Franco, Marx y Bach en el 23-F: una cantata para el golpe de Estado en Valencia
Una musicóloga escribe un libro a partir del concierto de un coro de Alemania comunista al que asistió mientras se preparaban los tanques para salir a las calles de Valencia, bajo el toque de queda
El día que Franco, Marx y Bach compartieron escenario en Valencia. Este es el sorprendente subtítulo del libro 23-F musical que ha escrito la musicóloga Cristina Urchueguia Schölzel. Ella asistió con 15 años al concierto que estaba dando en Valencia el prestigioso coro de niños cantores de Santo Tomás de Leipzig, de la comunista República Democrática Alemana (RDA), cuando se produjo el golpe de Estado el 23 de febrero (23-F) de 1981. Poco después de que empezaran a entonar un programa compuesto por cantatas y música religiosa de Johann Sebastian Bach, arrancó el ruido de los tanques que el capitán general golpista y nostálgico del franquismo Jaime Milans del Bosch mandó sacar a las calles de la ciudad. El toque de queda empezó a las nueve de la noche, tras coincidir de alguna manera en el escenario, Franco, Marx y Bach.
Los 130 integrantes del coro se quedaron solos sobre el escenario al abandonar el público el Teatro Principal cuando solo iban por la segunda cantata. Un responsable había salido y explicado la situación a los espectadores, algunos de los cuales desconocían que el teniente coronel Tejero había asaltado el Congreso de Diputados justo antes del concierto. Urchueguia, catedrática de Musicología en Berna, refrescó su memoria en 2016 con motivo de un viaje a Valencia, donde vivió en su juventud, con un grupo de estudiantes suizos. Se acordó también de detalles que parecen nimios pero que el paso del tiempo no borra, como la mujer que salió a destiempo con un ramo de flores al escenario, el típico que se entrega a los artistas, sin una claro destinatario.
“Rememoré aquel episodio que tenía dormido, tiré del hilo y vi que podía haber un libro. Porque aquel concierto no fue un acto aislado, lo que lo hacía más interesante”, apuntaba este martes por teléfono la autora. No se trataba solo de elevar la anécdota a categoría a partir de la pregunta que ha marcado a un par de generaciones en España: ¿Dónde estabas en el 23-F? “Había toda una serie de relaciones político-culturales entre el Gobierno tardo-franquista y el de la RDA. Me chirriaba que un coro de voces blancas con un programa de música religiosa fuera embajador cultural de un país comunista, lo que contravenía su ideología”, comenta. Este miércoles presentará en Valencia (en el edifico Rialto, a las 18 horas) la obra coeditada en español y alemán por el Institut Valencià de Cultura y la Universidad de Leipzig. “La historia tenía muchas contradicciones”, prosigue.
Tiró del hilo e investigó el interés del gobierno español en 1973 por estrechar relaciones con la RDA, tras derogar la Alemania (RFA) de la ostpolitik del socialdemócrata Willy Brandt la doctrina Hallstein (llamada así por el político alemán Walter Hallstein), según la cual Alemania Occidental no mantendría relaciones diplomáticas con estados que reconociesen a Alemania Oriental (RDA). “Yo creo que así Franco quería darle una patada en la espinilla a Europa [al entonces Mercado Común Europeo], que le negaba su ingreso”, apunta. Y la RDA, por su parte, necesitaba apoyos para no quedar aislada y, además, de este modo contribuía a la estrategia del encantamiento encaminada a alejar a España de su posible integración en la OTAN, sostiene.
Los últimos condenados a muerte del régimen franquista de 1975 enfriaron la relación diplomática por parte de la RDA, que más tarde se retomó. El histórico promotor musical Alfonso Aijón desempeñó en ese sentido un papel importante, señala Urchueguia, sobre el fundador de Ibermúsica con el que habló. La catedrática incide en que la música tiene muchas ventajas para ser utilizada por la política y para el intercambio cultural, porque “su semántica no es tan obvia, como en otras manifestaciones” artísticas.
Recuerda, por ejemplo, cómo los nazis sacaron músculo musical en la España de la posguerra, en la Portugal de entonces y en la Francia ocupada. “Hitler mandó sistemáticamente agrupaciones musicales, incluso a algunas que no le gustaban, como el milenario coro Gorriones de la catedral de Ratisbona. Tal vez quería también congraciarse con la iglesia católica, quedar bien con ella, aunque odiaba las iglesias y era anticatólico”, sostiene la autora. La Filarmónica de Berlín, por ejemplo, dio una gira por España a principios de los años 40.
El libro, en definitiva, proporciona claves, sin excluir la ironía, que ayudan a ir más allá de aquella actuación del coro de la RDA en la Valencia del 1981, tras haber triunfado en Barcelona. Y también se adentra en los entresijos de la vida cultural del momento, a partir del concierto organizado por la entonces exclusiva Sociedad Filarmónica de Valencia, a la que fue invitada con 15 años por una amiga de su madre y que difícilmente olvidará.
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