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El trabajo como salvavidas

La Fundació Portolà celebra 35 años de vida dedicados a la inserción laboral de personas con discapacidad intelectual y trastorno mental

Trabajadores de la Fundació Portolà en sus espacios de trabajo, en una imagen cedida.
Trabajadores de la Fundació Portolà en sus espacios de trabajo, en una imagen cedida.ESTER PEREZ BERENGUER

Valentín sufrió a los 10 años un accidente que puso en peligro su vida. La recuperación le costó mucho y una vez que estuvo mejor de salud, su madre hizo todo lo posible para que fuera a una escuela especial para personas con discapacidad intelectual. “Cuando me gradué en el colegio, hice una formación profesional en costura, manipulados y jardinería que me salvó la vida”, afirma. En 1989, Teresa Giralt decidió fundar la Fundació Portolà para poder salida laboral a las personas con discapacidad intelectual que tenían dificultades para encontrar un puesto de trabajo en el mercado ordinario. De esta forma, Valentín y cuatro compañeros firmaron su primer contrato profesional por seis meses para realizar trabajos de jardinería. “Cuando firmé el contrato volví a nacer”, agrega con lágrimas en los ojos.

La organización celebró este martes 35 años de creación en sus instalaciones ubicadas en Sant Feliu de Llobregat. Tras Valentín, la fundación ha conseguido integrar laboralmente a 236 personas con discapacidad y formar profesionalmente a más de 320. “Hace 35 años las personas con discapacidad intelectual que terminaban el colegio no tenían a donde ir”, asegura Giralt, fundadora y presidenta de la fundación que trata de contrarrestar el paro de las personas con discapacidad intelectual. Una tasa desproporcionadamente más alta que el resto de segmentos de la población.

Lo que empezó como un centro de jardinería se ha convertido en un edificio de 4.500 metros cuadrados, ubicado en un polígono industrial. Las instalaciones acogen el taller de confección (especializado en canastillas de bebé, confección circular y con capacidad para atender proyectos bajo demanda); la zona de manipulados (que combina los trabajos más artesanales con pedidos industriales de sectores sanitarios y de salud y cosmética); espacios de almacenamiento para los servicios de jardinería y limpieza; y las oficinas. Además, organizan ferias y actividades de voluntariado corporativo en Sant Jordi y Navidad.

Aaron, de 22 años y uno de los beneficiarios más recientes, lleva trabajando en la fundación desde mayo. “Antes estaba en el paro, ahora estoy muy a gusto y me gustaría jubilarme aquí”. Desde que empezó a trabajar, se especializó en jardinería; sin embargo, es común que le asignen tareas diferentes en las áreas de confección y manipulados. “El saber no ocupa lugar, esta es mi frase preferida”, asegura. Aunque su turno empieza a las siete de la mañana, también tiene una vida más allá del horario laboral. “Después de trabajar, me dedico a ayudar a mis padres en casa, a hacer otras actividades como caminar o bañarme en la piscina y a disfrutar de la vida”, concluye.

Los voluntarios y trabajadores que colaboran con la organización han decidido celebrar los 35 años de Portolà por todo lo alto. El evento, que ha acogido a más de 150 personas, ha incluido visitas guiadas por el taller de confección, zona de manipulados e invernadero, videos sobre la historia de la fundación, y explicaciones de los diferentes tipos de productos que se confeccionan allí. “Esto es un sueño cumplido” asegura su fundadora, quien pese a conocer de memoria los videos explicativos, vuelve a verlos con cada nueva visita.

Angelina tiene 55 años y lleva 16 trabajando para la fundación. “Me hace muy feliz que los productos hacemos se vendan por todo el país e incluso fuera de España”, confiesa con una sonrisa. “En el taller estamos confeccionando toda una colección para bebés, utilizamos máquinas para hacer ojales o para poner botones” afirma, aunque la parte favorita de su trabajo es “el trato que tienen con nosotros los jefes y los monitores” agrega desde la puerta, antes de volver a recibir a los visitantes.

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