Agosto con grifos secos en la Costa Brava: “Hacemos la paella con agua embotellada”
El Port de la Selva no prevé recuperar la normalidad del suministro de agua antes de una semana
El lunes por la noche el agua dejó de salir de los grifos de los hogares y comercios del Port de la Selva (Alt Empordà). Al día siguiente, poco a poco se fue recuperando el suministro, pero salía salada. Desde el Ayuntamiento se advirtió que no se utilizara ni para beber ni cocinar. Una avería en uno de los dos pozos y el agotamiento del depósito principal de la localidad vecina de Llançà han dado como resultado esta “complicadísima situación”, dice la alcaldesa Lídia Ferrer, que afirma sentir “impotencia, desesperación y rabia”.
Las previsiones más optimistas para recuperar el agua potable apuntan a mediados de la semana que viene. La mayoría de los vecinos y comerciantes han tomado con resignación esta situación, igual que el veraneante más fiel. Otros, sin embargo, han amenazado con irse y se han presentado en el Consistorio pidiendo explicaciones y exigiendo que les pagaran el agua que han tenido que comprar o que les dejaran utilizar el baño porque en sus apartamentos no podían usar la cisterna.
El Port de la Selva, un pequeño pueblo del Cap de Creus con 1.044 habitantes que en agosto pasa de los 11.000 residentes, ha tenido un problema de agua endémico a causa de la salinización de su acuífero. Para solucionarlo, el Ayuntamiento alquiló en 2018 una desaladora que acabó comprando en 2023. Nunca se habían quedado sin agua. El Consorci d’Aigües de la Costa Brava, que desde octubre gestiona el agua, asegura que la solución definitiva pasa por instalar una cañería que transporte el agua de Cadaqués procedente del pantano de Boadella.
El 17 de julio se obturó uno de los dos pozos del Port e hicieron que Llançà diera más agua a sus vecinos pero, con la llegada de agosto y el aumento de turistas, el depósito de Llançà también se agotó. Este miércoles se ha empezado a construir un nuevo pozo y cuatro camiones cisterna llevarán diariamente agua al depósito de distribución de la red. Esto hace ser optimista a la alcaldesa, quien espera que el nuevo depósito funcione este viernes, aumente el volumen de agua, y se pueda volver a pasar por la desaladora para tener agua potable la semana que viene. Sin embargo, teme “las fugas —porque las cañerías están en muy mal estado— y que la gente no actúe como debe”. Mandaron 30 cartas a grandes consumidores que, en situación de excepcionalidad, continuaban regando o limpiando su barca con agua potable.
Tras la advertencia de la falta de agua de Ferrer a los comercios, el martes no quedaban ni garrafas ni botellas de agua en la localidad, aunque se garantizó el suministro con la llegada de camiones con cargamentos de agua. La alcaldesa, que tiene una rosticería, explica: “Compramos un palé de agua y hervimos la pasta y limpiamos los pollos con esta agua”. Ferrer se reunió el mismo martes por la tarde con comerciantes y restauradores, a quienes detalló la situación. Cristina Perelló, propietaria del Askata, un restaurante ubicado en el puerto, se toma con resignación la situación. Sabe que el Consistorio hace cuanto puede. “Hacemos los arroces con agua embotellada”, lamenta. El hielo, que también lo compra a un proveedor, también se acabó. Aún así, lo que más teme Perelló es la salinidad del agua que utiliza para limpiar la vajilla. “Las copas salen muy blancas del lavavajillas, y café no podemos hacer porque tengo la cafetera conectada directamente a la red”, explica.
Algunos turistas han dejado el apartamento y hay incluso quien ha reclamado que se le devolviera el dinero. Pero no son la mayoría. Josep Vergés, propietario de tres hoteles, cree que “no hace falta dramatizar”. “Tanto los arroces como el resto de comida y el café lo hacemos con agua embotellada. Además, en cada habitación dejamos varias botellas”, señala Vergés.
El agua justa en el Priorat y Baix Camp
Hace poco más de dos semanas, la Generalitat relajó aún más las medidas antisequía para los municipios que se abastecen de las cabeceras de los ríos Ter y Llobregat, que se encuentran en las fases de alerta y prealerta, respectivamente. El Govern también insistió en que Cataluña sigue seca. Hasta 17 municipios que beben de los embalses de Darnius Boadella y Riudecanyes continúan en Emergencia y, según la lista no oficial de la Federación de Municipios Catalanes (FMC), al menos 30 poblaciones de miles de habitantes requieren de camiones cisterna para subsistir este verano mientras avanzan en las obras de conexión a las redes de abastecimiento. Aunque el número podría ser aún mayor.
No hay datos oficiales de las localidades que continúan con cortes diarios en el suministro, como ocurre en Cabrera d’Anoia o L’Espluga de Francolí, pero la gran mayoría de estas poblaciones son regadas diariamente con camiones cisterna. Vallirana, Vacarisses y Sant Feliu de Codines son algunos de estos municipios con fugas en las tuberías o con problemas de contaminación en los pozos o acuíferos de los que se nutren y que han solicitado subvenciones para conectarse a las redes de la red Ter-Llobregat o del Ebro y garantizar el acceso de la población a agua potable.
Las comarcas del Priorat y el Baix Camp son otras de las comarcas que cuentan cada gota este verano. Los cuatro embalses de los que se abastecen (Siurana, Guiamets, Margalef y Riudecanyes), que son también un reclamo turístico, están prácticamente secos. Disponen de poco más del 3% de los 28 hectómetros que tienen de capacidad. El todavía conseller de Acción Climática, David Mascort, se refirió en junio a esta angustiosa situación como “el agujero negro” de la sequía.
El caso de muchos municipios rurales del Priorat es particularmente llamativo, puesto que, a pesar de formar parte de la cuenca hidrográfica del Ebro, no está conectada a ninguna red de abastecimiento. Como sucede en Falset, la localidad más poblada de esta comarca, donde los camiones cisterna forman parte del pueblo desde comienzos de junio para recuperar el nivel del pozo principal y de otros siete depósitos municipales. El embalse de Riudecanyes, al 1,7% de su capacidad y clave para el riego agrícola del Baix Camp, también agoniza por la sequía. Cada vez mueren más árboles frutales, almendros y avellanos por una falta de agua que no se puede cubrir con camiones cisterna. La Generalitat abastecerá con agua regenerada desde Reus esta zona crítica de Cataluña, aunque el proyecto no estará listo antes de 2027.
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