El talón de los idiotas
Me encanta mi trabajo igual que a Aquiles le gustaba dar mamporros y en busca de mi kleos particular me embarco en proyectos de los que no sé si saldré vivo

Con una excusa barata cogen los bártulos y se van todos a la guerra de Troya. Entre los que dejan su vida mundana y se suben al barco de los guapitos está Aquiles, que desea como nada el kleos, la fama, la gloria. Solo el kleos le dará la inmortalidad así que se tira de cabeza a hacer la guerra hasta que un flecha le alcanza en su famosísimo talón y la palma antes de entrar en la susodicha ciudad fortificada. Aunque no alcanza la victoria ni la victoria es gracias a él (le daremos ese mérito al maldito caballo de madera) la historia de Aquiles y su talón es tan buena que el tipo acaba por conseguir el kleo que buscaba. Lo consigue hasta tal punto que todavía a día de hoy estamos hablando por aquí de su persona y sus hazañas. Es tan glorioso Aquiles que incluso Brad Pitt hace de él en una peli. Una de las mayores estrellas de Hollywood interpreta, por supuesto, a una de las mayores estrellas de la narrativa universal. Claro que sí. ¡Es que Aquiles es la hostia! ¡Menudo uno! ¡Vaya campeón!
Pues va a ser que no. Tiempo después de la guerra de Troya Odiseo está volviendo a casa (distrayéndose bastante, la verdad) y acaba por bajar al inframundo en una aventurilla de las suyas. Estando ahí abajo se encuentra con las sombras de los héroes caídos y entre ellos, en efecto, está el guapo de Aquiles (podéis imaginarlo con la cara de Brad Pitt). El caso es que Odiseo se pone en plan fan y empieza a alabar a Aquiles y su gloria eterna cuando el del talón jodido le detiene ipso facto, medio cabreado y le dice (según la traducción de José Manuel Pabón): “No trates de consolarme de la muerte, ilustre Odiseo. Más quisiera ser labrador de otro, un hombre sin heredad, que vivir aquí como rey entre los muertos consumidos.” ¡Ajá! Tanto kleos y tanta mandanga y ahora Aquiles está puteadísimo. Aquiles el gran héroe ha tenido que morirse para entender que una vida humilde y mundana es mejor que el reino de los muertos. Aquiles el héroe ha tenido que bajar al Hades y quedarse allí atrapado para siempre para aprender que la gloria, la fama y el kleos no valen un churro marinero. Espero que no me cueste tanto a mí.
Siendo yo pusilánime, calvo y desprovisto de cualquier cualidad de Aquiles me siento a menudo un poco como él. Me encanta mi trabajo igual que a Aquiles le gustaba dar mamporros y en busca de mi kleos particular me embarco en proyectos de los que no sé si saldré vivo. Me pasa a mí y le pasa a muchos. Y luego, estoy ahí en Troya y pienso en Aquiles callando a Odiseo. “Déjate de pantochadas”, le dice (traducción de un servidor), “ojalá lo hubiera visto antes y me hubiera quedado en casa con mis hijos, mi familia y mis amigos; ojalá les hubiera hecho sopa en invierno y gazpacho en verano, ojalá hubiera trabajado menos y querido más; ojalá no hubiera sido un idiota redomado”.
Porque eso es lo que soy. Lo soy yo y lo somos muchos. Un ejército de idiotas.
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