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El Liceo abre el año con la poderosa ‘Carmen’ de Bieito

El Teatro de La Rambla repone la célebre ópera de la gitana de Bizet, presentada en esta puesta en escena de hace 25 años como víctima de la violencia de género

Un momento de la producción de Carmen. / TONI BOFILL (Liceu).
Un momento de la producción de Carmen. / TONI BOFILL (Liceu).
Àngels Piñol

El Gran Teatre del Liceu sube hoy el telón de este 2024 con Carmen, la ópera de Bizet que narra la trágica historia de una de las gitanas más célebres de todos los tiempos, con la exitosa y duradera puesta en escena de Calixto Bieito, que presenta a la cigarrera como una mujer contemporánea, independiente, empoderada y víctima de la violencia de género (“La maté porque era mía”, remarcó, cuando presentó la obra hace 25 años). Estrenada en 1999 en Peralada, el Liceu ha recuperado esta poderosa Carmen cuando cumple 25 años. La ópera se estrena con una función under 35 —con precios reducidos para público menor de esa edad— y estará en cartel hasta el día 17. Bajo la dirección musical de Josep Pons, las mezzosopranos Clémentine Margaine y Vardhhi Abrahamyan dan vida a Carmen.

Con el apabullante mérito de ser una de las óperas mas representadas y con un cúmulo de arias y melodías archiconocidas, el Liceo ha acogido otra vez esta puesta en escena que coprodujo y que triunfó y sigue triunfando en todo el mundo. Representada en La Rambla más de 200 veces, Carmen cumple 175 años con un éxito que nunca vio Bizet, que la compuso sin haber pisado nunca España y que murió solo tres meses después del estreno. Convencido de que Carmen es la ópera más española posible, Pons la inscribió, en el acto de presentación, en en la búsqueda de Francia por encontrar su propio lenguaje musical ante las potencias de Alemania e Italia. “Su música es muy refinada y con una delicadeza enorme mientras sus personajes actúan a golpe de navaja”, remarcó. “Es la contradicción que da juego a esta partitura”

Bieito y su equipo viajaron hace 25 años, para inspirarse, primero a Andalucía, después a Tánger y

Estoy muy contento de que 25 años después siga gustando”, afirma el escenógrafo Alfons Flores,

finalmente a Ceuta. “Fue una gran suerte”, explicó Alfons Flores, uno de los escenógrafos. Ese viaje encierra buena parte del éxito de su puesta en escena contemporánea y sin apenas decorado. No hay elementos costumbristas y bastan en el primer acto una cabina de teléfono y un mástil con la bandera española y un Mercedes desvencijado. En el segundo, un puñado de vehículos de la misma marca destartalados, ante un enorme toro de Osborne —ante el que baila un bailarín desnudo simulando a un torero—, emula un campamento gitano.

“Vimos en la aduana camino de Ceuta una explanada llena de 300 o 400 Mercedes cargados de bultos. Era gente que debía ir de vacaciones”, dijo Flores. De ahí surgió la idea utilizar los coches para evocar el campamento. Y luego, en Ceuta, vieron un desfile de legionarios que acabaron supliendo al regimiento de Don José. “Estoy muy orgulloso de que tanto tiempo después siga gustando y en marcha”, dijo Flores, que señaló que pretendieron ir al origen, a la esencia de la tragedia porque con Carmen, basta. El vestuario, obra de Mercè Paloma, eso sí, tiene mucho colorido. “Y tiene un punto cinematográfico. Tienen que ser muy buenos cantantes y buenos actores”.

De izquierda a derecha, Merce Paloma. Josep Pons, Clémentine Margaine y Varduhi Abrahamyan, Alfons Flores y Víctor García del Moral, el día de la presentación de la opera.  / efe
De izquierda a derecha, Merce Paloma. Josep Pons, Clémentine Margaine y Varduhi Abrahamyan, Alfons Flores y Víctor García del Moral, el día de la presentación de la opera. / efeEnric Fontcuberta (EFE)

Lucía Astigarraga, la repositora, afirmó que siente esta Carmen como una “obra maestra” y que con el tiempo ha ganado “fuerza y garra”. “Se nota su valor y se redimensiona. Lejos de perder interés, lo gana”, dijo. “Tiene una verdad humana, hay algo en ella muy auténtico y honesto”. La puesta en escena es la última que revisó Bieito y que estuvo en cartel en Viena. Es la versión original y esta vez no habrá polémica con la bandera española como ocurrió en el Teatro Real en pleno 2017, donde se suprimieron varios detalles. En el Liceo se ve, por tanto, cómo los legionarios, que con antelación rompen la cabina, la izan de forma zafia junto a una chica; a Carmen marcándose unos capotes con la bandera y a la turista con una toalla con los colores de la rojigualda. Todo eso se eliminó o modificó. “No nos había pasado nunca”, dijo Paloma. “No se pretendía ofender a nadie”, apostilló Flores.

“No es la Carmen más fácil. No hay apenas decorado y toda la concentración recae en los personajes”, afirma la mezzosoprano Margaine

Las dos mezzospranos compartieron el diagnóstico: alabaron la puesta en escena que, dijeron, exige una concentración mayor. “Ya he hecho esta Carmen en París y Viena. Y no es la más fácil. No hay apenas nada y toda la concentración recae en los personajes”, apuntó Margaine, que recibió ayer una gran ovación en el ensayo general. La obra acaba con un escenario vacío en el que Carmen, un espíritu libre hasta el final, muere a manos de José, su examante, que en una simbólica y violenta escena arroja al suelo las cosas de su bolso antes de asesinarla. “Prescindir del decorado le da mucha fuerza”, abunda Abrahamyan.“Aporta una energía grande. Ella es un himno de lo que es la mujer. Y es una producción que nos hace sentir libres”.

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