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Aragonès e Illa, ante el vértigo del posible fracaso de su acuerdo presupuestario

La falta de cuentas pone en riesgo que se agote la legislatura en Catalula pero también condiciona el aterrizaje del próximo ‘president’

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, responde una de las preguntas de la pasada sesión de control en el Parlament.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, responde una de las preguntas de la pasada sesión de control en el Parlament.Andreu Dalmau (EFE)

La ciudadanía de Cataluña será, sin duda, la principal afectada si no hay unos nuevos presupuestos de la Generalitat. La votación de este miércoles, seis enmiendas a la totalidad, pone en juego el trámite de las cuentas más expansivas de la historia (43.673 millones de euros, un 9,6% más que las actuales) y que incluyen casi un 10% más de inversiones (3.064 millones) con respecto a las cuentas vigentes. Pero la caída de la ley más importante de cada ejercicio tiene consecuencias políticas para quienes lideran la defensa de su aprobación y, justamente, son el actual jefe del Govern, Pere Aragonès, y el líder socialista, Salvador Illa, quienes según las encuestas tienen más probabilidades de presidir el próximo Ejecutivo. El macrocasino de Hard Rock en Salou es el principal escollo para desatascar el acuetdo: socialistas y comunes, socios tantas veces y ahora mismo también en Madrid, lo ponen como condición en sentido contrario para apoyarlas.

“Una de mis obsesiones como president ha sido dar certezas donde había incertidumbre, que haya previsibilidad y que las instituciones funcionen. La legislatura dura cuatro años y, por lo tanto, habrá elecciones en febrero de 2025. Y por esta razón creo que es importante que los presupuestos salgan aprobados”, aseguró Aragonès a este diario, en una entrevista el domingo. Ningún cargo de la Generalitat acepta en público cuál podría ser la consecuencia para la legislatura de que este miércoles triunfen las enmiendas a la totalidad presentas por Junts, la CUP, En Comú Podem, Ciudadanos, Vox y PP.

La dirección del PSC, por boca de Maria Lluïsa Moret, descartó este lunes que teman que se pueda desencadenar un escenario electoral en Cataluña, donde la legislatura finaliza el próximo 14 de febrero. “¿Posibles elecciones? No estamos en clave electoral”, rebatió. A las puertas de su congreso autonómico, en el que Illa será reelegido primer secretario y que cerrará el domingo Pedro Sánchez, el frenazo a los presupuestos que él pactó con Aragonès sería un serio revés para los socialistas, porque constataría que, pese a que siempre recuerdan a ERC que tienen 33 diputados, juntos no alcanzan tampoco la mayoría.

La votación de 2016 fue la última donde un proyecto de Presupuestos había topado con tanto rechazo parlamentario. El triunfo de las enmiendas a la totalidad implicaría tener que volver a empezar de cero. De momento, el mensaje tanto en ERC como en el Goverb es que se seguirá buscando alianzas hasta “el último segundo”. Además de la suma entre republicanos y socialistas (66), se necesitan dos votos más la mayoría absoluta o la abstención de algún grupo. Junts, exsocios de Aragonès, tiene 32 diputados; los comunes, ocho. Sobre el papel, incluso, el grupo mixto (Cristina Casol, exJunts y Antonio Gallego, exVox) también podría darlos, una opción que de momento nadie asume.

Hasta el momento, las miradas están puestas en la supuesta reciprocidad de los socios presupuestarios con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado y la duración de la legislatura española. Pero en clave autonómica, hay otra serie de consecuencias. El president Aragonès vería seriamente tocados sus planes de agotar la legislatura si la inyección de recursos extra y que son un balón de oxígeno para que pueda tener margen de gestión en asuntos tan clave como la durísima sequía o las mejoras en el sistema educativo tras los malos resultados de PISA.

Obviamente queda la opción de que la prórroga técnica actual se convierta en definitiva. Pero aún queda mucho tiempo para estar sujeto a un margen de maniobra mínimo y cada modificación de crédito necesaria pasaría por el viacrucis de las votaciones parlamentarias, donde está en franca minoría, con solo 33 votos de 135. No hay nada que haga creer que en un año electoral la oposición se lo ponga más fácil a Aragonès que lo que se lo ha puesto desde que en octubre de 2022 gobierna en solitario.

Esa imagen de debilidad es una que cualquier equipo de campaña querría evitar y más el de un president que aspira a repetir en el Palau. El Govern tenía engrasada toda la maquinaria para lucir en este último tramo de la legislatura lo mejor de la obra de gobierno y no contar con las cuentas erosionan esos planes. Aragonès llega a la votación de las enmiendas a la totalidad ya designado como candidato a las próximas autonómicas por su partido, pero pendiente de que las bases republicanas den el visto bueno a su nominación.

Las encuestas, tanto internas de los partidos como del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat, muestran frente a frente entre socialistas -el grupo más votado el 14-F- y los republicanos. Cada uno cuenta ahora con 33 diputados, por lo cual la suma de ambos tampoco alcanza la cifra mágica de la mayoría absoluta, que es 68. El CIS catalán también ha dejado entrever las posibilidades de que el independentismo pierda la mayoría absoluta. De ahí que en las direcciones de ambas formaciones se extienda la reflexión de que no habrá un panorama claro de conformación de Govern tras las elecciones y las cuentas estarían, por tanto, casi desactualizadas dos años. Es decir, quien gane y logre formar una mayoría se podrá encontrar son una situación tanto o más endiablada que la actual.

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