Cómo un aristócrata vendió a la esclava Josefa María, de “buen cuerpo, sana y no sujeta a hipoteca”
Un libro, que reivindica a las mujeres de la población alicantina de Villena, recoge el acta notarial de 1705 de cesión por 1.500 reales de vellón de una joven adquirida cuatro meses antes
Un alto cargo municipal de Villena (Alicante), el regidor perpetuo Diego de Selva y Mergelina, servidor por tanto de Felipe V, el primer rey Borbón de España, registró ante notario una transacción comercial el 13 de diciembre de 1705. Con este documento, pretendía dejar por escrito y rubricado que renunciaba a cualquier tipo de derecho sobre una de sus propiedades, que había adquirido su homólogo en la villa de Tobarra (Albacete) Alonso Antonio Ladrón de Guevara. El objeto de la venta era Josefa María, “una esclava nacida de buena guerra y no de paz”, expresión que en la época aludía a los hijos nacidos fuera del matrimonio. La mujer, “de edad de veinticinco años, poco más o menos”, se encontraba “sana de todos sus miembros y sin defecto ni tacha que le impidiera servir bien” y no estaba “hipotecada ni sujeta a ninguna obligación de deuda”. Además, estaba marcada a hierro en “frente, bajo la barba y en el brazo izquierdo”. El precio, “mil quinientos reales de vellón”.
Josefa María tenía “buen cuerpo” de color “membrillo cocho”, es decir, mulata procedente del norte de África.En sus apenas 25 años de vida, en los que no había “cometido delito criminal”, según especifica su propietario, ya había pasado por, al menos, dos titularidades diferentes, puesto que Silva la había adquirido hacía apenas cuatro meses, el 28 de agosto de ese mismo año, al boticario de Elche (Alicante) José Casa, compra que también se había registrado ante notario. Sin detallar los posibles motivos de tan repentino traspaso, el regidor villenero dejaba constancia ante el fedatario, Miguel de Mellinas, de que se daba “por contento y pagado” a toda su satisfacción y que renunciaba a las “leyes de escritura” tras el abono de la cantidad acordada. “Desde ahora en adelante para siempre jamás”, constata Silva, “me deshago, desisto y aparto del derecho de toda propiedad, posesión, señorío y otro cualquiera” sobre la joven, y confía en que su nuevo dueño haga de ella “su esclava sujeta a su servidumbre y como tal la tenga, venda y disponga a su voluntad”.
El acta notarial forma parte del libro Con voz propia, mujeres en Villena, una recopilación de entrevistas actuales y biografías históricas reunidas por Mati Aliaga y Lola Milán, integrantes del colectivo feminista Luna de Mujeres. Aliaga, profesora jubilada, y Milán, cocinera del colegio de Infantil y Primaria Ruperto Chapí, comenzaron a recoger testimonios de mujeres en 1999, accesibles en la web de la Biblioteca Municipal de Villena. Su objetivo era “argumentar con los ejemplos de mujeres de nuestro entorno”, cuenta Milán, la necesidad de que en los reconocimientos municipales, “como los nombres del callejero, los títulos honoríficos o las denominaciones de centros públicos” fueran incorporándose figuras femeninas, de las que prácticamente no había ejemplos. Un antiguo compañero de Aliaga, Simón Martínez, “buscaba en los protocolos notariales referencias a la indumentaria típica villenera” y, de esta forma, dio con el documento de venta de la esclava. Avisó a la profesora de su existencia “y enseguida lo incorporamos a nuestro trabajo”.
De la historia de Josefa María, “así, sin apellido, que era una manera de eliminar su condición humana”, señala Aliaga, apenas se sabe nada más. “La hemos incluido en el apartado de violencia extrema que aparece en el libro”, publicado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert en 2023 y presentado el pasado lunes, “porque solo con la descripción ya te das cuenta de las condiciones en las vivían que las esclavas y prostitutas de la época”, apostilla Milán. Si se conoce que los Mergelina “eran una familia de terratenientes” que fueron cediendo suelo “a colegios religiosos y para el asilo de ancianos” al municipio alicantino. Su legado llega hasta los años 50 del pasado siglo, “pero solo con mujeres, con lo que el apellido se ha perdido en Villena”, cuentan las investigadoras.
La esclavización de mujeres africanas era habitual en la península, según Lydia Delicado, profesora del departamento de Ciencias Humanas y de la Educación de la Universidad Pública de Navarra. “Cádiz y Sevilla eran los centros principales”, asegura, “pero a través de los puertos del Mediterráneo”, la trata de personas distribuía esclavos hacia todo el continente. Delicado, cuya tesis doctoral indagaba en la venta de mujeres africanas en el puerto de Alicante, sostiene que los compradores “elegían mujeres porque eran capaces de hacer de todo”, desde “tareas domésticas a cualquier labor que pareciera destinada inicialmente a hombres”. Y, por supuesto, también “eran violadas y prostituidas”.
Durante su investigación, Delicado encontró en el Archivo Histórico Provincial de Alicante el acta notarial de un caso similar al de Josefa, el de “Jusepa María, vendida a los 24 años” después de haber estado sometida a un propietario “durante diez años”. También era de procedencia norteafricana, también estaba marcada con hierro en la frente y bajo la barbilla. “Los anuncios que se publicaban sobre compraventa de mujeres” durante el periodo esclavista, desde al menos el siglo XVI hasta ya entrado el XIX, “aparecían junto a los de mobiliario o ganado”. Los dueños, “lo primero que hacían, era cambiarlas de nombre”. Y después, como aparece en el documento de Josefa, disponían de ellas para lo que fuera necesario.
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