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Una decena de municipios catalanes contarán con aulas de acogida aceleradas para reducir el abandono de adolescentes inmigrantes

Este curso se ha ensayado una prueba piloto en ocho institutos de Barcelona y en septiembre el Departamento de Educación lo quiere extender a otros territorios

Institut Martí Pous
Rena con una compañera de clase en el instituto Martí Pous de Barcelona.Gianluca Battista

Ser adolescente y cambiar de país y de escuela no es nada fácil. Rena, de origen siriana y refugiada en el Líbano, lo sabe muy bien. Llegó a Barcelona hace un año, con 12 años. En su nuevo instituto, se estampó. “Cuando llegué no entendía nada, estaba en un aula ordinaria sin entender ni la lengua ni las normas del instituto ni nada. Y los profesores no podían estar por mí, tenían 30 alumnos más. Fue fatal”. Rena ha tenido que repetir curso, pero no desfalleció, sacó su espíritu luchador y decidió que debía esforzarse para entender el idioma y poder seguir las clases. Dedicó el verano a aprender catalán con una aplicación. “A mí me gusta estudiar, pero estaba muy triste porque nadie me ayudaba y con la aplicación me fue muy bien”, relata.

En septiembre se le abrió una gran oportunidad cuando le ofrecieron ser una de los 134 alumnos que participarían en la prueba piloto de las llamadas aulas de acogida aceleradas, donde los alumnos pasan toda la jornada lectiva en estos espacios para aprender de forma rápida el catalán. “En poco tiempo aprendí mucho”, explica contenta en un catalán muy correcto. “He aprendido la lengua, pero también cosas sobre Barcelona, sobre la ESO, el bachillerato o qué hacer en el futuro”, abunda la chica, que tiene claro en qué le gustaría convertirse: en mossa d’esquadra.

Este curso Barcelona ha estrenado, en forma de prueba piloto, estas aulas de acogida aceleradas, llamadas así porque suponen someter a los alumnos de secundaria a una inmersión intensiva en la lengua catalana -el castellano lo aprenden incluso más rápido por interacción social, admiten los docentes-, ya que urge que sean capaces de adaptarse rápidamente al sistema, teniendo en cuenta que tienen a las puertas el final de la etapa obligatoria, y de una buena adaptación depende de que no acaben abultando las listas de fracaso escolar.

La experiencia -con un coste de un millón de euros- ha funcionado durante los primeros meses del curso (hasta finales de enero) en ocho institutos de la ciudad. Por ellas han pasado 134 alumnos de 2º a 4º de ESO provenientes de países con una lengua no románica (Pakistan, Marruecos, Ucrania…), dando prioridad así a los que podían tener más dificultad para aprender el catalán. Para el próximo curso, Barcelona continuará con la prueba en ocho institutos, pero abrirá dos aulas intensivas para alumnos recién llegados de habla hispana en unos centros que el Consorcio todavía no ha anunciado.

Pero la experiencia no se quedará aquí y el Departamento de Educación ha confirmado a este diario su intención de abrir una decena más de estas aulas en diferentes municipios. El departamento todavía no facilita muchos detalles, y solo explica que se concentrarán “en tres servicios territoriales inicialmente”.

Alumnos del aula de acogida acelerada del instituto Martí Pous de Barcelona.
Alumnos del aula de acogida acelerada del instituto Martí Pous de Barcelona.Consorcio Educación Barcelona
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En estas aulas de acogida intensivas, el alumno pasa 30 horas semanales aprendiendo la lengua, pero también otros conocimientos y aspectos que le ayuden a aterrizar en su nuevo país (desde cultura y costumbres hasta como funciona el transporte público). Además, se mezclan con otros alumnos en actividades curriculares lúdicas y deportivas. Con todo, los docentes admiten que el tiempo se queda corto. “Les damos una base para que luego puedan seguir los estudios en el aula ordinaria, pero a lo mejor no es suficiente”, admite Adrià Jariego, profesor del aula de acogida acelerada en el instituto Martí Pous. En una línea parecida se expresa el director, Xavier Bou. “Además de la lengua, los alumnos deben adaptarse emocionalmente al nuevo país y cuatro meses son poco, se necesitaría más tiempo, a lo mejor todo el curso”, propone Bou.

Pero no todo es cuestión del idioma. Hay un factor clave del que depende el éxito educativo de estos alumnos adolescentes, en los que un cambio de vida tan radical tiene más impacto: el acompañamiento emocional. En este tipo de aulas se forma a los docentes en el llamado duelo migratorio, para ayudar a los jóvenes a una mejor adaptación. Rena admite que todavía tiene roces con sus compañeros por este motivo. “No sé si ellos tienen problemas, pero yo sí. A veces no se dan cuenta de que vengo de otro país, otra vida, otra escuela. Ellos están en su país y se piensan que soy como ellos, pero no ven que estoy nerviosa y triste porque hay muchas cosas que todavía no sé de aquí”.

Este curso han participado en la prueba piloto ocho institutos (Verdaguer, Martí Pous, Angeleta Ferrer, Joan d’Àustria, Barcelona-Congrés, Menéndez y Pelayo, Teresa Pàmies y Lluís Vives), que se ubican en diferentes distritos de la ciudad, de manera que por las aulas de acogida del Martí Pous -como en otros institutos participantes de la experiencia- han pasado alumnos escolarizados en centros cercanos. Así, en febrero, cuando finalizó la fase de inmersión lingüística, algunos tuvieron que volver a cambiar de centro de estudios y volver a adaptarse a un nuevo centro y nuevos compañeros. Los que se quedaron en el Martí Pous mantienen unas 4 o 5 horas semanales de aula de acogida convencional.

El 74% aprueba el A2

Al final de la experiencia en este tipo de aula de acogida, los alumnos se sometieron a un examen para evaluar el nivel conseguido. De los 134 matriculados, se presentaron al primer nivel, el más básico (A1), 122 alumnos, de los cuales aprobaron un 88%. En cuanto al nivel A2, superaron la prueba un 74%. En teoría, los alumnos finalizan la ESO con un conocimiento del catalán equivalente al nivel B2.

Según el Consorcio, los motivos principales para no superar estos exámenes es que los alumnos presentan algún trastorno de aprendizaje o que llegan con un nivel de alfabetización muy pobre. Y es que, según apunta también el director del Martí Pous, otro de los elementos que juega en el hecho de que el alumno recién llegado se adapte más o menos rápido es el bagaje formativo y cultural que trae el adolescente. “Hay alumnos que llegan con una buena formación, pero otros, en cambio, con graves lagunas de alfabetización”, admite Bou.

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