El regreso de la épica
Gracias, Gladiator, la épica ha vuelto. Cleopatra (Joseph Leo Mankiewicz, 1963), la película más cara de la historia del cine hasta aquel año (45 millones de dólares), había supuesto el principio del fin. Su fiasco en taquilla fue tal que las grandes epopeyas ambientadas en las antiguas Grecia y Roma, con miles de extras y reparto plagado de estrellas, dejaron de realizarse en Hollywood durante décadas. Sin embargo, el éxito de Gladiator (Ridley Scott, 2000) ha permitido que los responsables de Troya se hayan podido gastar 150 millones de dólares en su producción, algo inaudito hace unos años. ¿El resultado? Dispar respecto de la esperada espectacularidad, notable en cuanto a la narración de una de las historias más grandes jamás contadas y casi pleno en el apartado interpretativo. ¿El culpable de esto último? Brad Pitt.
TROYA
Dirección: Wolfgang Petersen. Intérpretes: Brad Pitt, Eric Bana, Orlando Bloom. Género: drama de aventuras. EE UU, 2004. Duración: 165 minutos.
Nunca ha estado tan mal el aquí intérprete del guerrero Aquiles. O, quizá, nunca le habían otorgado un papel con tal variedad de registros, nunca había tenido que mostrar los sentimientos de un hombre tan equívoco. Sus primeros planos, donde debe evidenciar desde el dolor hasta la ira, desde el amor hasta el odio, desde la prepotencia hasta la piedad, son deficientes. El trabajo del resto del reparto, con Peter O'Toole (magistral en la secuencia de la súplica ante Aquiles), Brian Cox, Eric Bana y Sean Bean a la cabeza, provoca que la mala actuación de Pitt sea más visible.
Troya está lejos del estilo de Cleopatra, una película con tanto texto (magnífico, por otra parte) que el gran público no la disfrutó, y bastante más cerca de la notable Gladiator, aunque sin llegar a su altura. ¿El principal culpable? No hace falta repetirlo. ¿Dónde estabas, Russell Crowe?
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