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La llamada de felicitación de Puigdemont a Illa no rebaja la tensión entre ambos

El líder de Junts telefoneó al recién investido ‘president’ en una muestra de “cortesía institucional”

Marc Rovira
El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont interviene en las jornadas de trabajo de JxCat en Waterloo (Bélgica) este miércoles.
El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont interviene en las jornadas de trabajo de JxCat en Waterloo (Bélgica) este miércoles.PABLO GARRIGÓS (EFE)

Carles Puigdemont se quedó voluntariamente incomunicado el 8 de agosto. Tras aparecer por sorpresa en el centro de Barcelona para ofrecer un breve mitin delante de 3.000 incondicionales, se montó en un coche con la voluntad, supuestamente, de recorrer los 500 metros que hay entre el Arc de Triomf y el Parc de la Ciutadella, sede del Parlament de Cataluña. En su partido, Junts, aseguran que tenía intención de acudir, como había prometido, al pleno de investidura de Salvador Illa, pero cambió de planes porque constató un férreo dispositivo policial para detenerlo a las puertas de la Cámara autónoma. Entonces optó por escapar de Barcelona y poner rumbo de nuevo a su fortín de Bélgica, donde reside desde 2017 para rehuir la acción de la justicia española. Desconectó el teléfono para evitar posibles seguimientos policiales. Lo mismo hizo Jordi Turull, secretario general de Junts, que iba montado en el mismo coche que el líder del partido.

Dos días después, el sábado 10 de agosto, Puigdemont activó el móvil para mandarle un mensaje a Salvador Illa. El primer secretario del PSC era investido president. Fuentes cercanas a Puigdemont revelan que, tras ese primer contacto escrito, el mismo día Puigdemont llamó a Illa para felicitarlo por su toma de posesión en lo que, dicen, fue una muestra de “cortesía institucional”.

Pero aquella llamada no ha servido para templar la fría relación que se dispensan Illa y Puigdemont. El líder independentista le afea al president que le trate “como un interlocutor de Junts y no como un expresident”. Illa ha mantenido encuentros con todos los expresidentes catalanes, excepto con Pasqual Maragall, que está afectado por la enfermedad de Alzheimer, y ha recibido en el Palau a Jordi Pujol, en una suerte de rehabilitación pública del histórico líder de Convergència, defraudador fiscal confeso. En cambio, desde la oficina de Illa no ha habido ningún intento por cerrar una reunión con Puigdemont. La portavoz del Govern, Sílvia Paneque, preguntada expresamente por el asunto, descartó este martes concretar qué tipo de relación han mantenido los dos principales rivales en las últimas elecciones catalanas: “Forma parte de las conversaciones privadas”.

Puigdemont ha hecho saber a su entorno que considera una falta de respeto a su condición de expresident el hecho de que Illa esquive una cita pública entre ambos. El PSC considera que se trata de un caso especial porque, pese a que no ha aparecido por el Parlament para oficializar su condición de jefe de la oposición, Puigdemont sigue siendo un político en activo, y eso resta sentido a que reciba un reconocimiento oficial como exmandatario de la Generalitat. Durante la campaña por las elecciones catalanas, Puigdemont se comprometió a abandonar el primer plano de la política si no llegaba a ser elegido president. Illa ganó los comicios con 42 escaños, Puigdemont se quedó con 35, pero el expresident ha reconsiderado su compromiso y sigue ejerciendo de líder máximo en Junts. Este miércoles convocó en su ciudad de residencia, Waterloo, a todos los diputados del grupo parlamentario para ordenar la estrategia que seguir durante el inminente debate de política general que se celebrará en el Parlament y a finales de mes está previsto que asuma un cargo orgánico, supuestamente el de presidente del partido, en el congreso que JxCat tiene previsto celebrar en Calella (Barcelona).

Desde Junts se pone de relieve que las renovadas inquietudes políticas que hayan surgido en Puigdemont nada tienen que ver con su papel como expresident. Este miércoles en Waterloo la comidilla fue el hecho de que el martes Illa sí recibió oficialmente a Josep Antoni Duran Lleida, de la extinta Unió Democràtica de Catalunya. “Justo el día que se cumplían siete años del 1-O tuvo la ocurrencia de recibir en la Generalitat al antiguo secretario general de un partido que está desaparecido”, reprochó públicamente Puigdemont.


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