Cómo calmar la sed en agosto

Si vivimos en el país con más bares del mundo es porque son los locales más visitados (y más cuando estamos de vacaciones). Uno de los mejores placeres de estos días libres es sentarse en una terraza o reclinarse en una barra sin mirar el reloj. Puede ser una oportunidad para descubrir espacios nuevos y, para ello, EL PAÍS recomienda una ruta perfecta: de Gràcia al Poble Sec.

Empezar con las cañas del Pietro. Si uno ha pasado algún día por la Calle Torrijos (ahí dónde está el antiguo Mercat de l’Abaceria) habrá observado un fenómeno extraño: un pequeño bar de pocos metros cuadrados que, sea miércoles o sábado, está totalmente abarrotado. Grupos de amigos quedan en él, aunque no haya ni sitio para apoyar la cerveza. Se trata del bar Pietro (Travessera de Gràcia, 197) y la clave de su éxito es, sobre todo, la simpatía y la paciencia de su personal que siempre sirve la caña con una sonrisa. Otra cosa buena es que uno puede salir con la barriga llena sin tener que vaciar la cartera: hay que probar sus bravas o sus tortillas.

Jazz y cócteles en Casa Figari. Seguimos en Gràcia y tan sólo a unas calles más arriba. Casa Figari (C/ Torrent de l’Olla 141) es un local perfecto para subir el nivel de las copas: con jazz en directo se pueden probar vinos y cervezas naturales, aunque lo mejor son sus cócteles de autor. Tienen uno llamado Pichón que lleva tequila, mezcal, pomelo, lima y soda. Su clásico es el Negroni y también elaboran sangría hecha de vino blanco turbio. Pero lo mejor es no mirar la carta y dejar que sea el personal quien elija en función de los gustos de cada uno. Y todo en un local en el que se empieza sentado cerca de la entrada y se termina al lado del DJ cerrando el bar (abre de martes a sábado).

Chamako: Tacos, nachos y tragos en el Poble Sec. No es ni restaurante ni coctelería ni bar musical porque lo es todo a la vez. La característica principal de este local es su decoración canalla presente en todos sus rincones: de la terraza (cubierta) a la iluminación roja de los baños, pasando por el estilismo de su personal. Pero uno lo entiende todo cuando se acerca a su barra instagrameable en la que se lee “Entre borrachos y diablos”. La carta de Chamako (c/Margarit, 18) es una fusión de cocina mexicana y japonesa que se divide entre platos fríos (tiradito nikkei de salmón o ceviche con leche de tigre) y los calientes (gyozas jalisco, baos, tacos o tortillas). Pero no hay que olvidar los enormes nachos que cada uno se condimenta al gusto y que sólo se pueden terminar compartidos entre muchos. Gracias a ello, uno puede disfrutar de sus espectaculares tragos sin emborracharse en el intento: más allá de las micheladas o las margaritas, se pueden probar cócteles con nombres tales como “no hay mañana” o “confusión” y que se elaboran con 6 ingredientes como mínimo.

Comprar los vinilos que nos hacen bailar en Salvadiscos. En la Plaça de Santa Madrona del Poble Sec (muy cerca de la avenida Paral·lel) se ubica una asociación cultural que permite escuchar, bailar y llevarse a casa el formato musical más longevo y que ahora vuelve a estar de moda. Salvadiscos es un club de amantes del vinilo que abre de miércoles a sábado hasta la madrugada y que lo único que pide es una colaboración de 10 euros anuales para ser miembro. Ello permite comprar centenares de vinilos a buen precio que uno previamente ha rebuscado entre sus cajas. O tomarse algo mientras se disfruta de esas sesiones de DJ auténticas (con platos y agujas de toda la vida).

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