_
_
_
_

Un pueblo paralizado y dividido: el legado de la alcaldesa ultra de Ripoll

La oposición prepara una moción de censura contra Sílvia Orriols, la líder de Aliança Catalana, tras 20 meses de un mandato sin presupuestos ni cambios significativos

Vista de Ripoll, con el campanario del Monasterio de Santa Maria al fondo.
Vista de Ripoll, con el campanario del Monasterio de Santa Maria al fondo.Albert Garcia
Jesús García Bueno

Montserrat Orriols hacía cola en una carnicería cuando una vecina le preguntó, malhumorada, si ella también era de las que querían echar a la alcaldesa. ”Le dije: ‘¿yo te pregunto cuánto papel usas para lavarte el culo?’ Y me fui”, explica en una plaza que da acceso a las callejuelas del barri vell de Ripoll (Girona), un municipio sometido a escrutinio desde hace ocho años, primero por ser la cuna de los jóvenes yihadistas que cometieron los atentados de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017, y más tarde por convertirse en el primer bastión de la ultraderecha independentista en Cataluña.

Montserrat aclara que no es pariente de Sílvia Orriols (“aquí Orriols es como García en España”) y sostiene que los 20 primeros meses de mandato de la alcaldesa ultra, tras convertir a Aliança Catalana en la fuerza más votada en las municipales de 2023, han crispado los nervios de un pueblo que aún no ha superado el trauma del 17-A. La tensión social la sufren sobre todo los extranjeros de origen musulmán, señalados por Orriols como chivos expiatorios. Pero la división también se ha colado en las conversaciones de los vecinos de siempre. “Solo ha aportado crispación y mala leche. El pueblo está como siempre, ni peor ni mejor. Ni ella ha hecho nada por Ripoll ni lo harán los que vendrán, que son unos xitxarel·los”, una expresión de difícil traducción (”inexpertos” sería quedarse corto) con la que alude al resto de concejales.

La oposición (que suma 10 ediles frente a los seis de Aliança) cocina una moción de censura para echar a Orriols. Esquerra, Junts, PSC y la CUP, que no fueron capaces de ponerse de acuerdo para impedir el acceso al poder de la formación de ultraderecha, tienen ahora una segunda oportunidad. Se la ha brindado la propia Orriols, que en un gesto de máximo riesgo se sometió a una cuestión de confianza para aprobar los Presupuestos. La perdió y ahora está a expensas de la oposición, que tiene como fecha límite el 24 de febrero para presentar a un candidato alternativo.

Concejales y activistas consultados por este diario sospechan que Orriols ha perpetrado un autogolpe: con un Ripoll ingobernable por falta de apoyos, dejar la Alcaldía le permitiría centrarse en la política catalana (es diputada en el Parlament), retomar el victimismo a propósito del cordón sanitario y optar, en 2027, a una mayoría absoluta. Públicamente, Orriols defiende que nada la hace más feliz que ser alcaldesa. En el pleno en el que perdió la cuestión de confianza, habló de “golpe de Estado” y denunció que el posible “pacto antinatura” es consecuencia de su buen gobierno: “Conspiran contra nosotros porque hemos hecho demasiado”.

Fachada del Ayuntamiento de Ripoll.
Fachada del Ayuntamiento de Ripoll.Albert Garcia

Sin Presupuestos

La alcaldesa ultra, incapaz de pactar las cuentas en parte por su inflexibilidad y su personalidad (ha hecho sentirse menospreciados y humillados a algunos ediles), sostiene que ha cumplido ya “el 70%” del programa de Aliança, centrado en la seguridad, el civismo y la inmigración. Pero el balance no parece tan optimista, a juicio de muchos vecinos, incluidos sus seguidores. Como Manel, que camina por la calle de Sant Pere con su mujer y una barra de pan bajo el brazo. “No ha mejorado casi nada porque a la pobre no le dejan gobernar”, cuenta este jubilado, a quien los cambios en el paisaje humano no le gustan: “Esto ya no es Ripoll, es el pequeño Marruecos”, dice en voz alta. Su mujer le indica que baje el volumen porque “por aquí hay socialistas”.

En Ripoll, cuyo monasterio alberga la tumba de Guifré el Pilós (mito fundacional de la nación catalana), la inmigración supone el 14% de los cerca de sus 10.700 habitantes, menos que la media catalana (21%). Pero las percepciones tienen vida propia. Si a eso se suma una afrenta personal, el resultado es un racismo poco disimulado. “Tuvimos que malvender nuestro piso de siempre porque, cuando empezó a vivir arriba una familia marroquí, todo fueron problemas”, explica Manel, que no concreta cuáles fueron esos problemas.

En la misma calle, entre panaderías y charcuterías de cuyos escaparates cuesta apartar la vista, Josep Maria Moreno, que se define como apolítico, ha percibido mejoras. “El incivismo y la delincuencia se han reducido. Supongo que, hartos de que les paren cada noche, los delincuentes habituales se han ido”, cuenta el hombre, de mediana edad, que regenta un negocio. Fuentes de la oposición conceden que se han visto más patrullas por las calles. Aunque las competencias en seguridad ciudadana dependen de los Mossos, Orriols presume de haber reducido “en un 70% los robos con fuerza”. Ripoll y su comarca, coinciden fuentes policiales, era y es una de las áreas más seguras de Cataluña y el número de esos delitos es bajo, por lo que los porcentajes no son demasiado significativos.

Pese a que no vota, Moreno parece bien informado de la división y la parálisis que atenazan Ripoll. “Ha pasado con Junts, con ERC y ahora con Aliança. Llega un político y no le dejan trabajar. Proponen un polígono industrial y no se hace...”, lamenta sobre el proyecto fallido del polígono Can Franquesa. Orriols lo ha fijado como prioridad, pero nada se ha movido. Y eso que en Ripoll (7,95% de paro, en la media catalana) hay trabajo, sobre todo en el sector de la metalurgia. El problema, como en tantos lugares, es la vivienda: pese a su lejanía de Barcelona, es uno de los 140 municipios declarados como zonas tensionadas por el Govern .

La vivienda ha formado parte del debate de Presupuestos que ha conducido a la actual crisis política. Las cuentas de Orriols preveían 20.000 euros para rehabilitación de viviendas, solo un poco más que la subvención para la colla gegantera. “No sé qué haremos con eso, como mucho rehabilitar un pisito”, ironiza Enric Pérez, concejal del PSC, que acusa al consistorio de ser una “agencia inmobiliaria” por vender dos inmuebles y subraya el “aislamiento institucional” en el que se ha situado Ripoll. Orriols replicó que su idea es presentar “un proyecto con cara y ojos para rehabilitar” el casco antiguo a cuenta del plan de barrios del Govern que lidera Salvador Illa.

Usuarios del comedor social El Galliner, en Ripoll.
Usuarios del comedor social El Galliner, en Ripoll.Albert Garcia

Ni cierra mezquitas ni exhibe ‘estelades’

Dos señas de identidad de Aliança son su declarada islamofobia y su rigor independentista. Orriols prometió iniciar los trámites para cerrar la mezquita Annour, donde dirigió el rezo Abdelbaki Es Satty, el imán que adoctrinó a los jóvenes yihadistas. Pero no ha podido hacerlo porque las competencias son de la Generalitat; el ayuntamiento podría, a lo sumo, actuar de forma cautelar por algún incumplimiento de normativa que no se ha dado. La concejal de Junts Maria Soldevila le ha hecho ver también sus contradicciones en el ámbito nacionalista: ha retirado estelades a petición de la junta electoral, “ha permitido la presencia de cuerpos del Estado en juntas de seguridad y ha sacado a Ripoll de la Asociación de Municipios por la Independencia”.

Uno de los pocos rastros del legado de Orriols es El Galliner, un centro para jóvenes que la alcaldesa ha convertido, parcialmente, en comedor social para ancianos. Es mediodía y una veintena de jubilados se preparan para comer (5 euros y medio) y pasar un rato juntos. Una de las usuarias del servicio, para el que hay lista de espera, es Gregoria García. Tiene 77 años, nació en Extremadura pero vive en Ripoll desde que era cría. “Estoy sola y tenía depresión. Mi hija me dijo que, o venía aquí, o me llevaba una residencia”, sonríe mientras recuerda un Ripoll más próspero, puntero en la industria textil. “Este pueblo tenía mucha vida… Si los políticos se unieran, estaríamos mejor”.

La plataforma ciudadana Teixim Ripoll ha surgido, precisamente, para coser la fractura dejada por Orriols. Su portavoz, Carme Brugarola, asegura que el mandato ha sido “traumático” y denuncia una “persecución política” que cuenta ya varias polémicas: los problemas para empadronar a extranjeros, el veto a un cartel de fiesta mayor porque aparecía un hiyab (velo islámico) o el acoso a un casal de la izquierda independentista. Ahora hay que ver si los políticos recogen el guante, en un momento en que el debate sobre los cordones sanitarios a la ultraderecha está más vivo que nunca; hace unos días, el expresident Artur Mas invitó a “dialogar” con Aliança Catalana. Pero no parece que ese mensaje haya calado en personas como Soldevila, de Junts, que se muestra firme. “No ha aportado nada bueno a los ripolleses, solo crispación. Se habla de Ripoll por la polarización política que usted fomenta”, lamenta. “Menos victimismo y más seriedad”, reclama Chantal Pérez (ERC), que también aboga por un frente común: “Usted nos ha unido”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_