El hedor que no disimula la burbuja de fútbol
La Supercopa de España: dinero para los clubes, disgusto para los aficionados, atormentados por seguidores locales
Hay fronteras imposibles de cruzar, también en los tiempos modernos, fundamentalista en la estandarización de las culturas. Aunque dicen que hay quienes se las ingenian para hacerlo, los visitantes en Yeda no pueden tomar alcohol, tampoco los que llegan para cubrir la Supercopa de España, patrimonio español, vendido a Arabia Saudí tras una triquiñuela entre Luis Rubiales y Gerard Piqué. Pero si te derrota el hambre a las dos de la mañana después de una interminable jornada laboral, te puedes pedir un delivery que te deja la hamburguesa más famosa del mundo en la puerta de la habitación del hotel en unos 15 minutos.
Es diferente, en cambio, si andas con urgencia para ir al lavabo y eres mujer, claro. Estoy acostumbrado a prestar especial atención a las señales de los baños en los lugares públicos. Me irritan, especialmente, los largos trayectos que hay que recorrer para encontrar los lavabos en aeropuertos y centros comerciales, siempre señalados en cualquier caso con ese cartel minúsculo con las referencias pertinentes para hombres y mujeres. En los estadios de fútbol de Yeda eso no me resultó un problema. Un inmenso cartel con la cara de un hombre señalaba los baños a la orilla de cada boca que daba acceso a las tribunas.
No había nada, sin embargo, que indicara dónde estaba el de las mujeres. Tras consultarle a una compañera y amiga de profesión, también enviada especial a Yeda, me comentó que era difícil pero posible encontrar un lavabo en el estadio. Por ejemplo, había uno en la sala de prensa. En cualquier caso, a una larga distancia de las tribunas. Sí le fue imposible dar con uno en la Ciudad Deportiva en la que entrenaban el Barcelona, el Madrid, el Mallorca y el Athletic. Básicamente porque no había. A mi compañera no le quedó más opción que recurrir al de minusválidos.
Hay fronteras imposibles de cruzar, también en los tiempos modernos, fundamentalistas en la estandarización de las ciudades. Aunque dicen que hay quienes se lo ingenien para disimularlo, a los turistas que visitan el bonito e impersonal paseo marítimo de Yeda, vecino del pintoresco y particular barrio de Al-Balad, se les aconseja llevar ropa larga y holgada. Misma advertencia para los que llegan a cubrir la Supercopa de España, patrimonio español, mudada del invierno europeo al calor de Arabia Saudí, un pacto que no parece tener fin ni siquiera después de la restructuración de la Federación. “Hoy es un día para estar contentos y felices como culminación de una semana en la que hemos hecho muchas cosas para el bien de nuestro deporte, recibiendo siempre el cariño de un lugar que quiere al fútbol español”, expuso Rafael Louzán, presidente de la Federación Española de Fútbol. Ocurre, sin embargo, que si te abraza el calor puedes recurrir a las mangas cortas. Si eres hombre, claro.
Para las mujeres es diferente. De paseo por el casco antiguo, una periodista tuvo que “abrocharse la camisa hasta el último botón del cuello” después de las “miradas tan intimidantes como penetrantes” de los habitantes locales. “Suerte que estaba con dos hombres. Si no, no sé qué pasaba”. Una situación igual de violenta que cuando un centenar de aficionados desenfundan sus móviles para tomar fotos o grabar vídeos a mujeres sin autorización previa ni intento de disimulo. Curiosa actitud, en la web del país recomienda a los visitantes: “Los saudíes valoran mucho su privacidad, particularmente las mujeres. Antes de sacar una foto, especialmente si incluye a gente, pregunte primero”.
Hay fronteras imposibles de cruzar, también en los tiempos modernos, fundamentalistas en la estandarización de los estadios. Aunque dicen que hay quienes disfrutaron de las pomposas instalaciones de Yeda, curiosamente a las delegaciones del Barcelona y el Madrid, que suelen cobrar unos cinco millones de euros por un amistoso fuera de España, premiados con nueve y siete millones respectivamente por su última participación en la Supercopa, se les hizo sustancialmente larga la estadía. “La organización fue muy buena, pero por el desplazamiento y por estar una semana allí, tal vez deberíamos estar mejor remunerados”, sostuvo Joan Laporta, presidente del Barcelona.
Dinero para los clubes, disgusto para los aficionados, atormentados por seguidores locales —“Nos increparon y nos pegaron collejas. Las mujeres sufrieron tocamientos”, denunció un hincha del Mallorca—, también sin protección las familias de los futbolistas. “Los chicos de este país se han puesto a hacernos fotos de cerca y nos han estado acosando. Nos hemos sentido un poco desubicados. No teníamos a nadie protegiéndonos”, relató a Esports IB3 Cristina Palavra, pareja de Dani Rodríguez, futbolista del equipo balear.
Absortos por la rutina, nociva y cegadora, el periodista deportivo puede llegar a saltar de estadio en estadio, de hotel en hotel, sin más suerte que una pequeña escala para turistear. No es el caso en Arabia, la ostentación cínica y obscena del dinero, en definitiva, vulgar como todo lujo material, no limpia a una Supercopa mudada a Arabia Saudí a cambio de 40 millones. Tampoco funcionaría la fantasía de una máquina del tiempo para romper los agravios. No es atraso, es un hedor que ni siquiera es capaz de disimular la burbuja de la industria del fútbol profesional.
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