, además de una permanente dedicada al botánico autóctono.

A Jean Daniel Lechapelier todas estas iniciativas, como la de la velas, le parecen “super interesantes” por dos razones principales: porque “da actividad al pueblo y porque es un evento a partir del cual podemos valorar y enseñar todo lo que hay aquí”. El promotor de la reconversión de la antigua panadería en el actual Horno-cafetería La Marcona se instaló definitivamente en el pueblo natal de su madre hace unos años, tras vivir en París, aunque nunca perdió el roce con Titaguas, sus olivos y sus almendros. Ahora, este teletrabajador experto en marketing y publicidad, de 60 años, se ha convertido en abanderado de Titaguas, de la almendra marcona y de la vida rural en el Alto Turia “En estos pueblos, a quien le cuesta valorar más lo que tiene es al autóctono. Hay valores que no se pueden comprar y aquí los tienes”, comenta.

De padre pastelero, Dani el francés, como le llaman en el pueblo, ha recuperado recetas tradiciones -”los que comía de niños, los rollitos de anís, los pastelitos de boniato...”- y ha introducido algunos típicos pasteles parisinos que bordaba su progenitor. Ahora, en la antigua fábrica de mantecados, que fue el producto estrella durante décadas del pueblo, se puede escuchar jazz mientras se toma una café. “En los fines de semana vendemos mucho más, pero nuestra apuesta en tener abierto todos los días tanto el horno como la tienda que también nos hemos quedado para la gente del pueblo y de las aldeas de alrededor”, indica.

La noche de las velas la nota especialmente Alejandro Herrero, de 37 años, que regenta el restaurante La tabla, desde hace más de siete. “Atrae a mucha gente de fuera y al gente del pueblo también tiene una excusa para salir e invitar a amigos y familiares. Las casas se llenan. Viene mucha gente de Valencia. Está muy bien que se monten estas cosas”, afirma.

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Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.
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