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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Junts se recoloca

El conglomerado político dirigido por Puigdemont mantuvo un perfil radical en clave nacional, pero ambiguo en materia de política social y económica

Carles Puigdemont y Yolanda Díaz.
Enric Company

La batalla parlamentaria para la reducción de la jornada laboral ha mostrado que persiste una notable confusión acerca de la posición que Junts ocupa en el escenario político. Algunos actores esperaban que el partido de Carles Puigdemont actuara como una fuerza moderada y moderadora, distanciada del bloque conservador PP-Vox. La votación del miércoles pasado en el Congreso frustró esa esperanza. Aunque no faltan razones para pensar que hubiera podido actuar de otro modo. La principal es la dependencia de Puigdemont de la aplicación de la ley de amnistía, cuya aprobación fue causa y efecto a la vez de la participación de Junts en la configuración de la vigente mayoría parlamentaria.

Otros, en cambio, no tienen duda alguna de que Junts es simplemente la versión catalana del conservadurismo, que se considera ajena, adversaria y alternativa de las fuerzas de izquierda que integran el Gobierno de Pedro Sánchez. Cuando, como ha ocurrido con la propuesta de reducir la jornada laboral, el bloque conservador se siente obligado a atender la orientación de las patronales, que es de rotundo rechazo, Junts no duda en sumarse al PP y Vox para votar en el Congreso en contra del Gobierno de izquierdas, aunque le deba nada menos que la amnistía de sus líderes.

Algunos portavoces de la izquierda llevan un tiempo advirtiendo de que esa es la verdadera alma de Junts. Que lo de la moderación, el centrismo y una calculada equidistancia ocasional entre el gobierno de Sánchez y la oposición en España de Feijóo-Abascal no quita que cuando la patronal toca el silbato, se produzca la alineación de todas las derechas.

La confusión acerca de la identidad ideológica de Junts como partido de derechas tiene también otras causas. La apuesta independentista de CiU en 2012, dirigida por Artur Mas tras su ruptura con Mariano Rajoy, le obligó a difuminar sus fronteras ideológicas para hacerlo interclasista y ensanchar el perímetro político. Pretendía facilitar las alianzas con ERC y la CUP y dar cabida a los sectores progresistas que, con la actuación de los gobiernos del PP y del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Autonomía de 2006, dieron por roto el pacto constitucional y asumieron que la independencia era una opción disponible. Así fue que durante casi una década el conglomerado político dirigido por Puigdemont mantuvo un perfil radical en clave nacional, pero ambiguo en materia de política social y económica.

Esta ambigüedad terminó en 2022 cuando Junts decidió poner fin a la coalición de gobierno con ERC en la Generalitat y el cambio se ratificó dos años después en el congreso del partido. Fue así como Junts se realineó con la patronal Fomento, entonces ya presidida por el exdiputado de CiU Josep Sánchez Llibre. Era uno de los ex dirigentes que se había apartado cuando se produjo el giro independentista. De modo que la actual sintonía de Junts con el bloque PP-Vox y las patronales es también en alguna medida el regreso al común hogar de las derechas.

Aunque sea una vuelta a casa, el reacomodo no le va a ser fácil. Ahora mismo hay en Cataluña otras tres derechas -PP, Vox y Aliança Catalana- disputándole cada concepto de su acervo ideológico, cada voto de su territorio electoral, cada eslabón en la cadena de influencias con el tejido social y económico que le sustenta.

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