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El siempre renovado milagro oscuro de Sitges: Drácula pone el amor y el indestructible finlandés de ‘Sisu 2’ la sangre

Jornada pletórica en el festival con la romántica versión de Luc Besson del conde vampiro y la furiosa secuela de la violenta película de Jalmari Helander

Jacinto Antón

El festival de cine fantástico de Sitges tiene muchos itinerarios. Uno puede, por ejemplo, seguir un trayecto de películas con sirenas, cocodrilos y serpientes (Chao, de Yasuhiro Aoki, Cocodrile tears, de Tumpal Tampubolon, y The Python Hunt, un documental de Xander Robin sobre el concurso anual de caza de pitones invasoras en los Everglades). O apostar por un camino especialmente extraño con una trabajadora sexual que trata de sacarse de encima una maldición revelada por el tarot (Fucktoys), una pistola misteriosa (Luger), una aspiradora en la que ha reencarnado un espíritu (Un fantasma útil) o el legendario Chupacabras (el cortometraje de Jordi Serrallonga). Pero eligiera la ruta que eligiera, la mayoría de la gente ha recalado ayer en dos proyecciones en el Auditorio Melià Sitges, que se ha llenado en ambas hasta la bandera: el Drácula de Luc Besson y la secuela de su propio director, Jalmari Helander, de la popular Sisu (coraje, resistencia), la violentísima película finlandesa cuya nueva entrega es tan furiosa y brutal como la primera, que ganó cuatro premios en el festival de 2022.

Besson ha sorprendido con una lectura desaforadamente romántica de la historia del conde vampiro, mientras que Sisu 2 —el título oficial es Sisu: camino de la venganza— no ha sorprendido a nadie: otro baño de sangre a cargo del indestructible comando reconvertido Aatami Korpi (Jorma Tommica), al que curiosamente apodan koschei, “el inmortal”, como si fuera el aristócrata transilvano. Ha sido él, el finlandés, el que ha puesto el desparrame de hemoglobina, mientras que el Drácula de Besson y el propio director, invitado del festival, junto con la actriz que hace de Mina, Zoe Sidel (hija por cierto de Rosana Arquette, que protagonizó en 1988 aquella bonita Le grand bleu, El gran azul, de Besson), han dispensado amor a raudales. De hecho hay una frase del conde en el filme sorprendente: “Al contrario de lo que se dice, no me gusta la sangre”. Las dos películas han despertado durante su proyección aplausos espontáneos del público. Y, significativamente dado que la edición del festival está dedicada al terror y el humor, también risas ambas.

El 58º festival internacional de cine fantástico de Cataluña se aproxima a su final (el domingo) dejando momentos tan inolvidables —más allá de lo que se ha visto en pantalla— como encontrarte en los lavabos al chef de piste del Dark Circus, la tenebrosa carpa del canal Dark, recolocándose el bigote. Al preguntarle este enviado especial al horror, aprovechando la intimidad de la situación, qué hay en la carpa, el individuo ha soltado con una siniestra carcajada: “Tus peores pesadillas”. A señalar también la inquietante presencia en la proyección de Sisu 2 de un guardia de seguridad que vigilaba al público desde el fondo de la platea dotado de un aparato de visión nocturna; al menos no iba equipado con motosierra.

Durante todo el día han ido llegando al festival riadas de espectadores, la mayoría ataviados con prendas oscuras y con camisetas temáticas estampadas con el icónico gorila, con godzillas, muertos vivientes, jaws, aliens, o con leyendas como “muérete de miedo”, “la momia vive”, o el menos alusivo al terror pero inapelable “no soy antisocial soy antiestúpidos”. En la siempre interesante caseta de libros, discos y objetos del género, era tentador hacerse con una figura articulada de Freddy, un Chucky con su ropita y sus cuchillitos, o el cubil a escala de Pennywise. El payaso de It está también en los carteles que anuncian la serie de HBO (27 de octubre) como lo está asimismo el Frankenstein de Guillermo del Toro que se proyectará en el Auditori Melià el viernes. Drácula, por cierto, gana por goleada a Frankenstein este año, con muchas películas sobre el vampiro: además de la Besson, la alemana de 1970 Jonathan, de Hans W. Geisendörfer, la rumana Dracula, de Radu Jude, o Abraham’ boys, de Natasha Kermani, sobre los hijos de Van Helsing.

Sisu 2 recupera al sólido y legendario ex comando y buscador de oro Aatani Korpi en 1946 tratando de llegar a Finlandia desde la Carelia ocupada por la URSS en un camión con los troncos de su casa desmontada y perseguido por tropas soviéticas (esta vez ya no hay Waffen SS) encabezadas por el despiadado Igor Praganov, asesino de su familia. Korpi, inspirado en el correoso francotirador Simo Häyha, “la muerte blanca” —sobre el que, por cierto acaba de aparecer una novela histórica, Los guerreros de invierno, de Olivier Norek (Istoria, 2025)— sobrevivirá a ataques con motoristas, blindados y aviones (Ilyushin Il-2 Shturmovik en versión monoplaza), a heridas, torturas y palizas sin cuento para liquidar a sus enemigos en una verdadera orgía de sangre y violencia con muertes a raudales. Entre lo más alucinante, la voltereta que hace con un tanque, la escena en que extrae el cuchillo que se había escondido debajo de la piel del muslo, la masacre de soldados rusos que perpetra con dos metralletas PPSh-41, una en cada mano, o el cohete balístico tipo V2 que lanza dentro de un vagón de tren. La película ha sido seguida con deleite por un público entregado que ha aplaudido los momentos más disparatadamente sanguinolentos.

Curiosamente, gran parte de los exteriores del Drácula de Besson está filmados en Finlandia. La película, obviamente muy influida por el Drácula de Coppola (algunas escenas e indumentarias parecen calcadas, y momentos de la música), arranca con el príncipe Vlad II Dracul (Caleb Landry Jones, actual actor fetiche de Besson) teniendo que abandonar a su amadísima esposa Elisabeta, encarnada también por Sidel, para ir a luchar contra los turcos. Las imágenes del noble al frente de sus tropas equipado con una coraza de escamas reptilescas y un yelmo de dragón son espectaculares y recuerdan a Excalibur. La muerte de su mujer lleva a Drácula a un acto blasfemo que le condena a la inmortalidad y le veremos atravesar cuatro siglos, del XV al XIX, sintetizados en diversos bailes en distintas cortes, en la búsqueda de la reencarnación de Elisabeta. El filme, de factura preciosa, tiene momentos de humor y escenas impactantes como la de las monjas —toda una congregación— seducidas por el vampiro. Sorprende la inesperada influencia en la película de El perfume, la novela de Patrick Süskind. El personaje de Van Helsing se convierte en un sacerdote cazavampiros interpretado por Christoph Waltz, Lucy en una amiga italiana de Mina y se cambia Londres por París como escenario de la trama. El filme, que acaba literalmente con el conde convertido en quevediano polvo enamorado, se acerca al cuento de hadas al derivar un tanto hacia La bella y la bestia y presentar además unas gárgolas servidoras del vampiro de aire a lo Disney. Curiosamente, en una escena de feria aparece una sirena, de lo que no podemos estar más a favor.

Besson ha recordado en un diálogo con el público al acabar a medianoche la proyección, junto a Sidal, que estuvo en Sitges con su primera película, El último combate, y ganó un premio que le sirvió de estímulo a su carrera. Ambos, él y Sidal (ella vestida con un vestido vaporoso de auténtica princesa) han acudido antes a una multitudinaria rueda de prensa para hablar de su Drácula: Una historia de amor. Besson ha dicho que no le gustan las películas de terror, lo que en Sitges es una provocación si no un anatema. Dice que es muy miedoso. Ha recalcado que su película no es de terror, aunque utilice elementos canónicos de los filmes de vampiros (colmillos, sangre, crucifijos, estacas), sino de amor. Y ha señalado la necesidad que hay en el mundo de ese sentimiento. “Ya hay demasiada sangre derramada”. Su Drácula, que en su castillo al recibir a Harker recuerda mucho al de Gary Oldman, cambiando navaja por ratón y con el añadido de extensiones dignas de las Trillizas de Oro, es “un hombre desesperado que aguarda 400 años para recuperar a su mujer”. Ha dicho que su criatura es romántica y no la sabandija de otras versiones. De los momentos de comedia, ha reflexionado que la vida es así, que es importante “no tomarte demasiado en serio”, y que “siempre es bueno dar un toque de humor”. Ha comentado que tiene una relación especial y extraña con los técnicos de efectos especiales y que siempre acaban él luchando por lo que quiere y ellos “sudando mucho para conseguírmelo”. Preguntado si cree que hay algo en el aire que provoca tanto interés en los últimos tiempos por Drácula, ha contestado: “Honestamente, no me importa; cualquier historia nunca es la misma”. De cómo filma las escenas de batallas ha dicho que coge la cámara en la mano “y corro entre la gente que combate”.

Para Sidal, de aire delicadísimo, casi etéreo, timburtoniano, y en pantalla un gran parecido con su madre aunque en oscuro, los huesos de este Drácula son los mismos de otras películas, pero la carne y la piel, diferentes. Para hacer el doble papel ha dicho que se inspiró en la visión de un rebaño de ciervos, al adulto con su cornamenta como una corona, lo conectó con Elisabeta, mientras que al joven, el bambi, curioso e inexperto, con Mina. Ha considerado también que el Drácula de Besson es una historia de amor y que “promueve el amor y su magia”. Y ha reflexionado: “En otras películas, Drácula es una bestia, aquí no, o quizá el amor también es a su manera una bestia”. “No hay que olvidar que todos venimos del amor”, ha redondeado el director.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.
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