_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tarradellas no admite imitadores

Puigdemont solo tiene los siete votos en el Congreso que ha canjeado por la investidura previo pago de una promesa, la de la amnistía. Y poco más

Carles Puigdemont durante un pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo, con la presencia de Pedro Sánchez.
Carles Puigdemont durante un pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo, con la presencia de Pedro Sánchez.RONALD WITTEK (EFE)
Lluís Bassets

Carles Puigdemont “no hará un Tarradellas”. Tras la amnistía, no habrá regreso triunfal del presidente destituido por el artículo 155 de la Constitución en respuesta a la falsa declaración de independencia de 2017. El expresidente ha asegurado que renuncia a convertir el final de su exilio en un éxito para no robar protagonismo a “la gente de base” procesada o condenada por sus actuaciones en aquel otoño secesionista. Tal como señaló Xavier Vidal-Folch en una espléndida crónica sobre su conversación con el expresidente (El enigma Puigdemont, EL PAÍS, 7-1-2024), el “rechazo a un retorno con recepción masiva y espectacular quizá se deba a la dificultad de lograrla”.

Como la zorra de la fábula, Puigdemont declara que están verdes las uvas que no puede alcanzar. Admite así implícitamente que la peripecia de su peculiar exilio ha terminado con un inocultable fracaso. Josep Tarradellas consiguió un regreso histórico el día 27 de octubre de 1977 porque la suya, la de su exilio auténtico, fue un éxito y un hito catalán y español. Si Adolfo Suárez fue a buscarle para dar el primer y trascendental paso en dirección a la recuperación del autogobierno catalán fue porque el anciano político republicano contaba con buenas cartas que supo jugar con maestría.

Tarradellas mantuvo viva la institución y la continuidad del autogobierno catalán contemporáneo con gran dignidad. Y, sobre todo, preservó la legitimidad democrática derivada del Estatuto de 1932 y de la Constitución de la Segunda República. Esta fue su carta más valiosa, sin parangón en el caso de Puigdemont, enredado en un entramado de falsas y divisivas instituciones —entre la subasta independentista con Esquerra y la competencia con Sílvia Orriols por la hostilidad hacia la inmigración— y sin más continuidad que la persistencia en un conflicto cada vez más diminuto y encapsulado. La segunda carta fue la idea que inspiró su regreso, por la que la legitimidad de la institución que presidía convalidó la nula legitimidad de aquel Gobierno español que fue a buscarle: la monarquía reconocía a la Generalitat republicana y la Generalitat republicana reconocía a la monarquía. La tercera fue su personalidad: gracias a su sentido de Estado y a su autoridad, obtuvo el consenso y se impuso sobre los partidos catalanes como negociador en nombre de Cataluña con el Gobierno español.

Puigdemont solo tiene los siete votos en el Congreso que ha canjeado por la investidura previo pago de una promesa, la de la amnistía. Y poco más. Macià fundó la Generalitat. Companys recuperó su Gobierno destituido y encarcelado tras la insurrección de 1934. Tarradellas guardó y restituyó la institución. El mérito de Puigdemont ha sido mantenerse a flote y salvar a Junts del naufragio gracias a las redes sociales, al dichoso relato que ocupa el centro de nuestra miserable vida política y a esos siete escaños amenazadores. Esa es la mediocre carta que le hace merecedor de un discreto recibimiento por parte de la militancia posconvergente agradecida.


Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_