Francisco Serrador, el emigrante valenciano que levantó un imperio cinematográfico en Brasil
El céntrico barrio de Cinelandia en Rio Janeiro conserva las huellas del empresario español, fallecido en 1941, que lo promovió a imagen y semejanza del neoyorquino Broadway
Eadweard Muybridge dio un gran paso en el camino hacia el cine cuando en 1872 registró mediante cronofotografía la imagen de un caballo en movimiento. El 8 de diciembre de aquel mismo año, Modesta Carbonell daba a luz en Valencia a un niño que se llamará Francisco Serrador, como su padre. 30 años después, ese niño nacido en una familia humilde, que ayudaba a sus padres en la venta ambulante de pescado, levantó todo un imperio cinematográfico en Brasil, a 8.000 kilómetros de distancia. Hoy, uno de los mayores íconos de Río de Janeiro, el Edificio Serrador, lleva su nombre, al igual que una calle de la populosa ciudad donde promovió un barrio, Cinelandia, inspirado en los neoyorquinas Times Square y Broadway, que le habían deslumbrado.
Con 12 años y tras la muerte del padre, la madre envió a Francisco Serrador a Madrid donde trabajó como mozo de almacén. Allí se encontró con un fenómeno que despertó la atención de la época. En diciembre de 1886, Brasil buscaba atraer emigrantes españoles y, entre otras facilidades, ofrecía pasajes gratuitos. Según la prensa de la época, a mediados de enero de 1887 unos 8.000 aspirantes se habían inscrito ya en el consulado brasileño.
Serrador embarcó con solo 15 años rumbo al puerto de Santos. Sus biógrafos afirman que llegó a tierra remando con sus propios brazos al no poder pagar al marinero que debía desembarcarlo. Más allá de la imagen épica, sus comienzos brasileños fueron muy duros: trabajó en obras de drenaje, en lo que pudo para ganarse la vida siendo apenas un adolescente, enfermó de malaria. Su ambición resultó más fuerte que sus penurias.
Serrador se trasladó a Curitiba, donde existía una amplia colonia española. Allí retomó la venta ambulante hasta abrir en 1897 un quiosco. Ese mismo año llegaba a la ciudad un invento que cambió su vida: el cinematógrafo. De hecho, su interés por el sector del ocio ya le había llevado a gestionar un frontón, organizar corridas de toros o contratar espectáculos teatrales. En 1902 inaugura, con otros socios, el Parque Coliseo que pronto tendrá un cine. Incluso realiza proyecciones itinerantes gracias a los acuerdos con la firma Marc Ferrez & Filhos de São Paulo que distribuye en Brasil las películas de Pathé o Gaumont. “Mi bisabuelo intuyó que el cine sería el mayor entretenimiento del siglo y muy lucrativo”, destaca por correo electrónico desde Brasil su descendiente Paula Serrador.
El negocio es próspero, pero tiene sombras. Algunos sospechan que esconde el jogo do bicho, un popular juego de apuestas ilegales. Aunque Serrador negó la acusación, la policía le citará en varias ocasiones, la última en octubre de 1907. Un mes más tarde se marcha a São Paulo. Para entonces gestiona varias salas de cine e incluso produce películas. Entre 1907 y 1910 produjo más de 40 filmes, la mayoría noticiarios, pero también ficciones como O crimen da mala (1908), uno de los mayores éxitos del cine mudo brasileño. Incluso filmes cantados, curiosos musicales con cantantes en vivo detrás de la pantalla.
Pero la base de su negocio es la exhibición y, especialmente, la distribución. En su éxito fueron clave su relación con la distribuidora Ferrez y la creación, en 1911, de una moderna corporación accionarial: la Companhia Cinematográfica Brasileira. El imperio Serrador echaba a andar. “Era un emprendedor nato y tenía una gran cualidad que lo acompañó toda su vida: su capacidad para convencer a los inversores sobre sus proyectos”, señala su biznieta.
La expansión será meteórica, a pesar de los problemas con el sector que se agravan por el estallido de la Primera Guerra Mundial que dificulta la importación de películas europeas. Ya instalado en Rio de Janeiro y se hace con el 99% de las acciones de su Companhia Brasil Cinematográfica y controla 400 salas. Según Paula Serrador: “su compañía pasó no sólo a liderar el mercado, sino también a dictar las reglas operando bajo un régimen de monopolio. El dominio de Francisco Serrador era incuestionable y casi ilimitado”.
Además, desde 1916, compañías norteamericanas como Universal o Fox, ponen sus ojos en Brasil y Serrador no dejará escapar la oportunidad. En 1922 viaja durante tres años por Estados Unidos y Europa para conocer la industria cinematográfica. Fascinado por Hollywood y Nueva York, al regresar promoverá su gran proyecto: levantar en Rio de Janeiro un Broadway tropical, con rascacielos y modernos teatros y cines. Nacía el barrio de Cinelândia. El valenciano se traerá de Nueva York hasta los perritos calientes, con tal éxito que incluso inspiraron la composición de una marchinha en los carnavales de 1928.
“La huella de Francisco Serrador, que llego a ser uno de los mayores empresarios de Brasil del siglo XX, todavía es perceptible en la ciudad de Rio de Janeiro”, afirma el director del Instituto Cervantes de la ciudad brasileña, José Vicente Ballester. “Paseando por el distrito central de podemos encontrar una calle que lleva su nombre, así como un teatro, un imponente edificio y un monumento con su busto en bronce, Su memoria está intrínsecamente unida al barrio de Cinelandia. El barrio que fue nombrado inicialmente como Barrio Serrador, paso a ser conocido popularmente como Cinelandia, nombre con el que había concebido el complejo de cines restaurantes y hoteles que construyó en el momento de máximo esplendor de su imperio de entretenimiento en Brasil, producto de sus innovadoras iniciativas en el sector de la exhibición, distribución y producción cinematográfica”.
En Cinelândia estrenará en 1929 Melodías de Broadway, el primer filme sonoro proyectado en Brasil. El cine sonoro le suscitó un nuevo sueño: construir unos grandes estudios, un Hollywood brasileño. Inmerso en esta idea, la muerte de su esposa en 1930, la catalana Filomena Finestras, con la que había tenido nueve hijos, y las dificultades para encontrar inversores frenan sus planes. Con España sumida en plena Guerra Civil, el magnate inicia los trámites para obtener la nacionalidad brasileña.
“La figura de Francisco Serrador apenas es conocida en España, salvo por algunos viajeros que quizá hayan sentido curiosidad por su historia al encontrarse con algunos de las huellas que han quedado de su memoria en Río de Janeiro. Pero no es un caso aislado, me he encontrado con varios casos de españoles cuyo legado permanece en Brasil, entre ellos empresarios, artistas o arquitectos que han sido olvidados o incluso ignorados en España”, agrega el director del Instituto Cervantes en Río.
En 1940, un incendio devasta el cine Alhambra de Francisco Serrador, el edificio más emblemático de Cinelandia. Las llamas parecen calcinar también su fortaleza física y el valenciano, que nació a lomos del caballo de Muybridge, fallece un año después.
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