Marzà se marcha con la bandera de hacer “equipo” con los socialistas para lograr un tercer gobierno progresista valenciano
El aún consejero de Educación y Cultura, de Compromís, hace una defensa de la alianza más allá de las siglas y destaca su trabajo con Miguel Soler, del PSPV, en su emocionada despedida del cargo
Vicent Marzà dice que ayer martes se precipitó todo. Que llevaba tiempo meditando dejar la consejería de Educación, Cultura y Deportes, que las etapas se acaban y que ya son siete años como consejero, el más longevo de la historia del departamento; y ayer, al calor de las quinielas sobre la próxima remodelación de los miembros socialista del Consell que sopesa el presidente valenciano, Ximo Puig, tomó la decisión. Y hoy, unas horas después, ha explicado su decisión visiblemente emocionado con una decidida defensa del trabajo del Botànic, como se denomina al Gobierno valenciano de coalición de izquierdas.
Dimite como consejero para seguir como diputado autonómico y para fortalecer la estructura de su partido con el fin de lograr una tercera reedición del Botànic en las elecciones autonómicas del próximo año, según ha afirmado en una atestada sala de prensa de la sede de Compromís. El adversario a batir no es otro que la derecha y la extrema derecha, ha reiterado junto a Águeda Micó, secretaria general de Més Compromís, con la que trabajará estrechamente.
No es frecuente ver a un político ponderar el trabajo de un colega de otro partido. Tras agradecer la dedicación a toda la comunidad educativa, incluido “el personal de limpieza”, y a sus compañeros de formación, el maestro de escuela, de 39 años, ha mencionado expresamente a su segundo en Educación, el socialista Miguel Soler: “Quiero poner en valor, sobre todo, que he tenido por bandera ser un equipo. Solo se puede trabajar desde la unidad de acción, que debe impregnar toda la acción del Gobierno. He trabajado con compañeros de otros partidos enormemente a gusto. Ha sido un ejemplo de cómo una coalición y un Gobierno debe trabajar, con especial mención a Miguel Soler, mi secretario autonómico”.
Marzà ha manifestado a los periodistas que no tiene ambición de encabezar ninguna lista, un asunto que, en cualquier caso, es una “decisión colectiva”. “Como dice [Joan] Baldoví [diputado nacional de Compromís], cuando toque, regaremos”, ha apostillado. Ayer anunció su decisión de dimitir a la vicepresidenta del Consell y líder de Compromís, Mónica Oltra, al igual que al presidente, Ximo Puig, si bien no ha señalado en qué orden. El aún consejero y la líder de Compromís no mantienen una relación fluida.
Se ha decidido a dar el paso, una vez que la mayoría de los objetivos en la Consejería “se han cumplido o están encarrilados”, como la gratuidad de los libros de texto o el Plan Edificant, y siente que “se cierra una etapa” aprovechando que la pandemia ya está controlada y la remodelación del Consell que planea Puig, ha apuntado. “No se puede patrimonializar ningún puesto”, ha dicho al tiempo que ha descartado ser síndic (portavoz) de su grupo y ha negado que lo intentara ser el pasado enero, cuando finalmente fue designada Papi Robles, hoy presente al final del acto.
“Puede ser que alguien aprovechara estar como conseller para tener una plataforma para luego presentarse a un proceso; si estoy de conseller estoy al 200%, y no quiero valerme de la visibilidad de una conselleria para, en paralelo, dejar la Conselleria y dedicarme a otras cuestiones partidistas”. “No se hace política solo desde las instituciones”, ha enfatizado.
Por su parte, la secretaria general, Àgueda Micó, ha señalado que es el momento de poner “el bagaje y el savoir faire’” de Marzà, “una pieza clave para Compromís”, a “disposición del valenciano político en un año clave” para “la continuidad del Botànic, pero sobre todo para las políticas transformadoras” que evite que vuelva a gobernar la derecha.
Las últimas palabras han correspondido al propio Marzà. Y las ha pronunciado de manera sentida, sin impostura, al menos aparente. Como ya hizo en el acto de toma de posesión como consejero, que viene de una familia en la que su abuelo que vivía en una masía en las inmediaciones del pico castellonense de la Penyagolosa era analfabeto, no sabía ni leer ni escribir. “El sistema público permitió que el nieto de esa persona, que más que vivir sobrevivía, llegara a ser consejero de Educación. Me voy más que contento y orgulloso”, ha dicho.
En la calle, un grupo de compañeros de partido y de sus colaboradores más próximos en la consejería le ha despedido con aplausos, abrazos y muestras evidentes de emoción.
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